Ha habido bastante material escrito críticamente sobre los movimientos que niegan el valor preventivo de las vacunas anti-Covid19 y que se oponen a su obligatoriedad en base, no solo a su supuesta violación de los derechos humanos de la persona a la que se le obliga a vacunarse, sino también a su supuesta ineficacia (pues no logra alcanzar su objetivo que debiera ser que la gente no se infecte, caiga enferma o se muera) o/a su malignidad (es decir que puedan causar más daño que beneficio). He escrito extensamente sobre estos movimientos y no pienso extenderme aquí en lo dicho en artículos anteriores (ver mi artículo «La irresoluble pandemia requiere cambios más profundos de los que se están considerando para evitar su cronificación» Público, 17/8/2021). Aquí quiero centrarme en otro tipo de movimientos, que, aunque tiene características comunes con la anti-vacuna, son distintos. Me estoy refiriendo a los movimientos que van más allá que la anti-vacuna negando la eficacia de las medidas promovidas por las agencias de salud pública que han sido aplicadas por la mayoría de los gobiernos a los dos lados del Atlántico Norte para controlar la pandemia. Estas medidas incluyen un amplio tipo de intervenciones obligatorias que van desde la obligatoriedad de llevar mascarilla y mantener un distanciamiento físico entre las personas, hasta la normativa de evitar espacios comunes como restaurantes, bares, lugares de ocio y otros, o incluso de confinamiento en casa e irrupción de movilidad y control de transportes y de fronteras.
Este movimiento anti-medidas gubernamentales obligatorias coincide con los movimientos anti-vacunas en el argumento de que tales medidas son violadoras de los derechos humanos (al intentar forzar a la población a adoptar medidas anti-pandemia), además de ser ineficaces en su objetivo de reducir la mortalidad por COVID19. Pero lo que es particular y característico de este otro movimiento es que asume que tales intervenciones, además de ser erróneas e ineficaces, son perjudiciales a la economía del país. Este argumento tiene gran importancia en este segundo movimiento anti-medidas obligatorias de salud pública, que por economía entiende los intereses empresariales afectados por la aplicación de aquellas medidas. De ahí se deriva el gran apoyo y gran promoción de tales argumentos por parte de los mayores medios de información próximos al trumpismo en EEUU (la ultraderecha estadounidense), tales como Fox News, el New York Post, el Washington Times, e incluso el Wall Street Journal, entre otros, que con gran agresividad y manipulación de la información están promoviendo argumentos contra las políticas de salud pública estadunidense en su campaña de control de la pandemia, priorizando el mantenimiento del crecimiento económico sobre las medidas obligatorias de salud pública, a las cuales consideran ineficaces.
En España, tales voces trumpistas aparecen primordialmente en la ultraderecha, como en el partido VOX, pero también en el Partido Popular, donde la señora Ayuso, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha destacado por su conocida animosidad hacia las medidas sanitarias y de salud pública obligatorias que han estado promovidas por el gobierno español y por la Organización Mundial de la Salud. La sintonía de estos sectores en España con el trumpismo estadunidense, aparte de ideológica, lo es también en estrategia y mecanismos de acción política. De tal manera que no sorprende que la señora Ayuso se este apoyando en material desinformativo que de los medios de ultraderecha estadunidense (FOX News entre otros) han estado distribuyendo para promocionar sus tesis.
Cómo el trumpismo estadounidense se reproduce en España por la señora Ayuso
El mayor problema de los que niegan el valor de las medidas de prevención de las pandemias a través de medidas obligatorias, como hace la señora Ayuso, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, es la falta de credibilidad científica de sus argumentos. De ahí que fue una noticia muy sorprendente que de pronto apareciera en EEUU un informe de un supuesto grupo de expertos en la pandemia, que concluyera qué todas las medidas obligatorias que se han estado aplicando «no han tenido ningún impacto en reducir la mortalidad por COVID-19. En realidad, el impacto ha sido muy pequeño o ninguno«. Y lo que fue todavía más sorprendente es que se presentará tal informe como un informe de Johns Hopkins. Tal universidad, The Johns Hopkins University, es una de las universidades de Estados Unidos que ha estado trabajando más en el tema de la pandemia y que además goza de gran prestigio internacional en temas de salud pública, política sanitaria y política social. De ahí que los medios afines al trumpismo, como FOX News, entre otros, hayan estado promoviendo este informe presentándolo como «un informe de Hopkins,» el cual tiene el logo de la universidad ocupando casi la mitad de su portada. El mensaje promovido por los medios trumpistas era que la ciencia les daba la razón a los negacioncitas. Y solo un par de días después que la noticia apareciera en Estados Unidos, la Señora Ayuso publicó un tweet, cuya primera parte reproducía la conclusión de aquel supuesto informe de Hopkins: «todas las medidas obligatorias que se han estado aplicando durante la pandemia no han tenido ningún impacto en reducir la mortalidad por COVID-19. En realidad, el impacto ha sido muy poco o ninguno«. La segunda parte del tweet señalaba la autoría de tal frase atribuyéndola a «un grupo de investigadores de la Johns Hopkins«, para terminar el tweet afirmando de que la ciencia apoyaba su oposición a aquellas medidas que habían sido ordenadas por el gobierno Español, subrayando que «Teníamos razón. Madrid Abierto es lo mejor para hacer frente a la pandemia«. «Madrid Abierto» era y continúa siendo el eslogan que la señora Ayuso usa a favor de eliminar las medidas de confinamiento que se habían aplicado primordialmente al principio de la pandemia por parte del Gobierno Español, liderando la campaña para eliminar estas restricciones.
Problemas con el tweet negacionista de Ayuso
El mayor problema con este tweet de la señora Ayuso es que no es lo que se asume que es. Este trabajo escrito por tres economistas (de los cuales solo uno, Steve Hanke, es profesor de Hopkins), no es un artículo académico que haya sido publicado en una revista científica tras ser evaluado por expertos en la materia (a peer review article), sino que es un informe que define una postura mas política que científica, ampliamente criticado por conocidos expertos en las distintas áreas referidas en el informe por su muy deficiente metodología y por su selección muy sesgada de los datos y referencias, ignorando en su revisión bibliográfica la gran mayoría de estudios publicados que presentan evidencia contraria a su tesis . El profesor Steve Hanke quien fue asesor del gobierno Reagan, es conocido por la beligerancia en su discurso, habiendo insultado recientemente a los gobiernos alemanes y francés de ser fascistas debido a sus políticas de contención de la pandemia a través del confinamiento de la población en el inicio de la misma. Tal profesor es uno de los directores del Instituto CATO, promotor, entre muchas otras medidas ultraliberales, de la total privatización de la Seguridad Social en EEUU.
El mal llamado informe Hopkins no es pues un informe o documento oficial de Hopkins. En realidad, el Vice Decano de la Escuela de Salud Pública de tal Universidad, el Profesor Joshua Sharfstein, ha indicado que «tal documento no refleja ni la postura de la Universidad ni de la Escuela de Salud Publica« y podría añadirse, ni de la gran mayoría de profesionales que están trabajando en tal universidad en el tema de la pandemia. Como bien señaló el Vice Decano «Esta demostrado que el COVID-19 esta causado por un virus SARS-COV-2, que es un virus de contagio respiratorio que se transmite entre personas. De ello se deriva que reducir la transmisión de tal virus es esencial para reducir el numero de contagios, el numero de hospitalizaciones y el numero de muertos«.
La enorme ignorancia de los negacionistas
El hecho de que el virus causante de la pandemia tenga su preferente área de incubación en la vía respiratoria, implica que un medio especial de transmisión sea el aire que se respira. De ahí que medidas como la utilización de las mascarillas, el mantenimiento de distancia entre personas, el control y ventilación de los espacios habitados, así como en casos excepcionales , el confinamiento de la población, fueron y siguen siendo medidas necesarias para prevenir la expansión del virus, la enfermedad y mortalidad por él creadas. Y la obligatoriedad de estas medidas, incluyendo el confinamiento, fue aplicada para disminuir el impacto nocivo del Covid-19, lo cual fue determinante para que disminuyera la mortalidad, primordialmente al principio de la pandemia, cuando no había todavía vacunas disponibles y la población no tenia ninguna inmunidad que les protegiera. La evidencia científica publicada en revistas científicas de gran prestigio y credibilidad es abrumadora.
De ahí que haya un consenso en la comunidad científica que trabaja en salud pública de que estas medidas son importantísimas y necesarias para poder controlar la pandemia. Y las diferencias en cuanto al tratamiento de la pandemia no son tanto en cuanto a su obligatoriedad sino a la forma y tipo de aplicación, incluyendo el momento especifico en la evolución de la pandemia en que deben aplicarse. Por lo demás, repito, hay un consenso científico entre los expertos en salud pública de la necesidad y obligatoriedad de estas medidas. Es importante enfatizar este punto, sobre todo en este momento en el que se habla de la necesidad de alcanzar la normalización, pasando a considerar esta pandemia como una epidemia como la gripe, relajando y/o eliminando tales medidas.
El covid-19 no es equivalente a la gripe
Desde el principio ha habido un intento de relativizar y minimizar la gravedad de la pandemia por parte de los trumpistas para justificar su inatención a las medidas promovidas por las agencias de salud publica. Y fue el trumpismo quien desde el principio manifestó que el COVID-19 no era peor que la gripe y que por lo tanto no se requerían de las medidas propuestas por las agencias de salud publica. Los datos, sin embargo, muestran la falsedad de tal postura. Durante los últimos diez años en España, la mortalidad debido a la gripe en el peor de sus años, el 2017 (temporada 2017-2018), fue de alrededor de 15.000 muertos. En los otros años la mortalidad varió entre 3.000 y 5.000 muertos. Concretamente en el año 2019 (temporada2019-20) fue de 3.900 muertos. Estas cifras son mucho menores que la mortalidad causada por COVID-19, que fue de 1ro de Marzo de 2020 al 1ro de Marzo del 2021 de alrededor de 70.000 muertos, y que ha sido desde el 1ro de Marzo del 2021 hasta el 27 de Febrero del 2022 de aproximadamente 30.000 muertes. Es más, la enfermedad por COVID-19 es mucho peor que la enfermedad de la gripe con secuelas mucho mayores. Hablar de semejanza en cuanto a su gravedad es profundamente erróneo.
Por otra parte, la inmunidad que se ha ido creando debido a la extensión de la enfermedad y también en gran parte debido a la vacunación, hace que la mortalidad así como la morbilidad (la tasa de enfermos) como consecuencia de la covid-19 haya ido bajando, lo cual en teoría podría reducirse a unos niveles semejantes a la gripe, pero estamos muy lejos de haber alcanzado este nivel. Existe un excesivo optimismo que es preocupante, pues al relajarse las medidas preventivas se estaría retrasando el mejoramiento de la situación, y lo peor es que podría dar pie a la aparición de nuevas variantes que además de ser más contagiosas, podrían también ser más virulentas.
De ahí que no es de extrañar que las agencias de salud pública y los mayores centros de investigación académica sobre la pandemia sean más cautelosos que los dirigentes políticos, más sensibles al cansancio y al agotamiento de la ciudadanía. El hecho de que el nivel de inmunidad esté alcanzando niveles muy elevados (al contrario de lo que pasaba al principio de la pandemia), explica que exista este descenso. Pero es un deber de los expertos en temas de pandemia, el ser más cautelosos, proponiendo una transición que garantice un descenso continuado de la mortalidad, dificultando que aparezca una reversión del proceso, aumentando la mortalidad por covid-19 de nuevo. Es cierto que un dato muy positivo es que la mortalidad por covid-19 ha estado descendiendo. Pero la realidad es que hoy, la mortalidad es mayor que la existente en Noviembre del 2021 (antes de que se iniciara la ultima ola) cuando las medidas preventivas como la utilización de la mascarilla eran obligatorias, medida que ahora con mortalidad muchísimo mayor dejará de serlo, exponiendo a la población a ser infectada de nuevo. Estamos ya ahora viendo nuevamente un aumento de contagios (que explica la parada en el descenso de mortalidad), que también se esta dando en países europeos que han estado relajándose en la aplicación de medidas preventivas, como Dinamarca, Gran Bretaña, Alemania, Holanda e Italia, entre otros. Y no hay duda de que ello se debe a tal relajación, así como a un descenso del efecto inmunizante de las vacunas (pues como en la gran mayoría de vacunas su capacidad de protección va disminuyendo, lo cual ha venido exigiendo revacunaciones, diferenciándose así de la vacunación contra la gripe, que por lo general es anual). Y otra causa del crecimiento de la mortalidad es la reciente aparición de una nueva variante B12 que es incluso mas contagiosa que Omicron. Ello explica que se haya enlentecido el descenso de la pandemia e incluso revertido.
Una última observación
Estamos viendo estos días un enorme crecimiento del militarismo en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte, como consecuencia de la guerra en Ucrania (Ver mi artículo «Causas y consecuencias de la guerra de Ucrania«, Público, 14 de Marzo de 2022). Esta militarización está significando un «dejar de lado» a los temas tan urgentes e importantes para la vida de la mayoría de las poblaciones como son (1) la propia pandemia, (2) la enorme crisis social y del bienestar de las clases populares, que existía ya antes de la pandemia y que ésta ha acentuado, (3) y la dramática crisis climática. Todas ellas esta creando muchas más muertes que la Guerra de Ucrania. Sin desmerecer la importancia de analizar el porque de aquella guerra y las medidas que debieran tomarse para resolverla y prevenirla (y que no será a base de aumentar el gasto militar) el hecho es que tal guerra y la movilización de las banderas y de las tropas se está, una vez más, utilizando a los dos lados del Atlántico, incluyendo España, para no resolver los problemas de la vida cotidiana de la gente normal y corriente, que es siempre la que paga los costes de las guerras. Así de claro.