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El Papa, en el país de los ateos

Benedicto XVI recuerda sus raíces a la República Checa, con un 59% de no creyentes e indiferentes a la visita

La visita de tres días a la República Checa que el Papa comenzó ayer oculta aspectos interesantes, pese a presentarse como de perfil bajo. De hecho, gran parte de la prensa le ha dado esquinazo. Benedicto XVI es dificilísimo de vender mediáticamente y, por desgracia para él, sólo tiene protagonismo en polémicas. En realidad es su primer viaje a un país que se declara abrumadoramente ateo, en un 59%, caso único en Europa, junto a Estonia. Antes del comunismo era creyente, ahora los fieles son un 29%.
Ratzinger, en sus doce viajes, ha pisado países muy católicos, otros descreídos o de otras confesiones, pero nunca simplemente ajenos a toda religión. Ayer en Praga, muy soleada, reinaba la indiferencia. En las calles no había ni una sola banderita vaticana ni fotos del pontífice. Apenas le esperaba gente en el centro, salvo los turistas que, por casualidad, se toparon con la visita. Casi no había vallas de seguridad. Seguramente hoy en Brno, capital morava de mayoría católica, será distinto. Pero es improbable que se vean las masas de medio millón de personas que recibieron a Juan Pablo II en 1990, justo después de la caída del Muro y la 'Revolución de Terciopelo'. Wojtyla era uno de los símbolos de la libertad.
Veinte años después, Benedicto XVI celebra ese aniversario pero, obviamente, está preocupado. En su opinión, los checos se están equivocando en el uso de esa libertad, que sólo cobraría sentido si parte de la verdad. Para él, claro está, es la fe católica. Fue la palabra que más repitió ayer en sus tres discursos (en el aeropuerto, ante las autoridades y ante el clero), subrayando el lema de la nación, 'Pravda Vítezí' ('La verdad vence'). Para Ratzinger es como si la República Checa estuviera traicionando sus ideales y su identidad real, pues su gran objetivo en este viaje es recordar la fuerte raíz cristiana del país. En este sentido, estando en el centro del continente, es un modelo a escala del drama que el Papa ve en Europa. Ayer visitó la célebre imagen del Niño Jesús, de gran tradición histórica, no dejó de citar a San Wenceslao, patrón nacional y cuya fiesta es mañana, y toda una lista de santos y religiosos locales, incluido el agustino Mendel, ejemplo de síntesis de fe y ciencia que resulta más moderno.
Revivir la caridad
«La sociedad lleva aún las heridas de la ideología atea y está fascinada de la moderna mentalidad de consumo hedonista, con una peligrosa crisis de valores y la deriva de un apabullante relativismo ético y cultural», dijo ante los obispos. Su receta, explicó en el avión a los periodistas, es hacer de la Iglesia «una minoría creativa», que se vuelque en el diálogo cultural con los agnósticos, en la educación de valores y en la caridad.
La Iglesia tiene más problemas. Aún no ha sido ratificado el concordato con la Santa Sede, rechazado por el Parlamento en 2002, otra rareza diplomática, y las propiedades eclesiásticas confiscadas por el régimen soviético ahora son del Estado. Como la misma catedral de San Vito, que se alza majestuosa sobre Praga. Ratzinger alabó ayer la ciudad, repleta de cúpulas y símbolos religiosos, pero dijo ante las autoridades: «¡Cómo sería de trágico si se admiraran tales ejemplos de belleza, ignorando el misterio trascendente que indican!». Pues es exactamente así como lo ven los checos.

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