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El Librepensamiento, viga maestra para construir la civilización del futuro

Los librepensadores, a lo largo del tiempo, impulsando la libertad en todos sus órdenes, tenían la esperanza de aportar a un mundo mejor, donde el ser humano pudiera desplegarse en todas sus potencialidades, y donde la felicidad no fuera una vana quimera. Su pensamiento siempre fue universalista, en tanto que para los librepensadores siempre, el ser humano estuvo en el centro de su preocupaciones. Y, como sabemos, el ser humano hasta hoy tiene una sola patria en este punto azul en la inmensidad del cosmos.

Este noble objetivo, por el cual fueron martirizados tantos librepensadores a lo largo de la historia, solo podía concretarse en la realidad de cada momento histórico, impulsando en cada sitio y lugar una sociedad más tolerante, una sociedad más libre, más justa, con base en la libertad de conciencia, la libertad de pensamiento y la libertad de expresión. Los librepensadores se sentían protagonistas de una edificación social. Por ello estaban convencidos de que estaban construyendo una civilización nueva.

La edificación de esta nueva civilización, implicaba necesariamente la lucha contra la opresión. El Congreso del librepensamiento más grande que ha habido en la historia, tuvo lugar en Roma, frente al vaticano, justamente el 20 de setiembre de 1904. Y allí quedó claramente expuesto que el combate del librepensamiento en pro de la dignidad humana, debía desplegarse contra lo que señalaba como el triple yugo de la opresión: el poder abusivo de la autoridad en materia religiosa, el privilegio en materia política y la explotación en materia económica. Por ello se señalaba que el librepensamiento es laico, democrático y social.

Es interesante, a este sujeto, señalar lo que decía Fernando Lozano uno de los delegados al Congreso de Roma de 1904. Lozano expresa ese pensamiento universal con total precisión. Se dirige a los asistentes, llamándoles Queridos conciudadanos de esta universal patria de almas libres que comenzamos a fundar…” Y señala con énfasis: “Proclamamos la República Universal, la federación de pueblos, la demolición de las fronteras, el desarme universal, la existencia de una sola ley: los derechos humanos proclamados por nuestros gloriosos ancestros de la Gran Revolución, y el reconocimiento de un solo poder consagrado a hacerlos observar y respetar”. Esta es “la gran obra de unificación y humanización de la tierra”.

Creo que estos propósitos están hoy aun más vigentes que en el congreso de Roma.

Entonces, el librepensamiento esta lejos de ser un sentimiento estrecho, patriotista o nacionalista. Defiende en cada lugar aquello que está en sus principios, pero siempre con la vista puesta en un mundo entero más justo y libre, más fraternal. Por vocación propia, ¿no estamos intentando construir ese mundo?.

Esa idea siempre ha estado presente, buscando siempre llegar a la gobernanza mundial para la paz y la prosperidad.

Y si eso fue así, en la época de consolidación de los estados nacionales, de las ideologías chauvinistas y xenófobas, y en vísperas de los grandes conflictos mundiales por conquistas, hoy, si de eso se trata, no podemos estar ajenos a los actuales procesos de globalización o mundialización, llevados adelante por el orden mercantil, en particular por los sectores financieros, y que está imponiendo sus reglas de juego a escala planetaria, barriendo las resistencias nacionales y falseando las soberanías de los países.

Hoy estamos frente a una gran crisis, que viene de la mano con la mundialización actual. Si miramos alrededor de nuestro mundo, con una mirada lúcida, veremos como han aumentado las riquezas, pero también las desigualdades, creando profundas brechas a escalas nunca vistas entre los más ricos y los más pobres

Veremos asimismo como los fundamentalismos religiosos se afianzan, y pasan abiertamente hacia los aspectos políticos y hacia objetivos de hegemonía o conquista.

Veremos la crisis demográfica y los desplazamientos de poblaciones por motivos económicos o por los conflictos bélicos.

Ha aumentado la libertad de los consumidores y en muchos lados, también la libertad de los ciudadanos. Y si bien estas dos libertades a veces se confunden interesadamente, la democracia es una aspiración de grandes sectores en el mundo, como se ha visto en los últimos años, aunque no siempre con una clara percepción de lo que ello significa.

Pero asimismo ha aumentado la alienación, en particular entre los trabajadores y sectores más empobrecidos de la sociedad. Esta alienación se manifiesta como cosificación del ser humano y de sus relaciones. A través de este proceso, las prácticas y las relaciones humanas llegan a ser vistas como objetos externos. Lo que está vivo termina siendo tratado como una cosa inerte o abstracta, y finalmente sometido también al proceso mercantil.

Las democracias muchas veces son incapaces para resolver la situación de los ciudadanos, y la influencia del mercado sobre las decisiones políticas falsean los sentires o aspiraciones ciudadanas. En este sentido, pareciera que las instituciones democráticas en el marco de los estados nacionales, están cada vez más débiles, limitándose en muchos casos a mantener una apariencia democrática formal, relegándose cada vez más la participación ciudadana y con tomas de decisiones cada vez menos legitimadas.

Entonces, es aquí justamente donde – al igual que nuestros ancestros – los librepensadores de la actualidad debemos comenzar a delinear que significa trabajar para la construcción del futuro. Y construir el futuro, en la huella del librepensamiento es construir civilización.

Una nueva civilización no podrá construirse en los marcos estrechos de los estados nacionales. Aparece cada vez como más necesario la puesta en obra de un nuevo Contrato Social con finalidad universal y planetaria. Este nuevo contrato social, a inventar y promover tanto en la espacio local como a escala mundial, debe ligar indisolublemente la ética y las virtudes cívicas en todos los principales dominios de la actividad humana: la política, la cultura, lo social, lo ambiental y lo económico, sin que ninguno de estos dominios predomine u oprima los otros.

Así, ligados e interdependientes, estos dominios orientados desde el humanismo que pregonamos y practicamos deberían repensarse en esa perspectiva de un nuevo contrato social planetario del cual la humanidad tiene necesidad para la construcción de un mundo más fraterno y justo. Esto significa un verdadero cambio de paradigma, para no pensar solamente en lo pequeño, cotidiano y cercano, sino también para pensar lo grande, lo global y lo lejano.

Nuestro sueño, con los pies en la tierra, debe ser sin embargo la construcción de un planeta fraternal. Para ello debemos sin tardar potenciar nuestro paradigma de que debemos actuar desde el aquí y ahora con la visión puesta en el futuro, en la conciencia de que somos una viga maestra que con nuestros valores y principios podemos guiar esa construcción de un mundo nuevo.

Y para ello debemos poner énfasis, insistir y poner nuestro empeño en trabajar en pos de ciertos objetivos que vayan en el sentido deseado de esa construcción humana del futuro, por más difícil y lejana que parezca. Por ejemplo:

1. Potenciar los ideales democráticos y republicanos. Estos ideales serán vapuleados  posiblemente debilitados, incluso de manera extrema. Pero son una aspiración universal. Muchos pueblos y gentes que sufren la opresión aspiran a la libertad y la democracia. Y, aunque muchas sociedades no saben muy bien como practicar la democracia y como vivir las libertades cívicas, pues no tienen experiencia colectiva de la democracia, hay que potenciar esta aspiración. No hay mejor manera que trabajar para el futuro que trabajar por la sustentabilidad de la democracia. No hay mejor manera que reforzar la democracia que inspirar ideales republicanos que la sustenten.

2. La laicidad. Es el complemento necesario para que se potencie la idea de una gobernanza mundial democrática. Esta solo podrá ser útil a la humanidad si es laica, es decir, si no está comprometida con ninguno de los poderes ideológicos o religiosos del mundo. La gobernanza mundial es cada vez más una necesidad. Al continuar trabajando a favor de los ideales laicos, estamos trabajando por una gobernanza mundial neutral de las influencias dogmáticas.

3. La definición y la búsqueda del bien común universal: Para el mercado, no hay nada que no sea posible transformar en una mercancía sometida a un precio y un beneficio. Potenciar algunas ideas, como por ejemplo que el aire, el Espacio, la Antártida, la Tierra, el agua y la enseñanza básica, son bienes comunes y que no deben aplicarse a ellos la lógica mercantil, e intentar hacerlo conciencia pública, es una manera muy importante de luchar contra el desbocamiento de la lógica mercantil.

4. Desarrollar una economía que escape a las lógicas del mercado y del lucro. Hay muchas formas de crear conciencia de que es posible trabajar y desarrollar un sistema de vida altruista, sin caer en la lógica mercantil estrecha. Y Generar en donde sea posible una economía de la gratuidad basada en el interés general. Por ejemplo: estimulando los sistemas de microcrédito entre particulares cooperativizados.

5. Generar conciencia de la necesidad de una educación gratuita y de calidad durante ciertas etapas de la vida a cargo de la comunidad, como un bien común.

6. Trabajar por la no violencia y la paz mundial

7. Crear conciencia acerca de la necesidad de una gobernanza mundial. No puede haber globalización mercantil sin globalización política. La primera arrasará a la segunda y se impondrá. Solo una gobernanza mundial democrática basada en el interés general, podrá poner ciertas regulaciones a una expansión mercantil sin límites.

8. Trabajar por el cuidado del medio ambiente, por evitar el cambio climático y por la explotación económica sustentable de la tierra.

9. Desarrollar una conciencia cosmopolita: el ser ciudadanos del mundo

10. Formar hombres y mujeres nuevos: que desarrollen el inconformismo contra lo que viene dado como norma; la rebelión frente a lo ineluctable, la insolencia del optimismo como moral, y la fraternidad humana como ambición y guía.

11. No perder el sentido de la memoria histórica: trasmitir valores, trasmitir ejemplos de la historia que nos ha hecho grandes como humanos.

12. Luchar contra la alienación y cosificación humana: enseñar, trasmitir y practicar que lo único que valoramos son los seres humanos y que ellos tienen un valor intrínseco por ese solo hecho de ser una persona.

13. Propagar la noción de que el amor por el otro, y entonces por si mismo, es la condición necesaria para la supervivencia humana.

14. Estimular el desarrollo de ONG’s que puedan ocuparse de manera altruista de resolver los problemas que el mercado no puede resolver, situándose entre el servicio público burocrático y ineficiente y el servicio privado movido por el lucro.

Y por último, desarrollar un espíritu de resistencia que nos permita hacer frente a todas las opresiones, en el espíritu del libro “Indignaos!” de Stephane Hessel.

Nosotros los librepensadores tenemos una historia y suficientes valores a desarrollar como para trabajar para un mundo diferente, sabiendo que ese otro mundo es posible, sí, pero a condición de que trabajemos por ello, en la conciencia lúcida del rol que cumplimos. No es ni será tarea fácil. Nunca lo fue. Pero también tenemos algo que nos viene de la historia, y es el coraje de luchar por el sueño de la emancipación humana.

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