Este viernes se conoció una misa realizada por pastores evangélicos con la autoproclamada presidenta Áñez. El cristianismo al servicio de la derecha golpista.
“Señor, guarda la vida de cada persona que tenga un título de poder en esta nación”. Ese fue uno de los pasajes de la misa que un pastor evangélico gritaba desde un atril, en presencia de la golpista Jeanine Áñez y miembros de gobierno.
Una defensa, en forma de oración, de los empresarios que a sangre y fuego quieren volver a apropiarse de los recursos naturales y la renta nacional.
Ya vimos a miembros de los Comités Cívicos de Santa Cruz y Potosí, impulsores del golpe de Estado, junto con Áñez en el balcón del Palacio del Quemado la noche del golpe, enarbolando una biblia. Presencia simbólica de la Iglesia católica como parte del golpe, que está pudiendo asentarse gracias a la traición del MAS.
Este último viernes con Áñez en el centro y la presencia de miembros del gobierno de facto, diputados y senadores golpistas, el pastor evangélico vociferaba que “el espíritu santo gobierna sobre el millón noventa y ocho mil quinientos ochenta y un kilómetros cuadrados que tiene Bolivia, porque donde está el espíritu de dios, ahí hay libertad”.
Esas palabras fueron dichas a sabiendas de la masacre que perpetró la derecha en el poder sobre las poblaciones de El Alto y Cochabamba cuando se movilizaban contra el golpe y a pesar de las numerosas denuncias sobre detenciones ilegales, persecuciones a opositores, etc.
Así siguió: “bendecimos al Ejército, bendecimos a la Policía (…)”, los autores materiales de esos asesinatos. La palabra cinismo, a esta gente le queda chica.
Además de proclamar como universal en Bolivia, una “deidad” del cristianismo ajena a las creencias de los pueblos originarios: “Bolivia tiene dueño, se llama Jesús”. La religión puesta al servicio de quienes tomaron el poder para volver al robo y saqueo.
Una puesta en escena propia de las peores películas “satánicas”. Pero esto no es una ficción. Se trata de una de las ramas del cristianismo que apoya las políticas de la derecha, como al gobierno de Bolsonaro en Brasil.
Siempre la cruz, junto a la espada.