Emilio Lledó es uno de los andaluces con mayor proyección intelectual en la actualidad. Filósofo y filólogo de formación, ha ejercido como catedrático en varias universidades extranjeras o españolas, mereciendo gran reconocimiento intelectual y social. Además de ser miembro de la Real Academia de la Lengua, ha recibido, entre otros, el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Hoy me trae a hablar de él la lectura de “Sobre la educación” (Ed. Taurus 2.018) su más reciente obra. Al llegar a mi mano he recordado otro libro suyo, leído hace más de cuarenta años en las que unía las dos áreas de su interés, “Filosofía y Lenguaje”, que desde entonces me aficionó a profundizar en los procesos de comunicación. Qué duda cabe de que la educación es comunicación responsable por el conocimiento que la persona atesora con su elección para recibir, procesar y difundir en cada situación. He seguido parte de la obra de Lledó sobre educación, publicada en periódicos y revistas, que el libro que nos ocupa ofrece en conjunto. Además, esta lectura resulta especialmente recomendable en un momento en que la educación se toma como elemento de control sobre el auténtico protagonista de la educación: la persona que la recibe. Sí, persona ya con pocos años.
De entre los varios escritos dedicados a temas diversos como la universidad ahora recogidos, los más importantes son los primeros, sobre persona y educación. Para ello, recurre al mejor conocimiento acumulado a lo largo del tiempo. De Kant recoge: “El hombre sólo puede ser hombre por la educación. No es nada más que lo que la educación hace de él”. Completa diciendo: “el hombre, por naturaleza, tiende necesariamente a la libertad”. Y es que sin libertad e igualdad no puede concebirse la educación. Estas condiciones han de darse desde los primeros pasos de la educación. Sí, con apenas años, pero ya tendiendo a la libertad. Libertad menor, pero ajena a dogmatismos excluyentes para el necesario contraste con otros modelos dignos. Educación en igualdad para que desde el principio no se le niegue la aspiración a una ciudadanía plena. En ese sentido, no ha de ignorarse al protagonista ya señalado. Desde el principio ha de cuidarse de que la mente inicial no quede lastrada por intereses de grupos ideológicos o religiosos que puedan inocular fanatismos o violencias de los que oímos ahora. Convendría superar esa dialéctica que lleva a considerar a esa personita como una propiedad absoluta a la que se puede privar de su libertad e igualdad.
El profesor Lledó entiende que para que la igualdad en la educación sea real es imprescindible una escuela única. Yo también creo que es la mejor manera de empezar a contribuir a la formación de una ciudadanía en igualdad. Una escuela pública, laica y gratuita puede superar gran parte de los conflictos actuales y favorecer la igualdad constitucional no discriminatoria. Educación igual que ya se reclamaba desde la polis griega. Ese ideal de educación para la democracia que habla más de “ser” que del “tener” tan extendido en el presente. Junto a ese gran inconveniente mercantilista, hay otros más que vienen perturbando la sana racionalidad que exige la educación. El que aparezca tan poco, conceptos como la filantropía o el humanismo en un tiempo con tanta violencia, no es de los menores, más si se añade que apenas se trata de aclarar de dónde y por qué tanta guerra.
Teme Lledó, como enfermedad, las posibles consecuencias del globalismo y la digitalización actual por el peligro de que los controlen grupos con intereses económicos e ideológicos que promuevan una sociedad de consumidores entontecidos. Le preocupa también el hundimiento obsesivo en las pequeñas pantallas, de cuyo manejo llegan a sospechar el engañoso dominio de la materia. Se huye de la memoria, creyendo que no importa más que la propia, olvidando el acervo acumulado que da sentido al humanismo. Ve otro peligro en el lenguaje con mensajes sencillos, que impiden profundizar y sentir como propios, lo que lleva usar la libertad de expresión para difundir bastantes sandeces.
Se puede concluir de todo ese discurso que la educación actual y- por ende- esta sociedad se hallan acosadas por varios peligros. Uno puede ser el uso tendencioso de los nuevos conocimientos ignorando o despreciando el conjunto de la sabiduría que da sentido al humanismo. Otro tendrá que ver con la permanente caída el control por la riqueza, por la guerra o por la manipulación educativa. A ella hemos vuelto para reclamar la escuela única, pública, laica y financiada por el estado. Es la salida para una democracia solidaria desde la cuna. Escuela que sufre ataques para su privatización, colonización ideológica o el debilitamiento de sus funciones. La privatización lleva a escuela de ricos y escuela de pobres. La colonización ideológica o ideario por el mantenimiento de las mentes desde los primeros años. Esa operación se viene haciendo con el desmantelamiento de la red escolar pública también inoculada con dogmas. Además el fortalecimiento de la concertada con ideario y tendencias separando niños niñas, según la financiación única, doble a mayor recibida del Estado, o de la familia más o menos camuflada.