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El incomprendido feminismo musulmán

El feminismo musulmán por el cual la socióloga turca Nilüfer Göle (Ankara, 1953) lleva décadas luchando está todavía lejos de ser realidad. “Y no solo en Medio Oriente Medio”, precisa.

Profesora de Sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, discípula de Alain Touraine y miembro del comité científico del Instituto de Estudios del Islam de París, Göle es una de las voces más escuchadas en defensa de los derechos de la mujer musulmana.

Pero eso no la apacigua. Su enfoque es crítico con el eurocentrismo en los análisis de la identidad musulmana. En 2015 concluyó una investigación de cuatro años en 21 ciudades francesas particularmente golpeadas por los conflictos entre comunidades integradas por colectivos de esta religión.

De ello, nació su noción de “musulmán ordinario”, una generación de musulmanes de los que casi no se habla y que están hoy presentes en muchas urbes del Viejo Continente.

“Son una minoría visible, no por sus rasgos físicos, sino por las normas religiosas que siguen. Son los musulmanes que han inmigrado hace tiempo a Europa”, cuenta, en entrevista con Apro durante la premiación que le concedió el Festival de la Cultura Mediterránea de Cosenza (sur de Italia). El jurado la eligió como una de las ganadoras de este certamen dedicado a excelencias de la intelectualidad mediterránea.

“La noción de ‘musulmán ordinario’ me ha servido para explicar esta contradicción, la de un colectivo que existe y quisiera ser parte de la vida diaria en diferentes ciudades de Europa, aunque esta visibilidad acarrea problemas”, añade.

“Es un fenómeno sociológico nuevo porque, en verdad, ellos no son más inmigrantes, no viven tan solo en las periferias y, ahora, reclaman construir mezquitas con forma de mezquitas, usar el chador y comer comida halal. Ya no quieren esconderse y cuestionan la idea de que la religión debería mantenerse como un asunto privado. Es un colectivo que no quiere homologarse, sino integrarse”, precisa.

Según Göle, entender a estas minorías es fundamental para la resolución de conflictos sociales y políticos.

“Para el buen funcionamiento de las democracias, es necesario un proceso de familiarización. Es necesario proceder hacia la traducción de las diferencias culturales. Esto es el multiculturalismo, un proceso que no se produce de la noche a la mañana”, dice.

No obstante, este proceso no está teniendo éxito, señala la experta.

“Se debe también a que ha habido una simplificación del Islam. La voz de los ‘musulmanes ordinarios’ no ha sido escuchada, ni se les ha integrado en las sociedades”, explica esta analista, especializada en el estudio del Islam en Turquía y en Europa.

Por el contrario, dice, los musulmanes han sido asociados al terrorismo, a cuestiones de seguridad pública.

“La laicidad, la libertad de expresión y de los sexos son valores importantes, pero también es importante encontrar formas de incluir a los últimos llegados. Una razón es que el espacio público, que vendría a ser el lugar del debate, ha estado exclusivamente en manos de los medios de comunicación y esto ha impedido poner el foco en las pluralidades de las sociedades”, apunta.

Otro factor ha sido la evolución del pensamiento de izquierda, que ha dejado de lado a la religión en sus formas de concebir el mundo.

“La izquierda, al obviar a la religión, no ha visto venir los movimientos nacionalistas y a la derecha racista que promueve la idea de las comunidades puras que no aceptan los cuerpos extranjeros. La inclusión mejoraría la democracia”, opina Göle.

Según la socióloga, ni siquiera las feministas europeas han permanecido inmunes al enfoque centrado en un laicismo extremo, aunque hoy día se están produciendo pequeños avances en el diálogo entre las mujeres musulmanas y las feministas secularizadas.

“Hoy existe una nueva generación de feministas en países como Alemania y Francia que está dando pasos para tejer algunas alianzas y permitir el reencuentro de las feministas con las mujeres musulmanas. Es algo positivo y la única manera de romper muros y empezar a entendernos. Así estamos empezando a descubrir que hay más proximidad de lo que pensábamos”, opina la autora de Musulmanas y modernas, velo y civilización en Turquía (1995), Interpretaciones. El islam y Europa (2005) y Musulmanes au quotidien. Une enquête européenne sur les controverses autour de l’Islam (2015).

La cuestión, según ella, es que ser reconocidas y aceptadas por sus pares es fundamental para que las mujeres musulmanas puedan lograr avanzar en sus luchas contra el patriarcado y el sexismo violento que aún en la actualidad domina en muchos lares en el mundo.

“En Europa, por ejemplo, no existe esta imposición de llevar el velo. Es muy diferente de casos como el iraní (donde las mujeres sí tienen esa obligación). Así hay mujeres musulmanas que llevan adelante una crítica hacia el patriarcado y denuncian el sexismo violento que pretendería verlas sometidas. Lo hacen porque eso les impide llevar adelante sus aspiraciones en el campo de la educación y de su desarrollo profesional”, dice la socióloga.

“Pero, en paralelo, estas mujeres se adhieren a los valores del Islam. Sencillamente, su emancipación es distinta a la descrita por el feminismo laico y europeo de los setenta y ochenta, razón por la que estos movimientos también han rechazado a la mujer musulmana. Mujeres que están luchando por ser reconocidas, aunque intenten seguir un camino más personal”, reflexiona.

En paralelo, de hecho, están los múltiples problemas que deben enfrentar las mujeres musulmanas que viven en los países en los que esa religión es la de la mayoría y donde inesperadamente también se están produciendo retrocesos en los derechos de las mujeres.

“Nos encontramos en una etapa en la que, más las mujeres se liberan, más se ejerce violencia contra ellas. Lo vemos en las tantas mujeres que quieren divorciarse y que son asesinadas. Esto mismo también ocurre en Turquía. Esta voluntad de liberación y emancipación de las mujeres está generando conflictos”, dice.

“Hemos vuelto a las palizas, al acrecentamiento de los valores conservadores que han revitalizado la tentación de mantener a las mujeres ‘en su lugar’. Esto también va de la mano del aumento de la participación de las mujeres en los movimientos islámicos, que también ha creado nuevas dinámicas”, añade.

Esta situación es particularmente grave en países como Irak y Afganistán, subraya Göle.

“Casos como los de Tara Fares (modelo iraquí, asesinada en septiembre en pleno día en Bagdad) se originan en que se trataba de mujeres que habían alcanzado un cierto grado de libertad gracias a sus profesiones. Mujeres que habían salido de sus vidas privadas, para entrar en la esfera pública. Y que han terminado por sufrir este regreso a la misoginia”, afirma.

Para Göle, sin embargo, no todas las situaciones en el mundo musulmán pueden analizarse solo desde una perspectiva de mujeres contra hombres, como es el caso de la situación sociopolítica en su país de nacimiento, Turquía.

“Hay también mujeres que se adhieren al régimen de (presidente turco, Tayyip) Erdogan. Estas últimas son mujeres que han sido excluidas de la educación y de una vida pública satisfactoria y que ahora se están tomando una especie de venganza”, subraya.

“Pero esto también ocurre en otros países, como Estados Unidos o en el Reino Unido. Vivimos en una época en la que existen fracturas tan marcadas que casi es imposible ser sociedad. No nos reconocemos los unos a los otros. Esto es muy peligroso, más aún que estas situaciones se viven de una forma muy emotiva”, argumenta.

Dicho esto, Göle considera la represión de las libertades en Turquía un factor de desestabilización muy grave.

“La situación es inquietante. En 2005, cuando empezaron las negociaciones de Turquía para adherirse a la Unión Europea, había libertad en el país. Luego, después de las revoluciones árabes, el país fue visto como un modelo de sociedad en la que también se afrontaban temas antaño tabúes, como el genocidio armenio, la cuestión kurda y la presencia del Islam en la esfera política. Y después ocurrió la represión de Gezi, en la que una parte de la sociedad se convirtió enemiga de la otra”, afirma.

“El regreso de las palizas ha ido de la mano de una llamada en todo el mundo de líderes fuertes con ideas conservadoras. En el caso turco, lo hemos vivido de manera muy dramática. El espacio público ha sido cerrado”, señala.

Sin embargo, Göle insiste en que también hay espacio para el optimismo en la evolución de las relaciones entre los musulmanes que viven en Europa y las sociedades que están allí implantadas desde hace siglos.

“Sí, aunque insisto, hay que crear lugares de encuentro. Hoy día vivimos en sociedades que sectarizan, en las que nos tenemos miedo unos de otros. Por eso, hay que ir hasta los lugares de las controversias y desde allí recrear los espacios públicos de debate.”, argumenta.

“Si, por ejemplo, se manifiesta la voluntad de construir una mezquita, este tema no tiene que ser un asunto sólo de los musulmanes. Hay que involucrar a todos y buscar soluciones, también arquitectónicas, que todos acepten”, reflexiona.

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