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El imam gay de Sudáfrica

El primero de mis tres encuentros con Mushin Hendricks es en su casa, aunque habíamos previsto reunirnos en su mezquita de Wynberg, localizada en un suburbio acomodado de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). «Esta mañana no me encontraba muy bien, pero no quería cancelar la entrevista», dice visiblemente víctima de algún virus de entretiempo, pero cordial. Hemos tardado dos meses en cuadrar agendas. «He estado viajando mucho, y casi todas las semanas tengo alguna entrevista», cuenta mientras tomamos asiento. Comenzamos a charlar.

Mushin Hendricks es elegante incluso estando enfermo. De origen indonesio, sus rasgos no son los del musulmán cliché. Este año cumplirá 50 años y su vida no puede ser más plena. Está casado en segundas nupcias con un hombre con quien mantiene una relación desde hace 11 años. De su primer matrimonio con una mujer tiene tres hijos. En 2011, Hendricks se convirtió en un icono para los derechos humanos en Sudáfrica, pues se trata del único imam abiertamente declarado gay en el país, y de los pocos que lo ha hecho a nivel mundial. En su discurso defiende la igualdad entre hombres y mujeres e irradia calidez hacia los homosexuales.

Creció en el seno de una familia ortodoxa y su abuelo era imam. «Se puede decir que mi familia trajo el Islam a Ciudad del Cabo, y yo quería continuar con esa tradición», cuenta a este diario. Tal estirpe no daba pie a hablar de homosexualidad: «Desde niño sabía que era gay», reconoce, lo que hacía las delicias de sus compañeros de clase a la hora de ponerle motes. Esos ataques provenían también del discurso religioso: «En verdad te asusta si lo piensas», dice con una media sonrisa. «Yo quería ser un buen musulmán y no ser castigado por ello. Entonces, mi identidad se volvía complicada, porque por un lado quería conocer a chicos de manera más íntima pero también quería ser imam».

Empeñado en convertirse en guía espiritual, se trasladó a Pakistán con 21 años para estudiar el Corán. Allí analizó con atención los versos que narran la historia de Sodoma y Gomorra, a la que se atribuyen connotaciones sodomitas. «Pude comprobar que mucha gente había malinterpretado los versos, ya que nada en el Corán habla específicamente de la homosexualidad. De hecho, sí que alude a que el profeta impidió que los hombres que tenían inclinaciones fuesen atacados por otras personas», asegura.

«¿Por qué elegiste Pakistán siendo un país tan complicado?», pregunto. «Bueno, no es algo que se haya difundido mucho, pero hay mucha actividad gay en Pakistán». Mi asombro hace que continúe su explicación entre risas. «Es el día a día en Pakistán. Se asume que los hombres se comportan así por la segregación entre sexos, que dificulta el acceso a las mujeres. Los hombres han de tener una economía estable para tomar a una mujer en matrimonio, con lo que muchos no se casan hasta los 30 años». A los dos años conoció a la que se convertiría en su esposa y con ella tuvo tres hijos. Se divorciaron seis años después. «Me casé con ella pensando en que si me forzaba a estar con una mujer quizá mis inclinaciones cambiarían y ella aceptó». Fue un desastre.

«Salí del armario con 29 años, después de seis años de matrimonio y tres hijos». Ese fue el punto de inflexión que le llevó a estar dónde está. Divorciado, regresó a Sudáfrica y trabajó como profesor en tres escuelas coránicas hasta que decidió contar que era homosexual. Como era de esperar, le presionaron para dimitir. En ese momento comenzó la época más triste pero a la vez reflexiva de su vida, donde tuvo los primeros contactos con otros gays musulmanes. «Vi que todos habíamos pasado por lo mismo. En ese momento me di cuenta de que el propósito de mi vida era transmitir el mensaje de que no podemos discriminar en base a la orientación sexual y a la identidad de género. No podemos utilizar el Islam como una justificación de la homofobia«.

Sudáfrica es uno de los países del mundo más abierto hacia el colectivo LGBT. Desde 2006 la ley permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Es de los pocos países en África, sino el único, donde la gente puede declarar abiertamente su sexualidad sin ser castigado por ello a nivel social y penal. Gracias a esa libertad, Hendricks oficia bodas entre personas de diferentes sexos y religiones (el Islam solo permite el matrimonio entre religiones diferentes siempre que el hombre sea musulmán). El boca a boca agrandó su círculo de contactos que acabó por convertirse en un grupo de apoyo hasta que en 2011 llegó la mezquita, donde nos reunimos en dos ocasiones más.

INNER Circle se convirtió en un proyecto para ayudar a la gente a recuperar su autoestima y confianza, y luchar contra las ideas del patriarcado, causantes de la discriminación entre sexos y la homofobia. El público que acude es de lo más variopinto: hombres y mujeres de todas las edades. Desde adolescentes hasta algunos con el cabello cubierto de canas. El espacio ofrece conferencias temáticas, grupos de apoyo, viajes espirituales y un lugar seguro para rezar. Antes de marcharme, confieso a Hendricks que, sin ser una persona religiosa, he disfrutado con su sermón. «Yo tampoco soy muy religioso», me dice. «Lo que soy es espiritual».

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