Los escándalos estallan tras la ruptura entre el partido del Gobierno y un influyente movimiento musulmán con presencia en la policía y la judicatura
Turquía vive su particular caso Matesa. De la misma forma que el ministro Manuel Fraga Iribarne aireó en 1969 un escándalo de corrupción en la empresa Maquinaria Textil del Norte de España, SA (Matesa) para debilitar a los miembros del Opus Dei que controlaban las carteras económicas, las redadas antisobornos que han hecho tambalearse ahora al Gobierno de Ankara han surgido tras la ruptura entre el primer ministro, el islamista Recep Tayyip Erdogan, y un influyente movimiento equiparable a un Opus Dei musulmán que controla centros universitarios privados y medios de comunicación.
La decisión del Gobierno de Erdogan de cerrar las dershane o escuelas preparatorias para el acceso a la universidad, que representan una de las principales fuentes de financiación de la congregación Hizmet (Servicio, en turco), desató el pasado noviembre una guerra sin cuartel en el seno del islamismo turco.
La cofradía musulmana, una antigua aliada del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco), ya se había alejado de Erdogan por su política de mano dura en la represión de las manifestaciones del pasado verano en Estambul. La beligerancia de los seguidores del fundador del movimiento Hizmet, Fetullah Gülen, se nutre del rechazo a los marcados rasgos autoritarios del primer ministro.
Mohamed Çetin, diputado del AKP desde 2011, profesor de Sociología formado en Reino Unido y EE UU y miembro del movimiento Hizmet, reconocía a EL PAÍS en una reciente visita a Madrid que Turquía está viviendo una fase de "desencanto" político con sus dirigentes.
"Yo soy independiente", precisa este destacado colaborador de Gülen. "El primer ministro me pidió que colaborara para mejorar las relaciones con Estados Unidos, muy deterioradas tras la ruptura diplomática de Turquía con Israel a consecuencia del asalto en 2010 a la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza y en concreto al buque mercante turco Mavi Marmara".
Çetin explica que el movimiento "laico y educativo" Hizmet surge en los años setenta en un momento histórico de gran confrontación en la sociedad turca que desembocó en el golpe de Estado militar de 1980. "Hizmet se ha extendido por toda Turquía y ahora está presente en 140 países".
Puntualiza que no se trata de un movimiento sectario —ya que respeta los valores laicos y las leyes— y está inspirado en la fe. "No somos como el Opus Dei, que es un movimiento católico y no acepta miembros de otras creencias", asegura. "Tampoco somos unos reformadores del islam, pero queremos adaptarlo a nuestro tiempo. La religión no cambia, cambia la mentalidad de la gente para vivir una vida plena".
La macroredada policial anticorrupción del pasado 17 de diciembre contra sectores íntimamente ligados al AKP fue una declaración de hostilidades. El movimiento del clérigo Gülen —afincado en EE UU desde 1999— cuenta con seguidores entre los altos cargos de la policía, la judicatura y la fiscalía de Turquía.
Tras el breve paso por el poder en Ankara del islamismo nacionalista de Necmettin Erbakan (1996-1997) se desató una verdadera caza de brujas en Turquía contra los grupos de base religiosa. Fue entonces cuando el fundador de Hizmet tuvo que exiliarse en Estados Unidos. "En realidad", argumenta Çetin, "solo se trataba de mantener el statu quo, los privilegios de una parte de la población que controlaba el poder sobre el resto". La alusión a la hegemonía de los partidos laicos amparados por el Ejército es evidente.
"Apoyamos en un primer momento al AKP de Erdogan para acabar con los golpes de Estado y crear una Constitución civil. Para favorecer la libertad religiosa y los derechos de las minorías, como los kurdos. Pero los cambios no han llegado y el AKP se aferra al poder con prácticas de clientelismo y con una especie de nuevo califato en su política internacional", alega Çetin, que también es miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento turco.
Dentro del movimiento de Gülen quedó claro tras las protestas del pasado verano del parque de Gezi de Estambul que Erdogan se había alejado de las políticas moderadas del presidente turco, Abdulá Gül, quien intentó negociar directamente con los organizadores de las manifestaciones. "Hace falta un cambio en Turquía para fortalecer a la sociedad civil con valores comunes, para religiosos y laicos, para turcos y kurdos. Ese es el objetivo de Hizmet", concluye Çetin.
Los analistas turcos describen ahora una lucha a muerte entre el AKP de Erdogan y el movimiento de Gülen. "No parece que vaya a haber una tregua, se trata de una guerra en la que cada una de las partes en conflicto se juega su supervivencia", explica Rusen Cakir, uno de los principales expertos en el islamismo político turco.
Erdogan, rodeado de miembros de su partido, ayer en Ankara. / UMIT BEKTAS (REUTERS)
Archivos de imagen relacionados