Mons. Antoine Camilleri, Subsecretario de Relación con los Estados de la Santa Sede, se dirigió a los participantes del Congreso sobre la Lucha contra la Intolerancia y la Discriminación contra Cristianos de la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa (OSCE). El prelado subrayó la vital importancia de la libertad religiosa en la apertura del evento, el pasado 14 de diciembre.
“La libertad de religión o de creencia es el ‘test litmus’ del respeto de todos los demás derechos humanos y las libertades fundamentales, porque ésta es su síntesis y su piedra angular”, expuso Mons. Camilleri. Sin embargo, lamentó que esta libertad es violentada hoy en día, especialmente en el caso de los cristianos. La libertad religiosa no sólo beneficia a los creyentes, sino también a los no creyentes, ya que busca el respeto a la conciencia, clave para el reconocimiento de la dignidad de la persona humana. “De hecho, combatir la intolerancia y la discriminación de los cristianos puede ser una herramienta efectiva para defender los derechos de otros creyentes religiosos y, de hecho, los derechos humanos de quienes no profesan religión”.
La discriminación no es sólo persecución abierta
El Subsecretario resumió en tres aspectos los asuntos notables: la intolerancia religiosa, las formas varias que esta intolerancia es demostrada contra los cristianos y la necesidad de reconocer el beneficio que representa tener una creencia religiosa. El prelado citó varios acuerdos internacionales que son violentados cuando se discrimina a los cristianos, especialmente el Acta Final de Helsinki y compromisos posteriores de la OSCE. Entre las formas de discriminación e intolerancia, Mons. Camilleri denunció “la bárbara persecución de los cristianos que tiene lugar en otras partes del mundo, especialmente en Siria e Irak, “tan horribles que las palabras no pueden responder adecuadamente”. Los numerosos ataques sufridos por los creyentes en numerosos lugares refutan la creencia de que el cristianismo, al ser una religión mayoritaria, no podría sufrir intolerancia.
Sin embargo, el prelado notó que “la intolerancia y la discriminación hacia los cristianos no sólo se refieren a ataques violentos o a la destrucción sin sentido de objetos religiosos, sino que también se expresa en muchas formas nuevas”. Entre estas incluyó la “creciente marginalización de la religión” que fue denunciada por Benedicto XVI y que busca que sea “acallada o al menos que quede relegada a la esfera puramente privada”. Justamente los argumentos para sostener esa postura dicen paradójicamente evitar la discriminación, de forma que “bajo la apariencia de ‘corrección política’, la fe y la moral cristianas se consideran como hostiles y ofensivas, y por lo tanto, algo que debe ser eliminado del discurso público”.
Ante esta tendencia, el prelado aconsejó reconocer el papel positivo de la religión en la sociedad, la cual no busca ofrecer soluciones técnicas a los problemas del mundo sino que desde la perspectiva humana “puede llevar a las personas e instituciones hacia una visión más universal, a un horizonte de fraternidad universal que ennoblece y enriquece el carácter de la asistencia humanitaria”. Intentar disminuir la libertad de los creyentes para expresar públicamente su fe y relegar la religión a la conciencia personal y los lugares de culto representaría en palabras del Papa Francisco citadas por el Subsecretario “una nueva forma de discriminación y autoritarismo”.