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El Vaticano toma partido por Monti

La Conferencia Episcopal censura a los políticos que utilizan «el lenguaje de la demagogia». El primer ministro todavía no ha desvelado sus intenciones

Berlusconi, ese pecador, no se llevaba mal con la Iglesia. Ni es un dechado de virtudes ni jamás sentó la cabeza, pero nunca se le ocurrió tocar los cepillos y supo mantener las cosas de Dios alejadas de sus vulgares bromas gruesas. Además, se arrogó el mérito de mantener a “los comunistas” del centroizquierda lejos del poder, así que entre él y la Curia funcionó a través de los años un entente de no agresión. Hasta ahora. El Vaticano, que ejerce su gran poder en Italia eficaz y silenciosamente, acaba de alzar la voz para dejar claro en qué político tiene sus complacencias. Y ese político es Mario Monti.

Lo ha hecho a través de dos pesos pesados. El presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), Angelo Bagnasco, y el director de L’Osservatore Romano —el órgano oficial de la Santa Sede—, Giovanni Maria Vian. En una entrevista con el diario Corriere della Sera, Bagnasco censuró a los políticos que usan “el lenguaje de la demagogia” y, tras la retirada del apoyo a Monti por parte de Berlusconi, añadió que “no se pueden mandar a la ruina todos los sacrificios hechos por los ciudadanos”. A renglón seguido, L’Osservatore, que suele tener gran cuidado en no herir susceptibilidades en Italia —hay muchos políticos de izquierda que se declaran católicos practicantes— dedicó una reflexión en el mismo sentido, atribuyendo a la “lógica electoral” las fuertes críticas recibidas por Mario Monti desde “una parte de la mayoría que lo ha sostenido hasta este momento”.

Un poderoso apoyo, el del Vaticano, que Monti puede sumar a los de los líderes europeos —incluido François Hollande, con quien compartió complicidades en Oslo— y a una buena parte del centro político y de la élite empresarial italiana. Así que, más pronto que tarde, el profesor tendrá que decidir de una vez si utiliza ese capital para jugárselo en la arena política o si, en cambio, prefiere optar a la presidencia de la República. Para esto último, necesitaría el apoyo de la práctica totalidad de las formaciones políticas, incluido el Partido Democrático (PD), al que las encuestas sitúan en primer lugar en la carrera electoral pero al que las últimas decisiones de Monti, más políticas que técnicas, empiezan a poner nervioso.

Mientras, el excomisario europeo sigue dejándose querer y actuando como un político en campaña, chascarrillos incluidos. Ayer, durante una entrevista en la RAI 1, contó entre risas que hasta su nieto, en la guardería, sufre su afición a meter en cintura a los italianos: “Estaba en casa por la tarde y ha visto en el telediario que se hablaba de spread (prima de riesgo). Y ha dicho: mamá, mamá, spread soy yo. Porque en la guardería lo llaman spread. Hasta ese punto ha entrado en el lenguaje cotidiano. No sé por qué razones estos chicos han identificado en él este apodo… Los pecados del abuelo caen sobre el nieto”.

El primer ministro, Mario Monti, el domingo en Milán. / stefano porta (EFE)

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