El espacio público, como es una biblioteca municipal, que debe ser lugar de convivencia, de conocimiento, de cultura,… y no espacio confesional ni religioso, ha sido ocupado por toda la simbología católica al instalarse un belén en su entrada.
Además se vulnera la aconfesionalidad del Estado, imponiendo este simbolismo particular de los católicos a todas las personas usuarias de este equipamiento cultural.
Tampoco favorece mediante unas buenas prácticas, que respeten todas las creencias y convicciones de la ciudadanía, la convivencia y la no discriminación frente a otras creencias religiosas, agnósticas o ateas.
Una situación que hoy es más grave, pues nos encontramos en una sociedad más plural, lejos de la cristiandad o del nacionalcatolicismo que imponía la religión utilizando la política. Algo en lo que algunos representantes públicos siguen aferrados.