Prometerá su cargo de lehendakari en Gernika sin la alusión «Ante Dios humillado» y sustituirá la Biblia por la Constitución
Patxi López no se 'humillará' ante Dios el próximo 7 de mayo, cuando asuma su cargo como lehendakari en el exterior de la Casa de Juntas de Gernika. El equipo más cercano al próximo jefe del Ejecutivo vasco, en un ejercicio de semiología política, analiza con lupa desde hace semanas la fórmula que han empleado todos los lehendakaris para jurar su cargo junto al árbol de la villa vizcaína desde que lo hiciera, el 7 de octubre de 1936, José Antonio Aguirre. Setenta y tres años después, López pretende huir de unas connotaciones religiosas que considera «anacrónicas» y «excesivas» para un líder político que se ha educado en el laicismo, pero, al mismo tiempo, sin herir susceptibilidades en el imaginario simbólico nacionalista.
Todos los lehendakaris jeltzales han protagonizado un juramento pegado a la religión, dado que se trata de un partido que hunde sus raíces en esa esfera y que enarbola en su frontispicio ideológico el lema 'Jaungoikoa eta Lagi Zarra' ('Dios y Ley Vieja'), acuñado por Sabino Arana. Esa especie de 'placet' simbólico que legitima al lehendakari ha tenido siempre como escenario a Gernika, ante un crucifijo milenario y sobre la primera traducción de la Biblia al euskera, pero sin referencias al ordenamiento jurídico.
El texto del juramento, según fue redactado en su día por Juan Ajuriaguerra, figura emblemática del nacionalismo, es el siguiente: «Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el árbol de Guernica, juro desempeñar fielmente mi mandato». La leyenda, en euskera, se destaca en una placa incrustada en una roca, que mandó colocar el peneuvista José María Makua durante su mandato al frente de la Diputación vizcaína.
Esta parte de la ceremonia -en el hemiciclo foral tiene lugar otra-, se celebra en el exterior de la Casa de Juntas, ante dos piezas muy simbólicas para la tradición vasca y, también, con connotaciones religiosas. El lehendakari pronuncia su juramento o promesa sobre una biblia muy especial. Se trata de una 'joya bibliográfica' que cede para la ocasión la Fundación Sancho el Sabio de Vitoria. Esta obra es uno de los 252 ejemplares de la primera edición que se publicó de la Biblia íntegra en euskera, traducida por el lingüista Jean Pierre Duvoisin, por encargo del príncipe Luis Bonaparte. 'Gazteluberry', como se conocía al escritor, tardó seis años en traducir el texto. Lo acabó en 1865 con el título 'Bible edo Testament zahar eta berria. Duvoisin kapitainak latinezko Bulgatatik leembiziko aldizko Laphurdiko eskarara izulia. Luis Luziano Bonaparte Printzeak argitara emana' ('Biblia o el viejo y nuevo Testamento. Vertido de la Vulgata latina por primera vez al euskera de Laburdi por el capitán Duvoisin. Publicado por el Príncipe Luis Luciano Bonaparte').
Sacralizar la política
En el acto ocupa un lugar preferente un crucifijo de plata, instalado sobre la mesa juradera. Esta pieza tiene su propia historia, pues es el que ha sido utilizado durante varios siglos en las juras de los cargos del Señorío de Vizcaya.
El juramento político ante lo más sagrado siempre ha sido un acto recurrente en la formación jeltzale. De hecho, cuando fue nombrado José Antonio Aguirre lehendakari del primer Gobierno vasco de la historia, el partido le llevó hasta el mismo altar de la Virgen de Begoña, en el santuario vizcaíno, para que jurara en ese escenario su lealtad al EBB. Ese mismo episodio le sirvió al PNV, en plena batalla con Carlos Garaikoetxea antes de la escisión, para presionarle frente a su invocación de ser liberado de la disciplina de partido, según lo recogen en sus memorias tanto el líder de EA como Xabier Arzalluz.
En 1960, Jesús María Leizaola utilizó una fórmula propia para jurar ante el féretro de Aguirre, en el cementerio de San Juan de Luz, su lealtad al partido y al país. Entonces, y según recuerda ahora el senador del PNV Iñaki Anasagasti, el propio Ajuriaguerra sugirió recuperar el texto de 1936. Así se lo plantearon a Garaikoetxea, que en 1984 accedió, aunque, eso sí, incorporando la coletilla: «…ante los representantes de la soberanía popular».
Ahora, Patxi López también ha decidido introducir cambios en la antigua fórmula. Su guardia pretoriana mantiene en secreto el resultado del debate abierto sobre este tema, y se escuda en que es el propio López el que medita la redacción final de su texto.
Sí parece que el líder socialista va a eliminar la frase «ante Dios humillado» por su connotación religiosa, dejándola en «humildemente», y que cambiará la expresión «en pie» por «de pie», ya que la primera conlleva un significado «un tanto bélico», dado que entonces, en plena Guerra Civil, se combatía en el frente de Elgueta, a pocos kilómetros de la villa foral. Prometerá, pero no jurará. Y aunque la decisión no está cerrada, en el círculo más íntimo del futuro lehendakari se da por hecho que prescindirá del crucifijo y sustituirá la Biblia por un ejemplar de la Constitución.
Libertad de conciencia
En el seno del socialismo vasco se apoya que el juramento pase por el filtro de la secularidad y se imprima una orientación laica a estas ceremonias, más acorde con el espíritu constitucional. «Hay que huir de los símbolos religiosos que condicionan la pluralidad de Euskadi», aduce Óscar Seco, diputado del PSOE. «Patxi López, a quien se tiene que humillar es ante la sociedad vasca, a la que tiene que servir. Esto no es renunciar a nada, sino construir la laicidad y defender la libertad de conciencia», añade. Los representantes socialistas, favorables a eliminar los símbolos religiosos en las ceremonias oficiales, acostumbran a prometer sus cargos sobre la base de que el pluralismo es un principio básico de la Constitución.
A Iñaki Anasagasti le parece «terrible» que se cambie una fórmula que responde a una tradición «más allá de las creencias», aunque no esté contemplada en el Estatuto. «No se puede cambiar el texto del juramento. Tendría que hacer otro, con un protocolo diferente», sugiere, al tiempo que recuerda el Gobierno de concentración de 1936, en el que los socialistas trabajaron junto a los nacionalistas y republicanos.
Patxi López pretende ser «respetuoso» con el resto del simbolismo de la ceremonia y asumir una tradición «que es de todos», pero sin mimetismos. No hay que olvidar que en el Ejecutivo de Aguirre, un Gobierno de concentración por las circunstancias, había, junto a dos republicanos, uno de ANV y un comunista, tres consejeros socialistas. Santiago Aznar (Industria), Juan de los Toyos (Trabajo) y Juan Gracia (Asistencia Social) acompañaron a Aguirre en Gernika, en un Gabinete que, según el análisis de algunos historiadores, marcó el principio del «dominio nacionalista». Aquel Gobierno era fruto del Estatuto de Autonomía, consensuado por Aguirre y el socialista Indalecio Prieto.
Los socialistas quieren evitar dar bazas al nacionalismo para que no pueda encontrar nuevos argumentos en su estrategia para deslegitimar a Patxi López. De hecho, Ramón Rubial fue, en 1978, presidente del primer Consejo General Vasco tras romperse el empate con Ajuriaguerra después de ocho votaciones, y nunca ha pasado al imaginario colectivo vasco como un «lehendakari».