Por primera vez en su historia, la Diócesis de Roma está siendo auditada por la oficina del revisor general de la Santa Sede.
Esta auditoría -que no fue anunciada públicamente ni por el Vicariato de Roma, ni por el Vaticano, pero que fue confirmada por ACI Prensa– comenzó en abril del 2021.
Entre los objetivos de la auditoría vaticana a la Diócesis de Roma se encuentra la evaluación del balance y del presupuesto, así como también diversos aspectos de la administración y procedimientos, como el de las inversiones financieras, la gestión de los inmuebles y de los recursos humanos.
La Diócesis de Roma administra más de 500 iglesias, entre ellas, 330 parroquias, y numerosos entes, entre los que se encuentran más de 100 asociaciones públicas de fieles y abarca alrededor de 1.000 sacerdotes del clero.
La oficina del revisor general de la Santa Sede está dirigida por Alessandro Cassinis Righini que cuenta con un equipo de auditores expertos.
Debido a que es también la “autoridad anticorrupción” del Vaticano, la oficina del revisor general realiza su trabajo en autonomía de la Secretaría para la Economía (SPE).
Criterios empresariales
Recientemente, varias oficinas de la Diócesis de Roma han empezado a aplicar algunos criterios empresariales para establecer, por ejemplo, nuevas reglas en la administración de los recursos humanos, del patrimonio inmobiliario, en las inversiones financieras, además de algunos proyectos en miras al Jubileo que se llevará a cabo en Roma en el año 2025.
En una reciente homilía pronunciada en forma espontánea, con ocasión de la ordenación de sacerdotes del clero de Roma, el Papa Francisco alentó a ser pastores y no sacerdotes ‘empresarios’ para imitar el “estilo de Dios” que consiste en la cercanía, la compasión y la ternura.
En este sentido, el Santo Padre lamentó un reciente episodio que lo conmovió mucho sobre “un sacerdote muy inteligente, muy práctico, muy capaz, que tenía en las manos tanta administración, pero tenía el corazón apegado a aquella oficina”.
El Papa relató que ese sacerdote “un día, porque vio que uno de sus empleados, un anciano, había cometido un error, le gritó, lo echó fuera, y aquel anciano murió por esto”.
“Aquel hombre fue ordenado sacerdote y terminó como un empresario despiadado”, describió con tristeza.
Por ello, el Santo Padre aconsejó a los nuevos presbíteros alejarse “de la vanidad, del orgullo, del dinero” ya que “el diablo entra por los bolsillos”.
“Piensen esto, sean pobres, como pobre es el santo fiel pueblo de Dios, pobres que aman a los pobres, no sean trepadores, la carrera eclesiástica, que después, te conviertes en funcionario”, señaló el Papa.
Finalmente, el Pontífice alertó que “cuando un sacerdote entra para ser empresario, sea de la parroquia, sea del colegio, sea donde sea, pierde aquella cercanía al pueblo, pierde aquella pobreza que lo asemeja a Cristo pobre y crucificado y se convierte en empresario, en sacerdote empresario y no servidor”.
Previamente, al encontrar el clero de Roma el 9 de mayo de 2019, el Obispo de Roma destacó el riesgo de caer en la “tentación” de “arreglar las cosas” superficialmente y de la “mundanidad del funcionalismo”.