Si un solicitante de asilo de nacionalidad afgana llamado Mohamed Riad, de 17 años de edad, ataca con un hacha y un cuchillo a los pasajeros de un tren regional en Alemania, lo responsable es decir que no hay datos de que se trate de un atentado islamista, pese a que se hallara después en su casauna bandera negra del Estado Islámico o que este grupo divulgue un vídeo en el que se presenta como uno de sus soldados. No deberíamos dar credibilidad a todo lo que dice el ISIS-Daesh. Al contexto y a la complejidad no se llega con el corte y pega. Es algo que deberíamos aplicar también a nuestros gobernantes.
Ese ataque no significa que todos los viajeros de todos los trenes alemanes o europeos estén en riesgo de ser degollados; tampoco que todos los solicitantes de asilo sean potencialmente unos terroristas.
Aunque no había noticias de que se tratase de un militante del Estado Islámico, ya sea lobo solitario o en manada, el primer ministro Manuel Valls recurrió al mismo lenguaje empleado tras la matanza de París en noviembre, que en ese caso no hay dudas de que fue obra de personas dirigidas por el Estado Islámico. Lo mismo que en Bruselas.
En España aprendimos algo del 11M. La principal, que no conviene adelantarse a la investigación policial en aras de los intereses políticos. También aprendimos que no es necesario cambiar leyes para luchar contra los extremistas, bastan las que tenemos. Los problemas no son de leyes, sino de incompetencia, de descoordinación de los mal llamados servicios de inteligencia, a menudos distribuidos en varias agencias que compiten entre ellas.
¿Se radicalizó Lahouaiej-Bouhlel en el último minuto? La policía no le tenía entre los sospechosos de yihadismo. Su familia dice que bebía y no acudía a la mezquita. ¿Se radicalizó solo Mohamed Riad, el atacante del tren en Alemania? ¿Basta Internet para que se produzca la conversión súbita?
Les recomiendo el libro de Mónica García Prieto y Javier Espinosa, Siria, el país de las almas rotas. En él, Espinosa, que estuvo seis meses secuestrado en Siria, explica quienes son estos tipos: cualquier don nadie sin pasado, presente ni futuro encuentra en la parafernalia del ISIS una pertenencia a algo que le niega la sociedad en la que vive. Es mejor afirmar que uno pertenece al Estado Islámico que reconocerse como un homosexual violento que odia su condición de homosexual.
El ISIS pierde batallas en el terreno, pero las sigue ganado en la propaganda. No solo es su habilidad, que es mucha, es nuestra estupidez lo que les potencia.