La orientación sexual ni se elige ni se cura, por mucho que lo crea el obispo de Alcalá
Las terapias de conversión de la orientación sexual no están prohibidas en Madrid por capricho del legislador. Son ilegales porque está más que acreditado el daño psicológico que provocan en aquellos que pasan por esta falsa curación
La ley de Protección Integral contra la LGTBfobia de Madrid es bastante clara. Artículo 70.4.C: es una infracción muy grave «la promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias».
Y justo eso es lo que está pasando en el Obispado de Alcalá, con la bendición del obispo Reig Pla. Con el presupuesto de la Iglesia Católica, un grupo de falsos especialistas están realizando terapias ilegales, homófobas y clandestinas para curar la homosexualidad. Entre los pacientes de este grupo de integristas religiosos hay incluso menores de edad, adolescentes presionados por su familia para someterse a estas terapias psicológicas tan dañinas.
La investigación del periodista Ángel Villascusa, infiltrado en estas terapias ilegales para contárselo a los socios y lectores de eldiario.es, ha provocado una consecuencia inesperada: una avalancha de testimonios de personas que han pasado voluntariamente por estos tratamientos y que defienden su utilidad para «sanar la herida» de la atracción que sienten por personas de su mismo sexo.
Un sacerdote que forma parte de la organización que realiza estas terapias envió a sus pacientes un llamamiento por correo electrónicopara que nos contaran su «testimonio y protesta» sobre cómo han salido «del infierno de la homosexualidad». Que nos narraran sus historias sobre «la tiranía de la ideología de género y la cultura gay».
A raíz de este llamamiento, nos han llegado muchas cartas de personas que dicen haber sido «curadas» de su homosexualidad por esta organización. Son historias muy tristes, porque es fácil leer en la mayoría de ellas el trauma que supone reprimir su propia orientación sexual.
Hemos decidido publicar estas cartas, preservando el anonimato de quienes nos las envían. No solo por respetar el derecho a la réplica de cualquier afectado por una noticia, sino porque confirman punto por punto nuestra información y también el enorme daño que estas falsas terapias provocan en quienes las sufren. A pesar de lo que dice el obispado, que acusa a eldiario.es de mentir, no se trata de «acompañamiento pastoral». Son terapias que aplican a personas que niegan su orientación sexual y creen que su deseo por personas del mismo sexo es consecuencia de un trauma infantil, una suerte de enfermedad mental que se cura con terapia y oración.
Las terapias de conversión de la orientación sexual no están prohibidas en Madrid por capricho del poder legislador –por cierto, la ley fue aprobada por inédita unanimidad de todos los partidos en la Asamblea de Madrid–. Son ilegales porque está más que acreditado el daño psicológico que provocan en aquellos que pasan por esta falsa curación. Tanto en quienes se dan cuenta de ese daño –hoy también aportamos varios testimonios en primera persona– como quienes se creen «curados» y reprimen su deseo a cambio de una vida de abstinencia sexual y oración.
«Las personas que reciben este tipo de técnicas tienen su sexualidad profundamente deteriorada. Lo máximo que consiguen es que las víctimas repriman su sexualidad y castren su personalidad», explica el psicólogo Gabriel J. Martín en esta interesante entrevista. Quienes aplican estas falsas terapias homófobas, probablemente convencidas de su bondad, «causan un perjuicio tremendo a las personas que las sufren y hacen que desarrollen una aversión hacia sí mismas y su propia afectividad».
La homosexualidad no es una enfermedad. No es un trauma provocado por «el espiritismo», «la muerte de un hermano» o «la fecundación in vitro», como aseguran estos falsos terapeutas. La orientación sexual ni se elige ni se cura, por mucho que lo crea el obispo de Alcalá.
Ignacio Escolar