El señor Munilla, obispo católico de San Sebastián, engaña de la manera más vil y torticera cuando dice que la asignatura de religión está acosada. Parece mentira que uno de los mandamientos de su religión sea el de “no mentirás” porque, como dice la copla, miente más que parpadea. ¿Por qué este señor pone de víctima a la Iglesia Católica, cuando es precisamente está confesión religiosa la gran privilegiada del sistema educativo español?
Todo el mundo sabe que a los profesores de religión los nombran los obispos a dedo y que los pagamos todos, que la mayor parte de los colegios privados son católicos, y que todavía muchos crucifijos cuelgan de las paredes de numerosas aulas del país. Sin embargo, no voy a hablar de esto, sino que voy a sacar a la luz un desagradable episodio desconocido por la opinión pública, ocurrido en la Universidad de Málaga. Si Munilla quiere hablar de acoso, pues hablemos.
Las universidades en todo el continente estamos construyendo el Espacio Europeo de Educación Superior (el EEES). En este proceso de integración, ha habido que confeccionar nuevos planes de estudio de cada una de nuestras carreras, que antes de ser ofrecidos a la sociedad deben contar con el visto bueno de la ANECA, de acuerdo con los pactos firmados en Europa.
Europa recomienda que la Universidad pública no debe incorporar ‘didáctica de la religión católica’ en sus planes de estudio de Ciencias de la Educación. Por tanto, los nuevos planes de las carreras de educación de la Universidad de Málaga (UMA) prescindían de tales asignaturas (tal como recomiendan los acuerdos europeos sobre la materia), que impartían sacerdotes de la provincia (sin haber hecho las pertinentes oposiciones a profesor de universidad).
Hace unas semanas, con el nuevo plan de estudios de Ciencias de la Educación ya en marcha, se presentaron en la facultad de la UMA una delegación de sacerdotes, enviados por el obispo de Málaga, para presionar al decano para que incorporase de nuevo la enseñanza católica en las titulaciones. Aunque la propia facultad previamente acordó suprimir la religión de los planes de estudio, se convocó una Junta de Centro (órgano democrático de gobierno de las facultades, en el que están representados profesores, personal de administración y servicios y estudiantes) para tratar la petición de los curas.
El decanato de dicha facultad recibió una comunicación de la Rectora solicitando que se hiciesen los cambios oportunos para dar de nuevo cabida, contra la recomendación del EEES, a la religión. La Junta de Centro, rechazó por una holgada mayoría esa propuesta. A los pocos días, el decanato vuelve a recibir otra comunicación del rectorado en el que ya no se le pide, sino que se le obliga (apelando al dichoso Concordato) a restaurar la educación católica en la Universidad. Y así se ha hecho: La religión ha vuelto a la UMA de la forma más antidemocrática y autoritaria posible. Cuando no se tiene la razón no queda más remedio que recurrir a la fuerza, y poco debe tener de bueno una confesión religiosa que usa el Concordato y los cojones para conseguir sus objetivos particulares.
Señor Munilla y señores obispos: ¿Quién acosa a quién? Qué poder no tendrán ustedes, que son capaces de saltarse los procedimientos administrativos en un país democrático, que son capaces de echar a temblar a toda una rectora y son capaces de poner de rodillas a toda una comunidad educativa por imperativo legal.
Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga
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