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El Islam, ¿enemigo de Occidente? (Sobre el terrorismo en Europa)

Lo publiqué hace quince años en la revista catalana Papers con el mismo título con que ahora edito esta recolección y ampliación, aunque en esta ocasión le añada un subtítulo. El texto publicado en aquella revista puede leerse aquí. En castellano. El problema viene de antiguo y mi preocupación también aunque no hable árabe y mis estancias en países de mayoría musulmana se hayan reducido a Argelia y Senegal, por cuestiones de trabajo, y a Marruecos, por turismo. Creo que conocí mejor el ambiente en este último caso que en los dos primeros ya que tuve de guía a Pepe Corrochano, quien, hijo de exiliado, había vivido su infancia y juventud allí y que me mostró sus “lugares de la memoria”. Era el masón más antiguo y viejo de España (se había iniciado ya en Marruecos) y tenía una capacidad especial para contar anécdotas e historias cargadas de sentido. De todas maneras, es más que evidente que, no siendo especialista en nada, menos lo soy en asuntos islámicos aunque me he ocupado por las reacciones “occidentales” ante tal “amenaza”, como digo. Más desde aquí que desde allí. Los fieles lectores de mi blog “sobre el mundo mundial” pueden atestiguarlo, pero también quien use un buscador dentro del mismo con las palabras “yihad”, “terrorismo”, “musulmán”.

El artículo que cito comenzaba negando la mayor: ni el Islam es un actor o agente que tome decisiones y las lleve a la práctica ni Occidente es una cosa fácilmente individuable. Si alguien plantea la pregunta de la que ahora parto (ya decía entonces) es más para tener un enemigo exterior que unifique las propias fuerzas que para buscar en la “rugosa realidad” elementos que permitan su respuesta. Hablar de los “cruzados” es lo mismo que hablar de los “musulmanes” suponiendo, en ambos casos, que se trata de un todo homogéneo y que actúa al unísono. Cosa, evidentemente, falsa.

La palabra terrorista también me ocupó hace años. En 2006 para ser exactos y el texto puede leerse aquí. Ya entonces veía su carácter polisémico y recorrí las definiciones que entonces estaban disponibles y los actos, personas o ideologías a las que se aplicaban. Ahora parece que la palabra se reserva, en los medios y las declaraciones públicas de cargos públicos, para matanzas llevadas a cabo por alguien a quien se le puede relacionar directa o indirectamente con el Islam en general o, mejor, con el Estado Islámico (EI, DAESH en sus siglas árabes que tan mal suenan a oídos árabes). Esa misma matanza, causada por alguien de imposible relación con el Islam o con EI (o Al Qaeda y sus fragmentaciones del tipo Al Nusra y similares), deja de ser “terrorismo” y es calificada de cualquier otra manera, pero no de terrorismo. Lo que hizo Breivik en Noruega hace cinco años por lo visto no fue “terrorismo”. Más observaciones, de Ignacio Ramonet, aquí.

Un ejemplo anecdótico: Léase este titular que dice inicialmente “La fiscalía belga acusa a un hombre de 33 años de planear un atentado terrorista” que después aparece como “La Fiscalía belga acusa a uno de los hermanos detenidos de planear un atentado terrorista. Durante los registros no se han hallado armas ni explosivos, según las autoridades”. Seguro que en el cuerpo de la noticia se informa del nombre árabe del acusado y, en el simplismo habitual, seguro que árabe se identifica con musulmán (aunque la mayoría de iraníes sean musulmanes, pero no árabes) y, subrepticiamente, musulmán con sospechoso de terrorista.

Por otro lado, la palabra “terrorista” podría aplicarse a más casos y no solo a los yihadistas. Podría entenderse como terrorista la política nuclear de las superpotencias cuando se discute cuántas bombas nucleares harían falta para borrar a la especie humana de la cara del Planeta. El candidato Trump lo daba a entender. Por un lado:

«I’m not going to use nuclear, but I’m not taking any cards off the table»

Y, por otro,

«Somebody hits us within ISIS, you wouldn’t fight back with a nuke?»

Las armas nucleares se tienen porque tenerlas es una forma de terrorismo disuasorio; basta con tenerlas y que los demás lo sepan y teman que las podamos utilizar contra ellos. Usarlas contra otra potencia nuclear sería el apocalipsis y usarlas contra el EI sería contraproducente para los intereses estadounidenses, además de repugnante.

En ese mismo sentido, sería también terrorismo la aceptación de Theresa May, primera ministra británica, en su parlamento de, mediante las armas nucleares, poder matar de un solo golpe a más de 100.000 personas (mujeres y niños incluidos).

A otra escala, se podría aplicar la palabra “terrorista” al bombardeo, equivocado o pretendido, de hospitales, al asesinato como “efectos colaterales” de mujeres y niños a manos de “drones” insensibles o de bombardeos ciegos y a la publicación de casos de tortura que se convierten en amenazas, aviso a navegantes. Pero eso no es “terrorismo”: es guerra que puede matar 77 civiles -niños incliudos- en Siria en solo dos días.

El tema no acaba ahí. Se trata de otra forma de terrorismo, importante aunque no determinante del yihadismo. Es la cuestión palestina, con sus pequeños ataques e intifadas por un lado y Operaciones Plomo Fundido y demoliciones por el otro. Sin ir más lejos, y solo en Cisjordania (sin Jerusalén oriental), esas demoliciones israelíes de casas palestinas, construidas en lo que queda de Palestina pero sin permiso del Estado de Israel, han dejado sin vivienda, en los últimos diez años, a más de 5.000 personas incluyendo a más de 2.500 niños.

Completando. Esta lectura es algo depresiva. Comienza con una larga cita del general Eisenhower sobre el negocio de la guerra. Recuérdese que, además de general, fue presidente de los Estados Unidos y que en su discurso de despedida habló del Complejo Militar-Industrial (CMI) que tomaba decisiones por encima de los intereses del país. Militares que pasaban a la industria del armamento y gestores de dicha industria que ocupaban puestos importantes en el Pentágono. Cosa conocida. Pero después, el artículo que cito entra a ver quién y cómo está ganando, en los Estados Unidos, en su «guerra contra el terror«. Ganando no militarmente sino económicamente. Habría que ser muy malvado para suponer que ese CMI (que sigue existiendo) está interesado en que siga existiendo el terrorismo y la paranoia al respecto. Es suficiente suponer que los buenos empresarios encuentran ocasiones de negocio allí donde se dan tales ocasiones, como también con las tragedias de los refugiados (un millón trescientos mil en 2015 hacia la Unión Europea más Noruega y Suiza). Se trata de aprovechar de las circunstancias para hacer caja. Es legal. Y hasta es posible que sea legítimo. Pero queda feo. Dicho lo cual, se puede releer el texto de Eisenhower y ver hasta qué punto el mundo no ha cambiado mucho desde 1953 a nuestros días.

De todos modos, voy a referirme básicamente al terrorismo yihadista, con mayor o menor lazo con el Islam, que es el que se discute con más frecuencia. El “no-islámico”, como he dicho, no suele ser etiquetado de terrorista. Volveré a ese tema más abajo. Los datos, como después se verá, no apoyan la idea de que el terrorismo yihadista forma parte de una lucha titánica del «Islam contra Occidente». Las noticias recientes, tampoco: el llamado «terrorismo islámico» es particularmente virulento contra países de mayoría musulmana desde Turquía a Indonesia sin olvidar Egipto o Túnez o, en concreto, los yazidíes. Y, sobre este asunto, resulta interesante la lectura (mediante suscripción) del reportaje del Wall Street Journal sobre las opiniones del papa Francisco al respecto: ninguna religión tiene el monopolio de tener miembros violentos, no se trata de “guerra de religiones” y hay otros factores a considerar en Europa:

«I ask myself how many young people that we Europeans have left devoid of ideals, who do not have work. Then they turn to drugs and alcohol or enlist in [the Islamic State, or ISIS]».

Mucho más si se compara esa frase con esta otra, tomada de un “leader” de The Economist que dice

“The lot of young Arabs is worsening: it has become harder to find a job and easier to end up in a cell. Their options are typically poverty, emigration or, for a minority, jihad”.

Lo que he hecho ahora, entonces, es ordenar, revisar y corregir las entradas que he subido al blog y que tienen que ver con el tema, aunque ocupándome más del “enemigo de Europa” que del “enemigo de Occidente”. He reducido lo que tenían de reacción inmediata a hechos concretos y he apagado lo que tenían de reacción personal a cosas oídas en tertulias y sobremesas, aunque es obvio que no he podido evitar el “ajuste de cuentas”, no conmigo mismo como en las Cartas fraternales que también publico aquí, sino con opiniones escuchadas o leídas en boca o pluma de amigos y conocidos inteligentes, cordiales y sensatos blandiendo opiniones que difícilmente encajan con los datos disponibles. Tampoco he podido evitar observaciones y referencias que han tenido que ver con el aciago mes de julio que solo para Alemania (sin incluir otros países europeos, Bélgica y Francia) se resumía así

In the span of one week in July, a 17-year-old Afghan asylum seeker attacked five train passengers with an ax in the Bavarian city of Würzburg; a Syrian asylum seeker exploded a bomb outside a music festival in another Bavarian city, Ansbach, wounding 15; an 18-year-old German of Iranian descent massacred nine people at a shopping mall in Munich; and a 21-year-old Syrian asylum seeker used a machete to murder a local woman in Reutlingen who had rejected his advances. The last two attacks had no apparent connection to 5 foreign terrorist groups. But the succession of violent incidents, all linked in some way to the Middle East, has created a sense of siege. [subrayado mío]

Ya no me dedico a aquel tipo de artículos, más o menos académicos, sino a lo que podría llamarse “periodismo de segundo nivel”, es decir, periodismo a partir del periodismo de otros.

0. Resumen

Pongo en resumen lo que he venido planteando estas últimas fechas y que colgué en el blog convenientemente. Sirve para ver la lógica del resto de este escrito y, de paso, para pedir disculpas por las repeticiones y desvíos del tema que sin duda se van a producir.

1. Los «valores europeos» son un recurso retórico respetable, pero muy difícil de concretar. Mi lucha (Hitler y su antisemitismo sustituido ahora por la islamofobia del tipo del noruego Breivik), el Manifiesto comunista (Marx y Engels, «la religión es el opio del pueblo»), La religión dentro de los límites de la mera razón (Kant) y la Introducción al cristianismo (Ratzinger, después Benedicto XVI) son de autores igualmente europeos, casi todos alemanes. Y si es por denominador común, es inútil buscarlos en Ceaucescu, la Inquisición de la Stasi alemana, Le Pen, Berlusconi, Carrillo, Moro, Blair, Aznar, González, Barroso o Monet (¿Se considera al ahora ortodoxo Putin como europeo?).

2. El Islam no está en contra de Europa. Los ataques yihadistas son de grupos muy particulares de musulmanes, en muchos casos poco musulmanes, y ni representan al Islam ni están en contra de Europa sino que tienen agendas locales que se extienden a Europa, pero extenderse no es tenerla como objetivo central.

3. Los musulmanes europeos ni son tantos ni su proyección demográfica hace pensar que vayan a ser mayoría. Mucho menos la de los que son de estricta observancia. El aumento de su porcentaje tiene que ver con la debilidad demográfica de los «aborígenes» más o menos cristianos (tan poco fanáticos como la mayoría de musulmanes) poco dispuestos a superar la tasa de reposición (nacimientos frente a fallecimientos) y sí dispuestos a producir sociedades notablemente envejecidas.

4. El simplismo de los planteamientos propagandísticos del Estado Islámico y antes de Al Qaeda se parece, en su función, al simplismo de los planteamientos xenófobos e islamófobos: buscan movilizar a personas con características personales y sociales aptas para ser cooptados.

5. Entre el simplismo europeo está incluso el suponer que los muyaidines que fueron a luchar a Afganistán contra los infieles comunistas (azuzados, en parte, por «Occidente») o que han ido a Siria son todos iguales. Tampoco son iguales los que han regresado: los hay desilusionados por la corrupción observada, las prácticas poco islámicas observadas y los excesos observados en el «campo de batalla».

6. Pero el problema es que algunos matan y lo hacen de manera espectacular. Responder a la violencia con la violencia es garantizarse que no hay final posible (Gandhi reconocía que “si se practica el ojo por ojo, al final todos ciegos”).

7. Las trayectorias de estos asesinos comienzan a conocerse y parece claro que la religión no es «el» factor determinante. Cierto que algunos pasan del islamismo «sociológico» (poco practicante) a la observancia y de ahí al wahabismo y de ahí al salafismo y de ahí al yihadismo tal como se lo entiende en Europa, es decir, violento. Pero la religión viene después, no antes de su radicalización.

8. El papel del reclutador es muy importante, sea en la cárcel, la mezquita, el grupo de amigos o internet. Es gente que sabe percibir la vulnerabilidad de quien puede ser cooptado, conocidas sus circunstancias personales. O, simplemente, que deja su mensaje para que quien lo necesite pueda asimilarlo y hacerlo propio.

9. El terrorismo yihadista no es el único terrorismo que hay en Europa y, desde algunas perspectivas, su letalidad es menor que la de otros terrorismos europeos (secesionistas, de extrema derecha o extrema izquierda y similares).

10. El miedo y la inseguridad son malas consejeras. Se pueden trasformar con facilidad en violencia y, en todo caso, son terreno abonado para políticos y reclutadores con intereses relativos al poder, no a las ideas o los valores. Provocar el miedo se puede hacer mediante un acto violento o mediante la magnificación del mismo o por el anuncio de ulteriores violencias. Lo hacen políticos y reclutadores que saben que el inseguro es más dócil y más dispuesto a creerse simplificaciones, en particular las que se refieren al «enemigo» (sea el «cruzado» o el «musulmán»).

11. Siendo problemas que vienen de antiguo y que han entrado en una espiral de violencia, no tiene mucho sentido pensar que se van a resolver de un día para otro.

12. Deslegitimar, no entrar en su juego, evitar los simplismos, policía (no tanto ejército), infiltración, analizar las causas de cada contexto (no hay una única causa ni su constelación está generalizada), conócete a ti mismo y conoce al otro, evitar «choques de civilizaciones» (lo digo recordando la fallida «alianza de civilizaciones» que promovieron Rodríguez Zapatero y Erdogan), empatía, evitar la visceralidad y promover la racionalidad son posibilidades que algunos de los que defienden los «valores europeos» pueden aceptar y otros rechazarán de plano. Hay responsables de estas tragedias y dolores en todos los campos.

13. Imponer «nuestros valores» (costumbres, versión de la religión) a los inmigrantes y refugiados podría estar en contradicción con dichos «valores» si como tales se toma a los de la Ilustración (libertad de pensamiento, libertad de expresión. rechazo de la pena de muerte). Cierto que en algunos países árabes (no en todos) se practica la teocracia (es decir, una determinada legitimación del poder político) y se persiguen otras formas religiosas, pero no creo que esa sea la razón para aplicar esas prácticas en Europa.

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