El modelo de financiación propuesto ayer por el PSOE está inspirado en el modelo alemán, aunque sin pretender copiarlo íntegramente. En Alemania, por ejemplo, todos los creyentes bautizados (católicos y protestantes) están obligados a pagar el llamado impuesto eclesiástico si tienen capacidad fiscal para ello. Para evitarlo han de renunciar a su fe con una declaración de apostasía ante un tribunal u otro organismo según las normas de cada Estado federado. En algunas diócesis católicas esta declaración de apostasía lleva aparejada la excomunión. En casi todos los obispados la renuncia formal a pertenecer a una religión cristiana implica la imposibilidad de recibir sepultura eclesiástica, de contraer matrimonio en la iglesia o bautizar a los hijos.
La hacienda pública cumple en Alemania -como sí pretende el PSOE en España- con la función de recaudar el impuesto eclesiástico. Éste asciende a un 8% de lo que se paga por el impuesto sobre la renta en Baviera y Baden-Wutenberg y un 9% en los restantes Estados federados. Según las tablas del IRPF de 2002, un trabajador casado y con dos hijos con unos ingresos anuales de 35.000 euros tributa sobre una base imponible de 23.384 euros. El impuesto sobre la renta supondría 2.032 euros. A esta suma se añaden 182,88 del impuesto a la iglesia. Esta cantidad se la ahorraría del todo si fuese ateo o musulmán. Por su labor recaudatoria los Estados federados cobran una especie de comisión a las iglesias que varía. Baviera percibe el 2% del total de la suma recaudada y Sarre un 4,5%.
Sólo un 30% de los miembros de las iglesias pagan el impuesto eclesiástico. Los católicos o protestantes con ingresos por debajo del mínimo imponible no lo hacen, ni tampoco los jubilados o los niños.
La Iglesia católica ingresó el año 2003 en Alemania por la vía del impuesto eclesiástico casi 4.500 millones de euros. La evangélica, por su parte, un poco más de 4.000 millones de euros. Con 440 millones de euros, el obispado de Colonia es el que más ingresó en toda Alemania. En la Iglesia evangélica, la de Baviera obtuvo 505 millones de euros.
La conexión del impuesto eclesiástico con el de la renta hace que las iglesias atraviesen en Alemania una crisis similar a la de las finanzas públicas. Ante todo, sufren una fuerte disminución de ingresos por el elevado número de deserciones (apostasías, en la jerga clerical). La cifra de católicos, y por tanto de potenciales cotizantes, cayó de 28,2 en 1990 a 26,5 millones en 2002. Los 1,7 millones fugados no sólo son ovejas perdidas sino potenciales cotizantes del impuesto eclesiástico. Muchos alemanes se dieron de baja en las iglesias para no pagar el gravamen cuando se introdujo el llamado suplemento de solidaridad para los nuevos Estados del Este tras la reunificación. Con un mecanismo similar al del impuesto eclesiástico, ese suplemento se estableció en un 7,5% de la cantidad a pagar por impuesto sobre la renta y luego se redujo a un 5,5%.
Además, la caída de ingresos que registra el fisco alemán por el paro y el estancamiento de la economía repercuten de forma automática en la recaudación de la iglesia. Como ejemplo palpable de esto se puede citar el caso de una sentencia del Tribunal Constitucional alemán que declaró inaceptable el cobro de impuestos sobre una cantidad considerada como mínimo vital. Repercusión sobre la iglesia: caída de 2.000 millones de euros anuales de ingresos.
Otro golpe a la financiación de las confesiones procedió de la reforma fiscal que puso en marcha a principios de este año el Gobierno federal. La rebaja de tipos del impuesto sobre la renta repercutió en el descenso de la gravamen eclesiástico.
Junto a la recaudación del impuesto eclesiástico, el Estado alemán concede un sinfín de beneficios fiscales a las iglesias: liberación del impuesto de sociedades, cobro de impuesto industrial sólo en las actividades abiertamente de lucro, exenciones a instituciones como internados y residencias de estudiantes y a las donaciones y herencias.