Sean Brady no dimitirá. El cardenal solo renunciará a dirigir la Iglesia en Irlanda si el Papa se lo pide. Al menos de momento, Benedicto XVI no tiene intención de hacerlo. Nadie espera que en su carta de mañana el Papa exija su cabeza. Brady era un sacerdote de 37 años cuando en 1975 participó en dos reuniones con un niño y una niña víctimas de abusos sexuales. Los menores fueron obligados a firmar un documento en el que se comprometían a guardar silencio sobre las agresiones. Si rompían el juramento serían excomulgados. Incluso hoy, Brady no cree que debiera haber denunciado lo ocurrido. Esta semana en Armagh aprovechó la festividad de San Patricio para pedir perdón. En tres ocasiones durante la homilía los feligreses le aplaudieron. Su permanencia en el cargo es una prueba de que el Vaticano no está dispuesto a hacer una limpieza a fondo.
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