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El laicismo sagrado de Patxi López

El lehendakari se distancia de las celebraciones religiosas en las grandes festividades de Euskadi

Patxi López participó el martes en Vitoria en la retreta de la festividad de San Prudencio, pero se ausentó de los actos estrictamente religiosos, la misa y la procesión, como lo viene haciendo desde que accedió a Ajuria Enea. Su distanciamiento de los rituales religiosos obedece a una decisión estrictamente personal en sintonía con su agnosticismo reconocido, que dejó muy claro desde el primer minuto en el que juró su cargo como lehendakari en la Casa de Juntas de Gernika.
 
El pasado año, López quiso mandar un mensaje a la sociedad vasca de que el cambio se iba a notar desde los primeros momentos de su mandato. En Gernika juró su cargo sin ningún motivo religioso, el crucifijo y la Biblia, como habían hecho sus antecesores, y sin la leyenda habitual de 'humillado ante Dios'. Lo cambió por un ejemplar del Estatuto para reforzar su concepto de ciudadanía por encima de cualquier otro signo de identidad.
 
A partir de ahí aprovechó toda ocasión para afianzar su laicidad y despojar a la política vasca de cualquier carácter sagrado. No acudió, el 14 de agosto, a La Salve en honor de la patrona de San Sebastián, envió a la consejera de Educación, Isabel Celaá, a Azpeitia a la celebración de San Ignacio el 31 de julio, evitó estar en el santuario de Arantzazu en la festividad de la Virgen y no incluyó en su agenda la conmemoración del 15 de agosto en la basílica bilbaína de Begoña. En diciembre, la copa de Navidad se transformó en una convocatoria civil sin connotaciones relativas al calendario católico y, ahora, ha sacrificado la fiesta de San José en favor del Día de Euskadi, para celebrar la aprobación del Estatuto el 25 de octubre. La verdad es que con poco margen de maniobra.
 
Legitimar el cargo
Algunas voces del PSE se han manifestado a favor de que Patxi López reconsidere su ausencia de los actos religiosos de las grandes fiestas patronales, en su calidad de «lehendakari de todos». «Es cierto -argumentan- que la religión es un acción individual, pero hay celebraciones que tienen un vínculo profundo con la cultura y con la historia de este país, como signo de un patrimonio y una identidad común, que hay que saber interpretar».
 
Representantes de esta corriente de opinión apuestan por que López sea el representante «de todos los vascos» y acuda a estos actos, como lo hace con otros sectores de la población, como los empresarios, los deportistas o los colectivos sociales. «Si se deja ver en un palco de fútbol o en una tribuna de baloncesto, qué le impide hacerlo en recintos religiosos», cuestionan.
 
Este sector considera que el juramento laico de Gernika está justificado, en cuanto rompe con el mensaje de que el poder político se humilla o se arrodilla frente al poder religioso, «pero las festividades patronales son otra cosa y hay que saber interpretarlo de manera adecuada. Ese punto todavía no lo ha cogido», insisten.
 
Sostienen, además, que su ausencia en estos actos puede perjudicar el proceso de su legitimación social, pese a que la secularización de Euskadi avanza a pasos agigantados. «Es que no se trata de actos religiosos privados, sino de celebraciones en las que se demanda una presencia institucional. Estar allí no supone dar una conformidad o identificarse con una confesión religiosa».
 
El pasado año, con ocasión de la festividad de San Ignacio, en círculos cercanos a López se le reprochó no haber estado en Azpeitia. El propio Jesús Eguiguren, presidente del partido, defendió que el lehendakari tiene que estar en la celebración del patrón de Guipúzcoa y Vizcaya, como siempre lo habían hecho los anteriores lehendakaris. Ahora, líderes del PSE presionan a López para que este año acuda a una fiesta muy emblemática para los vascos, al margen de su afiliación política.
 
Reproches a Pastor
Pero no le va a ser fácil vencer las resistencias del sector más laicista del PSE, que apuesta por remarcar sus señas de identidad en este ámbito. La presencia de José Antonio Pastor, portavoz parlamentario del PSE y de la Ejecutiva, en la toma de posesión de Ricardo Blázquez como arzobispo de Valladolid, fue cuestionada por algún miembro cualificado de la cúpula del partido. «Qué pintabas tú allí», se le espetó a Pastor, que viajó a la ciudad del Pisuerga como representante institucional, al margen de sus creencias personales.
 
Antes de que el PSE accediera al Gobierno de Euskadi, Patxi López mantuvo encuentros con representantes del ámbito religioso, como el rector de la Universidad de Deusto o la orden de los jesuitas. Pero siempre ha sido de manera privada. Ahora lo que se le pide es que protagonice guiños públicos al mundo religioso en momentos puntuales, reconociendo el valor de determinados acontecimientos que tienen una dimensión social y cultural muy fuerte.
 
Ese es también el diagnóstico de sectores eclesiásticos consultados por este periódico, que destacan el «fuerte arraigo popular» de algunas fiestas patronales, que movilizan a miles de ciudadanos de toda condición. «El lehendakari se equivoca al esquivar estas celebraciones», asegura una personalidad de la Iglesia vasca, que considera «exagerada» la posición laica de López. «Estas festividades no son nada partidistas y políticamente son enormemente plurales. En Armentia, ayer, había muchos socialistas que apoyan con sus votos la opción del PSE. Lo mismo que cada agosto en Begoña, donde acude Iñaki Azkuna como el alcalde de todos. A Patxi López no le perjudicaría acudir a estos festividades, que no implican un acto de fe».
 
En el caso de Gernika, admiten, «su postura estuvo bien, porque se trataba de una implicación personal y quería dejar clara su asepsia», pero su presencia institucional en estas fiestas no supone una identificación con la Iglesia, sino compartir una herencia cultural, aunque algunos sigan viendo el fantasma de la alianza del trono con el altar», señalan.
 
En medios eclesiales se coincide en que Patxi López quiere distinguirse de los lehendakaris anteriores para que también ahí se note el cambio, pero insisten en que «sería bueno» que se dejara ver porque «no se trata de populismo barato, sino de compartir, como autoridad política, estas festividades con la sociedad que gobierna». «Que no tenga miedo y que acompañe a los ciudadanos en sus expresiones más plurales. Le puede hacer bien. De lo contrario, lo único que hará es alejarse de la gente», vaticinan las mismas fuentes.
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