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El santo PP

Muchos jóvenes no encontrarán empleo decente, pero viendo al Papa y confesando todo tiene solución. Benedicto XVI criticó a aquellos “que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos”. Pero no, no se refería a las autoridades eclesiásticas, a los más fuertes o a los divinos mercados financieros.

Cree que la economía no representa sólo el beneficio sino la solidaridad. Pues sí. Podía habérselo dicho directamente a los ricachones y a los empresarios del mundo hace tiempo. No. Los propios magnates franceses solicitan abonar más impuestos por razones solidarias. Más vale tarde que nunca, aunque el gesto no es suficiente para salir de la crisis de un capitalismo asentado en este desorden y abanderado por los más poderosos.

En la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa habló de la mediocridad y de la visión utilitarista de la educación. Esto, queriendo o sin querer, supone situar el dedo en una deshumanización social en la que las personas son meros ingredientes de una chirriante maquinaria.

Si los fundamentalismos de una clase u otra no resultan plausibles, tampoco se puede aplaudir la “radicalidad evangélica” defendida por Ratzinger. Y muchísimo menos en sociedades con el carácter de la pluralidad y la libertad religiosa. El Estado, en teoría, es aconfesional y sólo basta una buena dosis de ética y de derechos humanos. Derechos en fase de derribo por actitudes, vengan de donde fuere, con la marca de la derecha.

Naturalmente, no estamos a favor de los abusos, de los totalitarismos y del afán de poder, tres cuestiones que condena el Papa y que sirven como alimento a los moradores de las más altas cumbres económicas, políticas e incluso religiosas. Así nos va, claro.

Los jóvenes peregrinos recibieron un “mensaje de amor a la verdad y la justicia”. Ninguna de las dos cosas es respetada por los dueños del globo con el beneplácito de la legalidad vigente. “Sufrir con el otro, por los otros”… Vale. Ellos elaboran buena parte del sufrimiento ajeno, se lavan las manos o se las frotan muy felices.

Benedicto XVI pide a la multitud que vaya a misa los domingos, que se confiese y que rece. El personal puede hacerlo si lo desea. “El espíritu no vale un pimiento sin un poco de ejercicio”, afirma Clint Eastwood en su película El jinete pálido. O sin pan y sin un empleo digno y bien remunerado dentro de unas libertades bien protegidas y de un Estado de Bienestar en condiciones óptimas. A los peces gordos habría que imponer una fuerte penitencia.

Rajoy habló con el Pontífice y está de lo más contento. Está más guapo desde entonces, lleva una corona de santurrón y le han salido dos alas. Listo y preparado para encarar las próximas elecciones generales del 20-N con su mochila llena de principios y valores. La sociedad con buenos fundamentos que defiende es más de lo mismo o una doble ración de la misma sopa.

Este señor estuvo meditando en El Retiro y los jóvenes católicos le dieron ánimos. La familia marianista le brinda apoyo y él pretende ejercer su misión evangelizadora para que los electores elijan al santo grupo de los populares. Los mejores expertos en intolerancia y fanatismo suelen tachar de intolerantes y fanáticos al que discrepa.

Vaya nuestro rechazo hacia cualquier tipo de agresión o de insultos. Desde luego, los incidentes acaecidos en Madrid necesitan investigación y respuesta veraz. La jerarquía de la Iglesia consigue de nuevo poner de rodillas a las instituciones del Estado. O sea, que el nacionalcatolicismo no ha muerto completamente. El candidato Mariano Rajoy se persigna, dice amén y espera darle aire si gana en las urnas.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos

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