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El Sodalitium en crisis

Hay sectas cuyo accionar provoca un profundo daño en la sociedad, lo cual aún no ha sido materia del estudio imprescindible de quienes se jactan de “analistas” y “exégetas” de la realidad social. Por el flagrante desconocimiento del problema sectario en el Perú tenemos la obligación de promover el abordaje de esta problemática entre los periodistas, sociólogos, antropólogos, médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados y demás profesionales involucrados y comprometidos con el desarrollo democrático del país y dispuestos a condenar cualquier acto que viole los derechos humanos de toda persona y, en especial, su derecho a la libertad de consciencia.
Este trabajo, producto de múltiples horas de trabajo en Lima, Arequipa y otras partes del país y Latinoamérica pretende cumplir un papel pedagógico al denunciar al Sodalitium Christianae Vitae, grupo fascista por convicción y temperamento, y su cancerosa acción al interior de la sociedad peruana. Puédese discrepar de él, de pronto suscita opiniones violentamente contrarias, pero lo que sí va a ser imposible es ignorarlo.
Pocos meses atrás en El totalitarismo católico en el Perú, tesis que en su edición príncipe incluyó menciones a las baladronadas que acostumbra impulsar el Sodalitium, denunciamos cómo, a partir del Concordato, vínculo internacional no sancionado por ningún Congreso, la Iglesia Católica vive a expensas del no pago de tributos y además de los miles de dólares que sus principales funcionarios se embolsican cada mes, sin trabajar, sin merecerlo y en una constante expoliación del pueblo peruano, que no tiene cuando terminar porque se hace en nombre de una “fe” tradicional y que en realidad ha constituido la continuación de un robo que ya supera los 500 años de permanencia insolente en el país. Este mismo Concordato es el que, amparando a la Iglesia Católica, favorece legalmente el expansionismo sodálite y es el que utiliza esta secta para proteger sus inversiones.
Lea pues, amigo lector, estas procelosas páginas con ojos críticos, compulse fuentes, acuda a testimonios, revise materiales, proponga una refutación científica, orgánica. A una idea se la combate con otra. Al sectarismo difundido por el Sodalitium le denunciamos en la comisión de múltiples actividades que son fácilmente comprobables en diarios y publicaciones. A las sectas hay que enfrentarlas con decisión y valentía indómitas. El fanático sabe que cuando tiene a adversarios de ese jaez sólo tiene una opción: luchar o morir. Y puedo anunciar, sin jactancia, pero premunido de la verdad verdadera, que habemos muchos dispuestos a erradicar la presencia de estos disociadores y su prédica retrógrada, exaltadora de principios antidemocráticos y profundamente racistas.
La importancia de la secta destructiva Sodalitium Christianae Vitae en la vida nacional no puede soslayarse más. Sus desproporcionadas expectativas de crecimiento afectan directamente nuestros derechos constitucionales y humanos y amenazan la integridad de nuestras familias. Hoy, primer aniversario de la muerte de Germán Doig Klinge, Ex-Vicario General del Sodalitium, sale a luz este escrito. En él hacemos una revisión de los acontecimientos acaecidos durante los últimos dos años y avizoramos con optimismo y con convicción detener la agresividad y radicalidad de este grupo fanático que tanto dolor social ha venido causando en el Perú y en varios otros países durante las últimas tres décadas.
Evolución sectaria
En un análisis de la evolución histórica de las sectas se ve que todas siguen un proceso de crecimiento relativamente semejante que se puede sistematizar en tres fases: nacimiento, consolidación y transformación.
En la primera etapa el grupo surge a instancias de un conjunto de circunstancias culturales, sociales y religiosas que generan una cantidad de ansiedades y expectativas insatisfechas en un sector de la población. La pequeña comunidad se agrupa en torno a la figura de un líder que elabora no tanto la doctrina cuanto directivas concretas en orden a obrar e insertarse en el conjunto de la sociedad. En este período la secta está básicamente devorada por su ansia de expansión y utiliza abierta e indiscriminadamente las técnicas de control mental.
En la segunda etapa el grupo, luego que probablemente ha entrado en colisión no sólo con otras confesiones religiosas sino también con distintos ámbitos o instituciones del orden social en que se desarrolla, comienza a buscar caminos que le permitan orientar las irregularidades o excentricidades que el apasionamiento de la primera fase hubiera podido generar, y que puedan haber sido causa de que hayan perdido aceptación social; hay una preocupación clara por no generar conflictos y el buscar la estabilidad interna del grupo. Esta etapa se da generalmente después de la desaparición del líder o fundador, verificándose simultáneamente una flexibilización de los aspectos más detonantes o extravagantes de su doctrina y una búsqueda de mayor coherencia conceptual.
La tercera fase, la de transformación, es una especie de lavado de cara de la secta, de su imagen pública. Se busca cuidadosamente que la opinión ciudadana olvide, y los nuevos adherentes ignoren, que se trata verdaderamente de una secta y que se acepte que es una iglesia honorable, en paridad con las iglesias históricas. Es muy posible que los adherentes no sepan completamente el origen e historia primera del grupo, la que se intenta disolver en alguna profundidad histórica. En lo que se refiere a la metodología que emplean, su fanatismo e intransigencia son morigerados, y la exposición de su mensaje se hace más suave, educada y socialmente aceptable.
En pecado concebidos
Teniendo este esquema como referencia podríamos decir que el Sodalitium Christianae Vitae se encuentra actualmente en una etapa de crisis entre la primera y la segunda fase de su proceso de crecimiento. Podría entenderse que el proceso de la consolidación está en curso pero la tercera fase, la transformación,requerida para que esta entidad sea socialmente aceptada tendrá que esperar aún un tiempo históricamente largo, si es que sobrevive a su fanatismo.
Aunque esta organización radical, que podría calificarse como el Opus Dei peruano o criollo, es parte integrante de la Iglesia Católica y goza de todas las ventajas políticas, legales y económicas que ello conlleva, es evidente que ese crecimiento desenfrenado de las últimas tres décadas ha generado demasiadas fricciones con el entorno social.
Algo impresionante del accionar del Sodalitium es la eficaz metodología de control mental aplicada sobre sus adeptos, técnica más conocida como “lavado de cerebro”, la que ejercen consciente e impunemente con la bendición y complacencia de la mayoría de autoridades eclesiales, a sabiendas que cometen un flagrante delito contra la libertad de consciencia de los jóvenes peruanos llamando a eso muy eufemísticamente “levantar vocaciones religiosas”. 
El Sodalitium comparte un tenebroso origen fascista con otra secta de ultraderecha: Tradición, Familia y Propiedad (TFP). La sucursal peruana de la TFP, de origen brasileño, fue fundada por Francisco Tudela y Luis Fernando Figari. Los miembros de la TFP se confiesan católicos pero lo cierto es que la Iglesia Católica los ha condenado más de una vez. En Venezuela la cancillería y el ministerio de Justicia ordenaron su disolución y prohibieron a sus líderes abandonar el país porque se comprobaron numerosas denuncias por «atentar contra la vida familiar y lavarles el cerebro a sus miembros»; el presbítero Amador Merino Gómez señaló que TFP «incurre en desviaciones y manipulaciones de la doctrina de la iglesia y el culto». En otros países, además, mantiene contacto con partidos y facciones de extrema derecha neonazi europeas, entre ellas, la peligrosa «Fundación Familia Española». Eso es decir, por lo menos, que TFP es una secta de cuño fascista.
Alrededor de 1973, aparece en la Pontificia Universidad Católica y en la Universidad Peruana Cayetano Heredia el grupo de derecha radical «Dios y Patria». En el 74, varias facciones de este movimiento se independizan y toman otros nombres: la facción política se denominó «Confederación de Juventudes», y la de índole religiosa «Sodalitium Christianae Vitae». Luis Fernando Figari pertenecía a esta última. En esos inicios las publicaciones de Figari compartían formato y logotipos con las de TFP lo que evidencia sus vínculos totalitarios y fascistas y sus objetivos comunes.
Actualmente el Sodalitium tiene un enclave en Colombia, en una zona de actividad guerrillera, en donde TFP anteriormente tuvo una infame participación financiando a mercenarios para luchar contra las FARC, las mismas que hace un año secuestraran a un sacerdote sodálite y lo dejaron sospechosamente libre a los dos días sin que se hablase absolutamente nada de algún pago de rescate.
En el camino recorrido desde su nacimiento el avasallante Sodalitium ha dejado mutiladas muchas dignas familias, muchos hijos con personalidades alteradas, muchos destinos y estudios profesionales truncados, muchas mentes secuestradas, muchas propiedades perdidas, muchas economías destruidas, mucha rabia no expresada, mucho odio contenido y mucho, demasiado dolor. Aunque debemos ser amplios y considerar muchas otras causales para que alguien se integre a una secta, no en vano, en este caso específico, la mayoría de sus líderes provienen de familias disfuncionales con padres divorciados o muertos, hogares destruidos o fracturados. Parece que los líderes del Sodalitium quisieran tomarse su revancha con la sociedad.
Indiferencia social
Sería natural ante estas injusticias y atropellos esperar una fuerte, contundente y vigorosa réplica social. Pero el panorama es diferente. Los abogados, por ejemplo, con honrosas excepciones, no han querido intervenir aduciendo que las víctimas son jóvenes mayores de edad, usando el pretexto de la ausencia de legislación pertinente o alegando que así como hay drogas legales (tabaco y alcohol) en nuestro medio también hay sectas legales (las protegidas por la religión oficial); los médicos han soslayado hasta hace poco el trasfondo psicológico y psiquiátrico de la manipulación mental en el ámbito religioso y/o sectario y sus graves implicancias en la salud pública; los organismos defensores de los derechos humanos y sus psicoterapeutas prefieren tratar el tema de violencia política y dejar de lado el problema de la violencia mental en el sectarismo; otras iglesias no católicas evitan la confrontación señalando que el problema es espiritual y que, en algún momento, la lucha se dará igualmente en ese plano espiritual; los periodistas de investigación también tienen sus preferencias ya definidas, quisieran que se les entregue el material ya digerido y pretenden, vía testimonio, exponer a las familias afectadas denunciantes como carne de cañón.
En medio de esta indiferencia social siempre se han levantado solitarias y valientes voces de protesta que no han sido escuchadas y sólo han logrado la proverbial respuesta a la mayoría de denuncias que llegan hasta las autoridades de la poderosa e impune Iglesia Católica: el silencio absoluto.
La muerte del delfín: un cataclismo
Ante este sombrío panorama, un hecho totalmente fortuito impactó brutalmente en la estructura de la fortaleza sodálite. Ese hecho no fue un evento programado, estudiado, ni planificado en respuesta a las agresiones sociales de este grupo destructivo. El 13 de febrero de 2001 el súbito fallecimiento de Germán Doig Klinge tuvo el efecto de una catástrofe difícil de comprender y de asimilar para unas mentes que están programadas -los comportamientos de las sectas son eventos totalmente predecibles-.
Doig tenía la misión de suceder a Luis Fernando Figari. Era su mano derecha, era el delfín, era el príncipe de la secta, era el Vicario General del Sodalitium. El era quien ofrecía el pecho, sacaba la cara y le prestaba la careta académica e intelectual a la secta mientras el fundador Luis Fernando Figari escribía solitario y en las sombras sus enrevesados opúsculos y retorcidos discursos (que siempre atacan a la razón y ensalzan la irracionalidad) y se ocultaba indiferente en su fortaleza o búnker de Granja Azul para no escuchar los reclamos sociales.
Con toda seguridad muchas familias peruanas no recibieron con tristeza la noticia de la muerte de Doig. Fue casi como sentir la mano de Dios ante tanta injusticia y tanta impotencia. Más que un “tránsito” al más allá esto pudo llamarse un “despeñadero”. De nada valieron las pomposas misas fúnebres cada tres horas durante el velatorio. Ese ceremonial solamente hacía recordar a los miembros de la secta de los israelitas de Ezequiel Ataucusi cuando esperaban absurdamente la resurrección de su líder que yacía muerto en una urna de cristal.
Para el grupo sectario la muerte de Doig fue un evento cataclísmico. Esta muerte parece haber afectado internamente la estructura sodálite casi tanto como el impacto de los aviones suicidas en las torres del World Trade Center de New York City. Los impactos no fueron ni en los cimientos ni en la cúspide de los edificios pero los efectos deletéreos fueron matemáticamente efectivos y demoledores. Lo mismo sucedió en la estructura del Sodalitium. No desapareció el verdadero y venerado líder -Figari- (que hubiese sido santificado) ni tampoco la masa de obnubilados seguidores. Sin embargo, la estampida consecuente a este evento específico era de esperar. Los efectos de una muerte como la de Doig no pudieron haberse calculado, planificado ni dirigido mejor si hubiese intervenido una inteligencia externa.  
La respuesta organizada
Sin embargo, muy aparte de este “providencial” hecho fortuito que nadie pudo sospechar ni pronosticar, de acuerdo a lo previsto por la evolución histórica de las sectas, en estos últimos meses por fin se estaba dando a conocer públicamente la expresión organizada de la sociedad afectada. El Sodalitium había sido criticado directamente por diversas vías, prensa escrita, volantes anónimos, comunicación persona-persona entre padres de familia afectados y permanentes comunicaciones electrónicas por internet.
Creció la conciencia social en círculos religiosos, asociaciones de padres de familia, centros educativos, centros universitarios, colegios profesionales, sociólogos, periodistas, investigadores sociales, historiadores, filósofos, antropólogos, psicólogos, médicos, psiquiatras y también instituciones vinculadas a la observación de los derechos humanos, libertad de conciencia y lucha antisectaria.
La indignación contra el Sodalitium estaba llegando a lo que se denomina en física el estado de “masa crítica” justo antes de provocar una inevitable reacción en cadena. Aunque la reacción aún era indefinida también era esperanzadora. Se requirió el apoyo de organizaciones de consulta y asesores profesionales no peruanos. La cruzada era y es internacional, como lo es el Sodalitium. La magnitud de la amenaza ameritaba una gran respuesta. Posiciones radicales exigen respuestas radicales.
El primer campanazo contra el Sodalitium fue dado por José Enrique Escardó Steck, director de la revista Gente y ex miembro de la secta en noviembre del 2000. Su desgarrador relato, en varios capítulos, de las torturas a que fue sometido en San Bartolo fue acallado amenazadoramente por la intolerancia y el poder del Sodalitium. Lamentablemente, el juvenil lenguaje autosuficiente, irreverente e inadecuado que usó en sus artículos de “El quinto pie del gato” fue el principal disuasivo que hundió la denuncia en un aparente descrédito, solamente comprendido por las familias afectadas. Sin embargo, un año después en noviembre del 2001, sus argumentos fueron plenamente recogidos por Cecilia Valenzuela y Diego Fernández Stoll de Entrelíneas de Canal N y ampliados por valientes contribuciones de otros ex miembros, padres de familia, el psicólogo Jorge Bruce y de muchas otras personas y familias que cautamente permanecieron en el anonimato para proteger a sus hijos cautivos en la secta. La denuncia fue publicada generosamente en internet en la página web de www.agenciaperu.com de donde logró difundirse con profusión a nivel nacional e internacional. Una de las principales cajas de resonancia de esta noticia fue la página web<http://www.sectas.org.ar/sodalicio.htm> «Sectas del Nuevo Milenio”, del conocido crítico argentino Alfredo Silleta, que transcribió literalmente las entrevistas en la red.
Por otro lado, independientemente, salió a luz en enero del 2002 El totalitarismo católico en el Perú, tesis del autor de estas líneas, sobre la actitud sociopolítica de la cúpula católica peruana, el Opus Dei y el Sodalitium, que incluyó una serie de denuncias con argumentos probatorios sobre los atropellos cometidos por este último grupo en asociación con el Banco Santander Central Hispano contra Fernando Gerdt Tudela para apoderarse de su inmueble de 1700 m2 mediante un pagaré falsificado. Gerdt también alzó su voz de denuncia en Canal 4 ATV de Arequipa y en el programa de Cecilia Valenzuela sin poder ser refutado ni acallado. Lo felizmente trascendental de este trabajo de análisis fue el reconocimiento que recibió de Pepe Rodríguez de Barcelona, España, psicólogo, investigador, sociólogo, erudito autor de varios importantes libros y asesor para varios gobiernos europeos sobre asuntos sectarios, quien ofreció su auspicio para publicar este escrito en su prestigiosa página web www.pepe-rodriguez.com <http://www.pepe-rodriguez.com> en la sección cuyo acceso directo es el siguiente: <http://www.pepe-rodriguez.com/Cristianismo/Totalitarismo_catolico_pe_Mujica.htm> y desde donde hoy alcanza ya difusión planetaria.
El Sodalitium, como el soberbio e insolente instituto secular que es, también ha comenzado a chocar con el mismo clero. Un claro ejemplo es lo sucedido en enero del 2002 en el Centro de Educación Especial para Niños Ciegos Nuestra Sra. del Pilar de Arequipa. Desde meses atrás los sodálites habían empezado gestiones no muy sanas destinadas a hacerse del local que las madres franciscanas abandonarían en pocos meses. A pesar que éste pertenece al Estado iniciaron gestiones para su transferencia al Sodalitium y para ello se valieron de una copia de la minuta de la propiedad a cargo de las franciscanas y que autenticaron notarialmente al estilo en que hacen las cosas estos delincuentes: ¡entre gallos y medianoche! De manera que hasta poseían los planos de la habilitación urbana solicitados y obtenidos el 31-10- 2001 y con el registro de trámite documentario # 33607 de la Municipalidad Provincial de Arequipa y cuya solicitud fuera pedida por Haylin Tello Pinto, con DNI # 40412386 ante dicha entidad oficial.
Con el oficio No. 010-2002-MPA-C.2, dirigido por el Director de Asentamientos Humanos de la Municipalidad Provincial de Arequipa, señor Marcos Ortiz Carrera, se comunica en relación al expediente 33607 que de acuerdo al informe No. 714-2002-MPA-C.2-CU, de la Oficina de Control Urbano que el trámite debe ser presentado ante la Municipalidad Distrital de Yanahuara”.  Ciertamente, las madres franciscanas quedaron ingratamente sorprendidas frente a semejante oficio que no estaba siquiera gestionado por ellas. Lo cierto es que hay funcionarios corruptos enmadejados en la urdimbre que tejen los sodálites para enajenar propiedades y hacerse de ellas.
Esperanza Medina, valiente mujer y gran educadora, Directora Regional de Educación de Arequipa, DREA, tuvo un enfrentamiento durísimo a viva voz y con la esténtorea gana de decir su verdad con el sacerdote católico y sodalicio -y por tanto fascista- Javier Len, en torno al destino de la infraestructura del Centro de Educación Especial Nuestra Sra. del Pilar. El prepotente Len ya había, con sus cómplices sodálites, hasta puesto una oficina en este inmenso local para apoderarse de él, hecho que parece, según todos los indicios haberse frustrado por la intercesión directa y valerosa de la Medina. De cualquier manera en esta oportunidad, los fascistas sodálites se quedaron con los crespos hechos porque ninguna de sus gestiones, todas subrepticias e ilegales, tuvieron éxito, porque la Medina se enfrentó abiertamente al designio mafioso que estos sujetos exhiben en Arequipa del modo más descarado. Me tocó advertir sobre la maniobra cuya historia completa es de acceso público en internet en ¡Arequipa: sodalicios fascistas con los crespos hechos! <http://groups.yahoo.com/group/chimu/message/30052> con el número 30052 de Yahoo Groups Chimú: lista cultural de peruanos alrededor del mundo.
El salvaje se mira en el espejo
Otro detalle que merece ser destacado es cómo el Sodalitium, que se autodenominaba un grupo que reclamaba y ejercía la radicalidad, que mediante Emilio Garreaud publicaba en la prensa con todo desparpajo que ellos son los llamados a ser signo de contradicción, que admitía abierta y orgullosamente que se les etiquetaba de fanáticos, que el Señor no ha venido a traer la paz sino la división, que ha venido a prender fuego en el mundo y que ojalá estuviera ardiendo, que si bien ello es doloroso también es necesario, que habrá violencia y no paz, que el joven debe dar muerte al hombre viejo, que la pareja -o la pareja y los hijos- deben “desplegarse” (desintegrarse-disgregarse-separarse) apostólicamente, que solamente se entrará en el reino de los cielos esforzándose con violencia… hoy se hunde en el silencio.
Ahora, ante la locura del ataque terrorista a Estados Unidos por parte de unos fanáticos religiosos, el Sodalitium inmediatamente ha acallado sus discursos fanatizados, habla de perdón y de paz, marca distancias con sus congéneres fundamentalistas islámicos temiendo ser estigmatizados con los mismos epítetos, y se cuida muy bien de ser señalado precisamente en estos momentos como un grupo religioso de intolerantes, destructivos y antisociales.
Un poco tarde.
Emilio Garreaud, paradójica e inexplicablemente Director del Instituto para el Matrimonio y la Familia (???) de la Universidad San Pablo, dice que el Sodalitium quiere convertir a este mundo de salvaje en humano y de humano en divino. Pero con su accionar lo que ha logrado hasta ahora…  ¡es exactamente lo contrario!. Si la secta se mirase en el espejo vería a sus huestes como los talibanes peruanos: salvajes que van “a Dios rogando y con el mazo dando”.
La juventud consciente
Un elemento adicional gratificante ha sido el observar la respuesta de parte del alumnado del Instituto del Sur y de la Universidad San Pablo, bastiones del Sodalitium, quienes mediante un volante formulan una denuncia acerca de la corrupción de este grupo en el ámbito del Poder Judicial y en el aspecto económico financiero de la secta. Para ello han utilizado iconografía que alude al control mental que ejercen en los jóvenes y su agresión contra el núcleo familiar y presentan la fotografía del administrador de las cuentas de la organización en Arequipa, Javier Len Álvarez, llamándolo “mercader”.
El volante-denuncia tiene un mensaje de alerta: “Alumno: defiende tus derechos. Tú puedes ser la próxima víctima”. Al mencionar la consecución irregular de bienes inmuebles alude también indirectamente las palabras de Emilio Garreaud: “El donar nuestros bienes y nuestro tiempo (nuestra vida) por los más pobres (no a los más pobres) nos dará alegría”. Claro… ¡qué mayor alegría para el Sodalitium!
Y aunque inocentemente los alumnos piden la intervención del Arzobispado la denuncia constituye una seria y contundente prueba de la rebeldía en la clase estudiantil ante el dogmatismo fanático y de su alarma ante los abusos y la corrupción solapados por parte de este grupo totalitario que conoce perfectamente las ventajas que le ofrece el inefable Concordato al declararse parte integrante de la Iglesia Católica y organizarse y protegerse dentro de ella. No es casualidad que Figari, Doig y Garreaud, cabezas visibles del Sodalitium, también sean abogados de profesión y conociesen, por tanto, los oscuros laberintos leguleyos.
Normas laxas
Puede decirse con certeza que el Sodalitium tiene dentro de sí el germen de su autodestrucción. Su clandestina metodología de captación de adeptos es a todas luces ilícita y provoca en ellos reacciones violentas que conducen a que las víctimas desvaloricen a su propia familia en beneficio de la secta. Esto genera un gran rechazo social que la organización está, por ahora, preparada para resistir. Pero su crecimiento explosivo tiene necesariamente un límite natural. Esta forma de progresión es esencialmente antisocial e intolerable. Por cada adepto que el grupo capta también se gana de tres a cinco enemigos empezando por los miembros de la familia afectada. Si su crecimiento en adeptos es aritmético el de sus opositores es exponencial. Y si sus líderes no lo entienden así y no se moderan, al Sodalitium le queda poco tiempo de supervivencia.
Y por instinto de supervivencia la moderación se está dando. La laxitud y flexibilidad de las normas disciplinarias, el simulado mayor respeto a la inviolabilidad de la correspondencia de los adeptos (simulado porque los correos electrónicos de los adeptos van a un “inbox” corporativo antes de su emisión), la autorización para que algunos de sus adeptos incondicionales usen celular, la aparente disminución de los maltratos físicos a los confinados en San Bartolo, el permitir que algunos de sus miembros estudien carreras profesionales manteniéndose dentro de la organización, el aceptar con artificial alegría la visita de familiares de los adeptos en las casas de formación, el permitir al adepto realizar algunas visitas familiares sin una compañía vigilante son evidencias de que el Sodalitium quiere lograr aceptación social y estabilidad interna. Como dijo un adepto: “Aprendemos de nuestros errores”.
Los disidentes
Por otro lado, la salida el último año de conspicuos y representativos miembros del Sodalitium luego de varios años de permanencia dentro de la secta es otro síntoma inequívoco de su pérdida de influencia y de la disconformidad y desencanto de los miembros dentro de la organización. Es muy probable que la pérdida del intelectualoide Doig le haya restado carisma al grupo disminuyéndole el potencial creador de literatura pseudocientífica y anulando gran parte del atractivo para las generaciones captadas y las otras por captar. Fueron patéticos los casos de una promoción del Colegio Max Uhle en la que 8 de sus miembros se consagraron sodálites y el de otra promoción del Colegio Santa María en la que seis alumnos corrieron igual suerte. ¿Simple coincidencia? ¿Vocaciones de santidad? ¡No seamos ingenuos. Ya conocemos las técnicas de control mental!
Evidentemente, ante la falta de consciencia social y de información médica del problema sectario, muchos de estos ex miembros viven lo que en la secta sodálite llaman “vocación para el matrimonio” procreando más adeptos sin control de natalidad y continuando con el elogio a sus ex-captores en un estado de secta-dependencia que, al igual como sucede con el Síndrome de Estocolmo, solamente podrán superar con una rehabilitación psicológica cuya gran necesidad ignoran. Algunos nombres son Pedro Salinas Chacaltana, José Enrique Escardó Steck, Armando Llaza, Luis Fernando Odiaga Arispe, Verónica Bustamante Rey de Castro, los hermanos Antonio y Nicolás Ramírez Mejía, y más recientemente Andrés Orams Bustamante, Gustavo Cesti, Luis Graña, Juan Andrés Maura Pessagno y José Sam, entre muchos otros.
La figura y el destino del “fundador”
Finalmente, hay que prestar mucha atención a la figura del fundador.
Se puede, sin problemas, hacer un paralelo entre Luis Fernando Figari y Vladimiro Montesinos: Son dos personajes coincidentes. Existen sorprendentes similitudes en sus personalidades megalómanas, su influencia marcadamente inhibitoria, su narcisismo maligno, su carácter de tipo autoritario, sus tendencias sadomasoquistas, su personalidad paranoide, su carencia de todo sentido moral y de consciencia, su creencia de ser dueños de la verdad absoluta, su pretensión de ejercer un poder superior, su figura perversa, fanática, intolerante y frustrada, su verborrea y aparente erudición en los temas que abordan.
Llama poderosamente la atención cómo un cuestionado y oscuro personaje que no es sacerdote -un simple laico- puede congregar y presidir en eventos religiosos sodálites a gran parte de la jerarquía del clero peruano, latinoamericano y a veces romano, constituirse en el anfitrión y en el orador central, ser reconocido y venerado por las autoridades eclesiásticas católicas y merecer un trato cordial, deferente y casi familiar de parte del actual cardenal del Perú Juan Luis Cipriani.
Lo mismo sucedió con Vladimiro Montesinos -un simple ex capitán y despreciable traidor a la patria- y la cúpula militar a la cual él dominaba y utilizaba para sus fines protervos; Montesinos recibió magnos honores por parte de las Fuerzas Armadas del Perú, las cuales manejó a su antojo y las aprovechó para apropiarse de los recursos económicos del país en su beneficio. Por otro lado recibió un trato tolerante y extremadamente preferencial del ex presidente Fujimori.
¿Será que Figari conoce demasiado bien de la corrupción de la Iglesia Católica y utiliza esos elementos y esa información para ventaja particular de su organización? ¿Será Figari otro “humilde” y oculto super-asesor de la alta jerarquía clerical? ¿Terminarán también por cansarse de tanto abuso los adeptos o los religiosos de base que en un inicio aparentan actuar como sus incondicionales? ¿Así como ambos personajes han tenido como objetivos el hacerse de poder y de dinero, tendrán Figari y Montesinos un final común? ¿Acabarán ambos sujetos en una celda de alta seguridad?
La salud del fundador no es de las óptimas y debe preverse su desaparición a no muy largo plazo, pero sentarnos tranquilos a esperar otro hecho fortuito e ignorar los recursos de Figari sería un grave error. Confiar pasivamente en el desarrollo de la historia natural de la secta también. Sin embargo, a pesar de la frustrante indiferencia social, ante la andanada de evidencias que se dan, tenemos la convicción de que la razón y la justicia se impondrán sobre el fanatismo.
Ya lo dijo César Hildebrandt, en un genial, premonitor y crudo editorial:
“Detrás de toda dictadura hay, en el fondo, una apropiación ilícita” (-y el totalitarismo sodálite se apodera de las mentes de nuestros hijos-). En efecto, cada sátrapa que en el mundo ha sido -de izquierda o de derecha- ha creído siempre que el mundo donde nació le pertenece y que sus prójimos nacieron para súbditos y su propia voz sólo para dar órdenes. ¿De dónde vienen esa visión demente y esa voracidad? ¿Cómo se puede ser tan ridículo? ¿De qué fibra están hechos esos egos elefantiásicos? Primero se promete el paraíso. Después se apela al infierno para construir el paraíso. Y como se apela al infierno, los enemigos, que nunca fueron pocos, aumentan. Y como aumentan, crece el infierno. Y al crecer el infierno la hostilidad amenaza al tirano cada vez más. Por lo que ya no es posible salir en paz del poder que se capturó como a una presa.”.
“Al final -como le pasó a Franco, como le sucedió a Pinochet- el sátrapa creerá que su obra es inamovible y su contrato social insuperable. ¡Pobres diablos! Lo primero que les pasa cuando mueren es que hay un suspiro de alivio. Luego viene el olvido sañudo y el justiprecio. Y ellos que se creían mega valores, terminan costando lo que fueron, abortos de la voluntad, casos psiquiátricos, un surtido de vicios. Todos terminan, metafóricamente, en aquel palacio patriarcal donde las vacas se pasean entre cortinas desgarradas. Todos tienen un Macondo en el alma y una bananera en el designio. En resumen, no hay nada peor que alguien que se tome demasiado en serio. De allí al crimen solo media una utopía, un sueño de felicidad para los otros, un carisma.”
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