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El fascismo no es respetable. (Acunando al patriarcado)

En 1947, Antonio Vallejo Nágera es nombrado por las instituciones franquistas profesor de Psiquiatría en la Universidad de Madrid, cargo que desempeñó hasta 1959, siendo el primer catedrático numerario de dicha especialidad en la Universidad española. El psiquiatra dotó de base científica la política franquista al afirmar que el “marxismo” era una enfermedad incurable. Amparándose en tal pensamiento, se justificaron los robos de bebés para apartarlos de tan terrible lacra y educarlos en los cánones que el régimen impuso.

El psiquiatra DEL RÉGIMEN FRANQUISTA afirmaba que la tríada “Dios, Patria y Familia”, principal valor de la raza hispana, se había degenerado y que el pensamiento marxista de la lucha de clase había pervertido a la sociedad. Vallejo Nágera se centraba en la influencia de la cultura obrerista que se estaba implantado, la cual desembocaba en una enfermedad social:

“Las epidemias de San Vito se han visto sustituidas por otras epidemias que causan numerosas víctimas, por haberse traducido en lucha de clases. Han desaparecido de la conciencia colectiva las constelaciones. Dios, patria y familia que tanto influyen en la sensibilidad del pueblo”.

“El fenotipo amojamado, anguloso, sobrio, austero, se transformaba en otro redondeado, ventrudo, sensual, venal y arribista, hoy predominante. Tiene tan estrecha relación la figura corporal con la psicología del individuo que hemos de entristecernos de la pululación de Sanchos y penuria de Quijotes”.

En la revista, Acción española, del año 1936, el psiquiatra afirmaba lo siguiente: “En las clases bajas populares predominan los deficientes mentales y los incultos más que en otros estratos sociales superiores”.

Enrique González Duro sostuvo que Vallejo Nágera se proponía restaurar la inquisición, porque el psiquiatra sostenía que el español tenía sangre inquisitorial y era preciso recuperarla por el bien de España.

“Corre sangre de inquisidores por nuestras venas y en nuestros genes paternos y maternos están incrustados cromosomas inquisitoriales”.

Consideraba que las ideas que habían invadido el país, durante la República, eran antipatrióticas, extranjeras y corruptoras de los valores hispánicos. Sus ideas fueron bien vistas por el gobierno, ya que en 1938 se encargó al psiquiatra el estudio definitivo que dotaría de carácter científico la represión que se ejercía contra las personas leales a la República. Para dicho estudio, Vallejo Nágera creó el Gabinete de Investigaciones Psicológicas, un organismo que estaba bajo la jerarquía de la dirección de campos de concentración de prisioneros. La institución creada era una copia del Instituto Alemán que difundió las ideas nazis sobre la eugenesia.

Desde el Instituto, el psiquiatra desarrolló una de sus teorías, la cual consideraba a los marxistas y los individuos de los estratos sociales más bajos gentes a erradicar para mejorar la raza hispánica. Según él, ésta debía elevarse a sus momentos más gloriosos. Querían experimentar con hombres y mujeres de las prisiones y campos de concentración para identificar y destruir el mal marxista. El estudio se realizó en el campo de concentración de, San Pedro de Cardeña, (Burgos). En dicho campo existían 3.000 soldados republicanos y más de 600 brigadistas internacionales; el estudio fue recogido en el trabajo, Psiquismo del fanatismo marxista. El doctor Vallejo Nágera y otros como él inyectaban a su pacientes cardiazol, un fármaco que llevaba al borde la muerte, provocaba también el coma hipoglucémico, el choque acetilcolínico, la carbonarcosis, el bombeo espinal, además de realizar lobotomías.

En la Revista Semana Médica Española, 1939. Afirmaba:

“La inferioridad mental de los partidarios de la igualdad social y política o desafectos. La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los mejores».

Para él, el ideario marxista y la igualdad social favorecía a los inferiores mentales, incapaces de ideales espirituales y a quienes solo les satisface las apetencias animales. Y en aras a fomentar a los mejores, todo hombre debía estar dispuesto a procrear la raza:

“Constituye un deber de todo buen ciudadano, consciente de la responsabilidad moral de su destino histórico crear una familia, si tiene capacidad y salud para ello. Es el solterón, por regla general, un mal patriota y un mal ciudadano, o un enfermo. Piensen los solterones seriamente sus deberes para con Dios, la Patria y el Estado y confirmarán el precedente aserto […] El ciudadano modelo de la Nueva España será casado y prolífico.”. Vallejo Nágera, Política racial del nuevo estado, Editorial Española 1938, p. 55

Sobre la mujer

Antonio Vallejo Nágera consideraba que las mujeres eran fundamentales para el estudio que él pretendía y, por ello, en mayo de 1939, sometió a 50 presas republicanas a un experimento racial; eligió a mujeres de la prisión provincial de Málaga, de distintas edades. Sus investigaciones le permitieron degradar la figura de aquellas mujeres republicanas, que tachaba en sus estudios como un «ser degenerado, lleno de ferocidad y de rasgos criminales», tesis que publicaría años más tarde en la Revista Española de Medicina y Cirugía para dejar constancia de la temible influencia del «gen rojo» y la necesidad de extirparlo. No se conoce la identidad de aquellas mujeres que estuvieron expuestas durante un tiempo a tan humillantes pruebas. El psiquiatra redactó un amplio informe de sus víctimas. Aquellas «mujeres marxistas» eran cincuenta: 33 condenadas a muerte, 10 a reclusión perpetua y las 7 restantes tenían penas de entre 10 y 15 años. Hasta les robó el nombre. Ningún archivo pone nombres y apellidos a las presas malagueñas, aunque se conoce cómo el temido psiquiatra las consideraba peligrosas en diferentes niveles de grupos, considerando a las marxistas las más degenerada. Entre las conclusiones, Nágera afirmó que «la mujer roja y la mujer en general tenía rasgos físicos de extraordinaria inferioridad con respecto al hombre».

Esperanza Bosch, autora de, La psicología de las mujeres republicanas según el Dr. Antonio Vallejo Nágera, declara en su estudio que el psiquiatra estaba convencido de que las mujeres tenían un virus que era necesario extirpar y que ser de izquierdas tenía una inconfundible relación con la perversión humana. Las mujeres republicanas sufrieron una espuria denigración en la posguerra, por parte de la dictadura franquista. Esperanza Bosch afirma: “A estas mujeres les quitaron a sus hijos para destruir sus mentes y anular sus voluntades». Aquellas cincuenta presas fueron el primer material de un estudio sistemático sobre las teorías nazis, que el Franquismo asumió y practicó.

El psiquiatra afirmaba que el psiquismo femenino tiene muchos puntos con el psiquismo infantil y con el instinto del animal, y que ese instinto primario  despierta en el sexo femenino la crueldad, ya que ésta tiene una gran carencia de inteligencia.  El psiquiatra, además de buscar el llamado “gen rojo”, definía a la mujer como un ser inferior al servicio de la maternidad; escribió numerosas páginas que intentaban demostrar la inferioridad de las mujeres. Entre otras perlas misóginas, afirmó lo siguiente:

«A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella».

Mirta Núñez, profesora y ex-directora de la Cátedra de Memoria Histórica, de la Universidad Complutense de Madrid, asegura que el principal objetivo era vejar a la mujer que había transgredido los límites de la feminidad tradicional durante la República. De algún modo, esta humillación quería provocar que la vergüenza a la que habían sido sometidas delante de sus vecinos les forzara a regresar al hogar y al ámbito familiar, de donde nunca debieron salir. Igualmente, las presas políticas que habían hecho de enlaces en los partidos o habían combatido como milicianas en el bando republicano, fueron severamente castigadas por “adhesión a la rebelión militar”. Pero además, sobre ellas recaía la losa de ser consideradas traidoras de su género. Toda una visión sostenida en las “investigaciones científicas” del psiquiatra y militar Antonio Vallejo-Nágera, que ha pasado a la historia por sus estudios misóginos sobre la mujer republicana. Fue uno de los impulsores de la segregación entre hijos y madres rojas, con el objetivo de evitar que los pequeños “se contagiaran” de su ideología. “De ahí procede todo el problema de los niños robados”, afirma Mirta Núñez.

No hay que olvidar que las órdenes religiosas entraron de lleno en la dictadura para encargarse de la administración y vigilancia de las presas. Las monjas coaccionaban a las encarceladas para que regresaran al seno de la Iglesia y cumplieran con todos los ritos. En 1940, 22 congregaciones se repartían la gestión de las prisiones en España, entre ellas las Hijas de la Caridad, que lo hicieron en Las Cortes de Barcelona. El gobierno y la Iglesia querían “recristianizar” a la sociedad que se había alejado de la moral católica.

El hacinamiento y el tratamiento que recibieron varias de las mujeres que pasaron por allí, bien podía ser calificado como, “almacén de reclusas”. Algunas recuerdan haber dormido junto a otras seis mujeres en celdas acondicionadas para dos personas. La falta de higiene, las malas condiciones sanitarias, el hambre y la expansión de enfermedades se aliaban allí con la angustia de escuchar cada noche los disparos que en el cercano cementerio del Este acababan con la vida de hombres y mujeres a los que Franco considera enemigos.

Las mujeres abarrotaron las cárceles, sobre todo en los primeros años de posguerra. La madrileña cárcel de Las Ventas, creada por Victoria Kent, primera Directora General de Prisiones de la historia de España, con el objetivo de modernizar y dignificar las condiciones de las reclusas, se vio desbordada con 3.500, cuando estaba pensada para 500 reclusas.

Juan Antonio Vallejo Nágera, muere en Madrid, el 25 de febrero de 1960, pero su pensamiento fascista contra las mujeres está aún presente.

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