Las creencias religiosas no tienen cabida en la política, afirma
En política, las creencias religiosas no tienen cabida, pues de lo contrario perderíamos uno de los valores más importantes de la democracia, como la laicidad, advirtió el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) de la UNAM, Fernando Castañeda, quien aseguró que es “preocupante” que desde algunos sectores religiosos se envíen mensajes de “abierta intolerancia con respecto a temas esenciales como la familia, la orientación sexual o el ejercicio pleno de la ciudadanía”.
En entrevista, afirmó que actualmente “están reviviendo diversos fundamentalismos, que no sólo se refieren a la Iglesia católica, pero que nos llevan a una pregunta central que ya ha sido retomada por otros filósofos, y es si se puede sostener una democracia moderna sin una sociedad que alimente estos valores democráticos”.
Sin duda, agregó, hoy podemos afirmar que las democracias han avanzando, pero enfrentan “nubarrones porque si como ciudadanos no elevamos nuestros valores cívicos, y reconocemos que llegamos a un entendimiento, no porque compartimos una fe, sino porque debemos respetar todos los credos y a todo aquel que es diferente a mí, seguramente enfrentaremos graves problemas”.
Luego del llamado de la Iglesia católica para que los obispos en México tengan una mayor participación en la vida pública del país, el director de la FCPS, afirmó que “cualquier mexicano puede participar en la vida política de su país, pero en su condición de mexicano, pues lo que nos ha hecho avanzar en la consolidación de un Estado democrático es el renunciar a creencias personales, para ejercer nuestros derechos como cualquier ciudadano en la vida pública del país”.
En la esfera pública, indicó, “no podemos argumentar una verdad trascendente para imponer nuestras ideas, porque eso violenta todo valor democrático que nos permite igualarnos todos como ciudadanos y debatir nuestras ideas para alcanzar acuerdos, pero sin querer imponer verdades, y esto es lo que demuestra la importancia del saber científico, el cual está fuera de los dogmas religiosos”.
La gran virtud del laicismo, agregó, es que genera otros mecanismos de entendimiento en la esfera pública, donde no cabe la argumentación de verdades divinas ni de fueros religiosos ni de ninguna índole que violente el principio básico de ciudadanía.