Los socialistas estudiarán en la próxima legislatura una modificación de la ley de libertad religiosa Zapatero afirma que existe un «contrato» entre el PP y el sector eclesial «más duro y radical»
El Gobierno considera que el último encontronazo con la Conferencia Episcopal marca un antes y un después en sus relaciones. El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, confirmó ayer que el embajador español ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, ha comunicado al Vaticano, la "perplejidad y sorpresa" por la postura de los obispos españoles plasmada en la polémica nota en la que, sin citarlo, recomendaban no votar al PSOE. Vázquez, trasladó el viernes al sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano, Fernando Filoni, el malestar del Ejecutivo por la actitud de la Conferencia Episcopal, y sobre todo, el disgusto por sus referencias a la lucha antiterrorista.
Moratinos, que recordó que él se define como católico practicante, abandonó su prudencia habitual y calificó a la jerarquía eclesiástica española de "integrista, fundamentalista y neoconservadora".
Pero por alta que sea la tensión –que es evidente que lo es– no se traducirá, al menos de momento, en una revisión de los acuerdos con la Santa Sede. Zapatero, que ayer evitó referirse a la polémica en la convención municipal del PSOE celebrada en Zaragoza, sí argumentó en una entrevista a 20 minutos que modificar ahora el Concordato sería una respuesta en caliente impropia de su talante. "No me reconocería a mí mismo si mi reacción por la campaña antigobierno que hace la Conferencia Episcopal contra el PSOE fuera privarles de la financiación o decir 'hasta aquí hemos llegado", aseguró, para tranquilidad de los obispos. Gracias al acuerdo que alcanzaron el Gobierno socialista y la Conferencia Episcopal, el porcentaje que los ciudadanos pueden dedicar a la Iglesia en la declaración de la renta pasó del 0,5% al actual 0,7%.
Pero que ahora no se revise el Concordato no significa que el PSOE, si gana las elecciones, descarte impulsar algún tipo de modificación. La prueba es que ha incluido en su programa electoral una posible reforma de la ley de libertad religiosa. Sería a partir del 2010, cuando se cumplen 30 años de su entrada en vigor. Los socialistas aseguran que para cambiar la ley buscaran el máximo consenso. Pero no será fácil obtener el apoyo del PP, porque, con el argumento de reconocer el pluralismo religioso, con la reforma legislativa se abriría la puerta a la revisión de los acuerdos con la Iglesia.
La posible modificación de la ley es un primer aviso. Aunque la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, que es a la que lidia con la cúpula eclesiástica, insistió ayer en que la voluntad del Gobierno es tener "el mejor nivel de relación posible" con la Santa Sede, lo cierto es que parece que los obispos han acabado con la paciencia del PSOE.
SACAR PROVECHO
Los socialistas aseguran que ya no van a esforzarse en mantener una relación amable con arzobispos como el de Madrid, Antonio María Rouco Varela, a quien, a pesar de su beligerancia con el Gobierno, se le reservaba un protagonismo en las ceremonias de Estado.
Los estrategas del PSOE esperan que las críticas de la Conferencia Episcopal acaben traduciéndose en votos a favor de Zapatero, tanto del electorado de centro como del que se disputa con Izquierda Unida, el perfil de votante más alejado de la doctrina eclesiástica. De ahí que los socialistas hayan decidido sacar provecho de los ataques de los obispos y utilizarlos en contra del rival. El propio Zapatero denunció ayer que existe un "contrato entre el PP y el sector más duro y radical de la Iglesia".
Para el presidente, la relación entre el PP y los obispos es evidente y cita como pruebas la coincidencia entre ambos en el rechazo a la ley que reconoce los matrimonios homosexuales o a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Los socialistas insistirán en que los populares y una parte de la Iglesia "van de la mano", como proclamó ayer el secretario de organización del PSOE, José Blanco, que estos días insiste en que habla también como católico.