Francisco visita Lituania, Letonia y Estonia en un movimiento estratégico con la vista puesta en los conflictos con la Iglesia ortodoxa de Moscú y la crisis ucrania
El Papa ha llegado este sábado a Lituania, desde donde viajará también hasta el próximo martes a Letonia y Estonia. Hacía 25 años que un pontífice no pisaba los países bálticos, una zona poco católica, pero de alta importancia estratégica política y religiosa. El último fue Juan Pablo II y la simbología entonces era muy distinta, aunque siempre pegada al relato de los confines con el omnipresente vecino ruso. Se celebraba entonces la independencia de la Unión Soviética y del abandono de las costumbres comunistas. Las tropas todavía estaban retirándose y el Papa polaco era el emblema del deshielo entre los dos mundos.
La influencia de la Rusia actual sigue enorme y, por motivos distintos, su presencia planeará sobre este viaje. Una visita que, además coincidirá con los 100 años de la otra liberación, la de la Rusia de los zares en 1918. Dos efemérides que señalan en una dirección muy clara para interpretar los gestos de este viaje.
Francisco no viaja al Báltico por su enorme población católica. No habrá grandes recibimientos ni le abrazará el fervor habitual en las misas masivas. Los tres países –miembros de la UE- son muy diferentes entre sí en cuanto a inclinaciones religiosas. Lituania, el epicentro del viaje, es el único país del norte de Europa con mayoría católica (77%) y es el lugar donde su visita ha generado más expectación. Ese será el cuartel general. En el caso de Letonia, la Iglesia luterana está a la cabeza seguida por la católica, que tiene un peso específico menor.
Estonia, uno de los países más ateos del mundo, es la parte más particular del viaje. Cuenta solamente con un 30% de creyentes, de los cuales, la mitad son luteranos y casi la otra mitad ortodoxos. La comunidad católica de este país apenas alcanza los 6.000 fieles. Una minoría casi imperceptible en un Estado que, a diferencia de los otros dos, ha superado un cierto relato crepuscular a través de la tecnología y la digitalización de toda la administración pública.
La amenaza del vecino crece a medida que lo hace el conflicto entre Putin y Trump. Estonia ha edificado un muro con su vecino y las fronteras, militarizadas con crecientes contingentes de la OTAN –a la que pertenecen los tres países-, advierten también de una guerra que se libra a través de las distintas iglesias ortodoxas, con la vista puesta directamente en el conflicto de Ucrania, cuya Iglesia prepara ya la independencia del patriarcado de Moscú. La iglesia ecuménica de Constantinopla, coordinadora y primus inter pares de las iglesias ortodoxas, con cuyo patriarca el Papa mantiene muy buena relación, ha decidido reconocer la independencia de los ortodoxos ucranios como “iglesia local”. Un movimiento que incomoda a Moscú y añade tensión a los equilibrios que se propone buscar el Papa en la zona.
Francisco mantendrá dos encuentros ecuménicos en Tallin y Riga. Jorge Mario Bergoglio quiere reforzar los lazos con el resto de cristianos presentes en estos países, junto a los que hay una relación fluida, especialmente con la iglesia luterana (que prestará dos de las catedrales para los encuentros). Por este motivo participará en una oración ecuménica en Riga el lunes y se reunirá con jóvenes en Tallin el martes. A esa reunión no acudirá finamente el nuevo metropolitano de Estonia, como estaba previsto con su predecesor, que murió en abril. La Iglesia ortodoxa letona está bajo la jurisdicción del Patriarcado de Moscú que, entre otras cosas, nunca ha visto con buenos ojos la ansiada visita del Papa a Rusia. Un viaje que, junto al inminente deshielo de las relaciones diplomáticas y religiosas con China, supondría un cambio de rumbo histórico en la Iglesia católica.
Mientras tanto, Francisco se limitará a conmemorar la lejanía de los ecos de la II Guerra Mundial y los estragos que causaron en los países bálticos durante muchos años después. El domingo visitará el gigantesco Museo de la Ocupación -tanto la nazi como la soviética- y el gueto de Vilna, justo en el 75 aniversario de su destrucción por los nazis. El actual centro fue, en realidad, el cuartel general y la cárcel de la Gestapo entre 1941 y 1944. Luego la KGB le dio el mismo uso desde ese año, que paso a sus manos, hasta 1953. La visita del Papa recorrerá algunos de los lugares donde fueron torturados opositores políticos, católicos y sacerdotes luteranos.
La Iglesia Católica, acribillada con cientos de curas detenidos y deportados a campos de concentración, jugó un papel importante en la resistencia pacífica al régimen totalitario estalinista, sobre todo en Lituania. Por ello, a última hora se sumó al programa oficial de la visita una parada de «gran importancia» para el portavoz del Vaticano, Greg Burke: el monumento que conmemora el gran Gueto de Vilna, donde vivieron cerca 29.000 judíos aniquilados durante la invasión nazi. La destrucción de este lugar se produjo el 23 de septiembre de 1943, día en el que cada año se conmemora el Genocidio lituano: prácticamente todos los 210.000 judíos del país fueron asesinados.