El templo está en Utrecht, y un estudio señala que aísla a los menores de la sociedad porque sus prédicas chocan con las normas y tradiciones occidentales
Lodewijk Asscher, ministro holandés de Asuntos Sociales y nuevo líder socialdemócrata, ha estrenado prácticamente su cargo con una llamada a los padres holandeses que llevan a sus hijos, en Utrecht, a las clases de Corán auspiciadas por la mezquita salafista Al Fitrah. Desde la tribuna del Parlamento, les ha pedido que “borren de inmediato a sus niños de ese centro, porque lo que está pasando allí no es de recibo”. Se refería a las lecciones en las que supuestamente se adoctrina a los menores para que no denuncien a los delincuentes, criminales incluso, musulmanes. Solo deben recordarles que “no siguen la ruta indicada por Alá”. Asscher ha estallado diciendo que “es todo lo contrario”. “Los críos deben aprender que los hechos delictivos se ponen en conocimiento de la policía”.
La declaración del político se ha producido después de que el instituto Verwey-Jonker (especializado en sociología) describiera las reglas educativas que deben observar estos estudiantes (unos 170, de 5 a 14 años). Incluyen, entre otras, evitar a musulmanes moderados, rechazar la música y el cine, ausentarse de excursiones de tipo cultural, y la separación entre hombres y mujeres. Esta última alcanza a los profesores, sobre todo profesoras, en primaria, y no deben darles la mano al final de la jornada. La costumbre de despedirse con un apretón es común en Holanda en esa etapa educativa. Los investigadores han concluido que las prédicas anteponen la identidad musulmana a cualquier otra consideración, “y aíslan a los niños de la sociedad al recluirlos en un mismo círculo social y religioso”.
El estudio ha sido encargado por el ayuntamiento de Utrecht, y el propio ministerio, preocupados por el estilo de la mezquita, y también por el estado de sus cuentas. El pasado septiembre, el servicio antifraude de Hacienda la visitó porque se había retrasado en el pago del alquiler —unos 180.000 euros— al dueño de inmueble. También rastrearon un presunto delito de blanqueo de dinero. El partido democristiano y los liberales de derecha del consistorio, pidieron luego una encuesta sobre “la repercusión (en las prédicas) de los donativos llegados de Oriente Medio, “de parte de organizaciones supuestamente asociadas a grupos terroristas”.
El asunto de los impagos fluctúa, y el año pasado ocurrió lo mismo. Entonces, el dinero pudo reunirse gracias a una campaña de captación de dádivas entre los fieles de su comunidad. De fondo, sin embargo, se mantiene el rechazo a abonar renta alguna, una práctica criticada por el Islam, según Al Fitrah. Sobre el dinero sospechoso no pudieron encontrarse pruebas. “Sí reciben caudales de Kuwait, pero mientras no haya lazos terroristas no existe delito”, señaló el Ayuntamiento. A principios de diciembre, un reportaje del rotativo NRC Handelsblad apuntó que el imán de la mezquita, un holandés de origen sirio, “sostiene que los musulmanes deben repudiar a los infieles”.
Visto así, se trata de la mayoría de la sociedad holandesa. La dirección, sin embargo, “no se reconoce en la descripción hecha por el periódico”, porque ella “se distancia de los radicales y de la yihad, y sus estudiantes tienen espíritu crítico”. Prohibir las organizaciones salafistas en su conjunto, una idea barajada por el ministro Asscher, les parece oportunista. “Que venga y vea por sí mismo lo que hacemos”, proponen.