En las últimas semanas me estoy convirtiendo, créanme que no por voluntad propia, en aclarador oficial de temas eclesiásticos. La semana pasada fue lo del niño curado gracias al nacimiento de un hermano por selección genética, ésta debo salir en defensa de nuestro Santo Padre y de su afirmación de que el uso del preservativo “aumenta el problema”.
En las últimas semanas me estoy convirtiendo, créanme que no por voluntad propia, en aclarador oficial de temas eclesiásticos. La semana pasada fue lo del niño curado gracias al nacimiento de un hermano por selección genética, ésta debo salir en defensa de nuestro Santo Padre y de su afirmación de que el uso del preservativo “aumenta el problema”.
La inmensa mayoría de los medios interpretaron que a lo que se refería el Papa era a que el uso del preservativo aumentaba el problema del SIDA, una doctrina que iría en contra de todos los estudios científicos realizados hasta el momento. Aunque es cierto que nuestra amada Iglesia ha tenido a lo largo de la historia algunas pequeñas desavenencias con la ciencia, nada que no se pudiera solucionar con una buena hoguera de hermandad, en esta ocasión no es este el caso.
Cuando el Santo Padre afirmó que el preservativo aumentaba el problema se refería al problema de la Iglesia, no al del SIDA. Si hubieran tenido ustedes la suerte de haber estudiado en un buen colegio como un servidor, sabrían que desde su nacimiento la Iglesia verdadera, la nuestra, ha pasado buenos y malos momentos, y que los buenos han coincidido siempre con los malos de la humanidad.
Nunca ha tenido tanto poder nuestra Iglesia como en la Edad Media, cuando las pestes asolaban Europa extendiendo el temor por Dios entre sus gentes, especialmente entre los más humildes que no podían escapar de los pueblos y ciudades. Sería tonto negar que la Iglesia está pasando un mal momento y que ante la falta de fe que padecen los países más desarrollados, África y Sudamérica se han convertido en el granero de creyentes y sacerdotes.
Nuestro santo Padre, hombre sabio donde los haya, no puede estar menos que preocupado por este problema y ve con claridad que una buena solución es volver, en la medida de lo posible, a los tiempos de la Edad Media. En Occidente ese regreso se hace complicado, aunque la crisis económica puede venir en nuestra ayuda, pero en África, con una esperanza de vida que cada año va en retroceso gracias entre otras cosas al SIDA, el milagro es posible. Por lo tanto, abajo los preservativos y bienvenido sea el SIDA, si sirve para que nos aproximemos a Dios.