Juan José Asenjo ocupó un puesto clave en la Conferencia Episcopal el año en que Aznar amplió el privilegio eclesiástico para registrar monumentos de carácter religioso.
El conocido como obispo inmatriculador entre las asociaciones patrimonialistas será premiado con una calle en Sevilla, tal como anunció el pasado miércoles el propio alcalde, José Luis Sanz, en sus redes sociales. En un mensaje en su red social X, donde aparece en una fotografía junto al arzobispo emérito Juan José Asenjo, reconoció su labor como “defensor férreo del patrimonio, la cultura, las obras sociales y la religiosidad en la ciudad”.
El alcalde no citó, como era previsible, el decisivo papel que el prelado ha jugado en los últimos veinticinco años como impulsor clave en la operación de las inmatriculaciones eclesiásticas, que han permitido privatizar miles de bienes del patrimonio histórico a través de un controvertido subterfugio jurídico del ya derogado artículo 206 de la Ley Hipotecaria.
De hecho, Asenjo ha sido el obispo que ha inmatriculado dos monumentos esenciales del legado cultural andaluz y español: la Mezquita de Córdoba y la Giralda de Sevilla. El fabuloso templo omeya lo inscribió en la más absoluta opacidad cuando presidía la diócesis cordobesa en 2006, mientras que la Giralda la consignó como “otras dependencias” cuando registró la Catedral hispalense en el año 2010.
Ambos bienes, incluidos por la Unesco en el listado del Patrimonio Mundial, fueron inmatriculados por el jerarca eclesiástico bajo el argumento de su “consagración” al catolicismo y la “posesión inmemorial” en el tiempo.
Desde su toma de posesión en el Arzobispado de Sevilla en enero de 2009, desarrolló una intensa actividad inmatriculadora. Apenas siete meses después ya había inscrito la capilla del Gran Poder, propiedad de una popular hermandad sevillana, que acreditó documentación precisa que certificaba su titularidad.
Aquella no fue la única capilla de propiedad cofrade que inscribió a nombre de la Iglesia. Después vinieron la Exaltación, la Quinta Angustia y alguna otra más. En medio de un revuelo considerable, el arzobispo se vio obligado a dar marcha atrás y modificar las notas registrales en favor de las hermandades expoliadas. Apenas un año después, se anotó la Giralda.
La inscripción de las dos joyas andalusíes por parte del mismo purpurado no parece fruto de una mera casualidad. Todo parece indicar que Asenjo fue una pieza clave en la operación política y eclesiástica que concluyó con la reforma hipotecaria promovida por el Gobierno de Aznar en 1998, que extendió el privilegio inmatriculador de los obispos a los templos de culto.
Hasta ese momento, los bienes de carácter religioso no podían acceder al registro de la propiedad privada, ya que históricamente habían recibido una categoría jurídica asimilada al dominio público. Pero aquella simple modificación del artículo 206 permitió la privatización de miles de monumentos del patrimonio histórico español.
El mismo año en que el Gobierno del PP preparaba la polémica reforma hipotecaria, Juan José Asenjo era miembro de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural y copresidente de la Comisión Mixta para el seguimiento del Plan Nacional de Catedrales (1998-2003). No hay que hilar muy fino para deducir que el arzobispo emérito de Sevilla jugó un papel central en las negociaciones entre la jerarquía católica y el Gobierno de Aznar para ejecutar una pequeña reforma hipotecaria que iba a tener una enorme trascendencia histórica.
“Darle una calle a Asenjo es una barrabasada”, declara Guillermo Casellas, coportavoz de la Plataforma en Defensa del Patrimonio de Sevilla, muy activa en la denuncia de las inmatriculaciones eclesiásticas. No es el primer reconocimiento municipal al arzobispo emérito. En 2020, el entonces alcalde socialista Juan Espadas le concedió la distinción de Hijo Adoptivo.
“Si ya entonces se cometió un error, ahora ponerle una calle tendrá más repercusión porque será más visible y perenne”, lamenta. En aquella ocasión, la plataforma se movilizó para expresar su protesta en el mismo acto del reconocimiento municipal al prelado.
La futura calle de Asenjo estará situada junto al Seminario Metropolitano, uno de los empeños esenciales del diocesano. En esta zona también tiene su sede la Facultad de Teología San Isidoro, en cuya fundación el arzobispo emérito entregó tiempo y esfuerzo. Juan José Asenjo tomó posesión de su cargo el 17 de enero de 2009 y renunció el 17 de abril de 2021, poco después de cumplir los 75 años. José Ángel Saiz Meneses lo sustituyó.
El nuevo homenaje municipal a Asenjo tampoco ha sido del agrado de la coordinadora Recuperando, que agrupa a más de treinta organizaciones patrimonialistas. “No se merece una calle”, asegura su portavoz, Andrés Valentín. “Se la merecería si pidiese al Gobierno una modificación normativa para revertir las inmatriculaciones o que la Iglesia retirase todos los expedientes del registro”. En su opinión, el arzobispo emérito ha sido una “punta de lanza” de la jerarquía católica en todo el proceso inmatriculador y por su inscripción de la Mezquita y la Giralda.
Andrés Valentín está convencido de que la reforma hipotecaria de 1998 fue una “operación concertada” con la Iglesia católica. “Sin duda”, subraya. “No creo que entre las prioridades de Aznar figurase la reforma hipotecaria. Alguien se la puso en la mesa y no puede ser otro que la Iglesia”.
La jerarquía católica llevaba años protestando por su “trato discriminatorio” frente a otras confesiones, al no poder inscribir bienes dedicados al culto. Aznar cambió la ley para corregir la inconstitucionalidad de esa restricción, pero, en cambio, mantuvo el privilegio episcopal de las autocertificaciones diocesanas, que también vulneraban claramente la Norma Suprema de 1978.
La inmatriculación de la Catedral de Sevilla incluía también la inscripción de la Giralda y el Patio de los Naranjos, cuyo uso popular histórico fue interrumpido bruscamente por el Arzobispado. La jerarquía católica hispalense lo cerró al público para explotarlo económicamente ante el auge del turismo.
Dicha clausura provocó la indignación de numerosos colectivos, entre ellos la Plataforma en Defensa del Patrimonio de Sevilla, que ha llevado el caso al Defensor del Pueblo Andaluz. Desde inicios de año, el colectivo mantiene una protesta el tercer jueves de cada mes en la puerta del Patio de los Naranjos.
“Asenjo era la mano derecha de Rouco Varela”, sostiene Casellas. “Y no es casualidad que fuera designado obispo de Córdoba primero, y de Sevilla después. Era el único obispo valiente para inmatricular la Mezquita y la Giralda”. El portavoz de la Plataforma sevillana cree que el anterior arzobispo, Carlos Amigo, se negó a inmatricular el monumento andalusí hispalense y tuvo que ser Asenjo quien ejecutara su inscripción. “Monseñor Amigo tuvo que haber sido cardenal mucho antes y fue castigado por su negativa”, apunta Casellas.
La prensa local sevillana, por su parte, valora la labor de Asenjo en la recuperación del patrimonio histórico-artístico de la Archidiócesis. “Era una de sus grandes pasiones”, indica el Diario de Sevilla. Entre sus logros, señala la rehabilitación de Santa Catalina y la reforma del convento de Santa Clara.