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El Papa desarma el belén

La ubicación del nacimiento del Vaticano se traslada por sorpresa a Nazaret y puede perder por el camino mula, buey y pastores

EL nacimiento que se instalará este año en la plaza de San Pedro es más misterio que nunca. No se descubrirá hasta Nochebuena, pero hay cierta intriga porque el Vaticano ha decidido meterse en reformas de mobiliario e incluso en una mudanza. Por primera vez, la escenografía ya no se sitúa en Belén, sino en Nazaret, y por tanto no será en el famoso portal, sino en la casa de San José. Este sorprendente cambio de decorado obedece al afán de rigor y purismo de Benedicto XVI, muy puntilloso con la esencia del cristianismo y las fuentes literarias. La Santa Sede se inspiraba hasta ahora en el evangelio de San Lucas, pero la nueva referencia es el de San Mateo. Dice que José «cogió a María en su casa y sin que él la conociera dio a luz un hijo, que llamó Jesús». Y San José vivía en Nazaret.

A ver quién se lo dice ahora a los vecinos de Belén, en Cisjordania, que hasta tienen una basílica del siglo IV sobre el lugar del nacimiento de Cristo, bien marcado en el suelo. Estas pequeñas contradicciones nunca han sido un problema para la Iglesia, pero es que la decisión de Ratzinger puede acarrear más consecuencias.

Mula sí, mula no

Por ejemplo, ahora se pone en duda si aparecerán en escena la mula y el buey, pues parece que son un invento de los evangelios apócrifos. Del mismo modo, pueden desaparecer los pastorcitos, pues los colocó en el portal San Lucas, pero no San Mateo. La prensa italiana se ha hecho un lío y hasta teme la ausencia de los Reyes Magos. Sin embargo aquí, en teoría, se equivocan, pues precisamente San Mateo es el único que los menciona. Aunque no eran ni reyes ni magos, sino sacerdotes zoroastrianos, y en ningún sitio pone cuántos eran ni cómo se llamaban. Eso se ha inventado después y, de todos modos, los evangelios están escritos de oídas, décadas después de la muerte de Cristo.

Como se ve, el belén está armado entre Mateo y Lucas, pues Marcos y Juan no tocan el tema. Lucas sitúa la acción en Belén por culpa de la burocracia: José tuvo que ir para allá para apuntarse en el censo. Sin embargo, pese a la tradición de Belén -en castellano da nombre al mismo nacimiento-, el Vaticano quiere recuperar Nazaret, también muy ligado a la fe.

La Santa Sede ha adelantado que «la escenografía refleja la realidad palestina y sus típicas arquitecturas» y que a ambos lados del nacimiento estarán la carpintería de José y una posada, «símbolo de vida colectiva». El asunto ha dado que hablar y, curiosamente, alguien como el director de cine Franco Zefirelli, responsable de óperas recargadas como tartas nupciales de nueve pisos, está muy de acuerdo con el cambio, pues adora la ortodoxia de Ratzinger y odia la exageración en lo sagrado.

En Italia, el tema del belén es muy sentido. Como casi todo lo teatral, es italiano. Lo inventó San Francisco de Asís en el siglo XIII y se extendió rápidamente, especialmente en Nápoles, donde aún hoy es un arte, aunque también hay belenes muy falleros, con figuritas de famosos, en la famosa calle de San Gregorio Armeno.

Luego pasó a España, a través de los borbones.

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