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El Estado y los valores cívicos

El tema de la Constitución Moral ha puesto el tema de los valores sobre la mesa del debate. Algunos piensan que los elevados índices de violencia y los problemas de corrupción con sus altos costos políticos, económicos y sociales tienen su origen en la ausencia de valores.

Lo piensa el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, por ello reparte entre los beneficiarios de los programas sociales la Cartilla Moral que, en el año 1944, escribiera Alfonso Reyes, además de haber ordenado la creación de la Constitución Moral, una guía de valores orientada al rescate de valores y al estímulo de patrones de conducta.

También lo piensa y lo dice públicamente la Iglesia católica, quien está interesada en el retorno de la educación religiosa a las escuelas públicas, quizás porque cree que el pueblo ignora que cuando esta institución tuvo en sus manos el monopolio de la educación, no logró moralizar ni erradicar el analfabetismo de la población.

Sólo tenemos que remontarnos al tiempo de la Conquista de México, y recordar el comportamiento inmoral, cruel e inhumano de Hernán Cortés y sus soldados, hombres que, a pesar de haber sido «instruidos» en escuelas católicas de España, cometieron los peores excesos en agravio de los pueblos indígenas establecidos en territorio mexicano.

Los más de trescientos años de virreinato, y las primeras décadas de vida del México independiente, demuestran que la doctrina y moral católicas fueron incapaces de desterrar las prácticas inmorales de la población. Es más, ni en los clérigos que se encargaban de «educar» confesionalmente a los menores de la Nueva España se observó un comportamiento digno.

Si la educación católica hubiera logrado erradicar las malas prácticas, no hubiera sido necesario el establecimiento de la Inquisición en México, un tribunal que juzgó y castigó despiadadamente no sólo a los «herejes» y judíos que se rehusaban a convertirse al catolicismo, sino también a quienes estaban bajo sospecha de homosexualidad.

El siguiente dato nos proporciona una idea de lo que sobre el tema ocurría en aquellos tiempos, y cómo se trataba de erradicar una práctica considerada por el catolicismo como altamente inmoral. Me refiero a la homosexualidad, por causa de la cual fueron arrestadas en 1658 ciento veintitrés personas, solo por sospecha.

La Inquisición que se estableció en México castigó, además, a brujas, magos, adúlteros, paganos, blasfemos, herejes, borrachos, etcétera. La acción punitiva de este siniestro tribunal demuestra lo fallido que fue la enseñanza religiosa, esa que en diferentes momentos de la historia han procurado que retorne a las escuelas públicas.

Estoy de acuerdo en que hoy por hoy hace falta que el Estado Mexicano se ocupe del fomento y promoción de los valores, pero no de los religiosos ni de los éticos, que no son su competencia; sino de los valores cívicos, es decir la laicidad, la solidaridad, la libertad y el respeto pleno a la diversidad, entre otros.

Estos valores nos permiten transformar nuestro entorno en un mejor lugar, y crear espacios de aceptación y desarrollo social para un país como el nuestro, que es predominantemente plural, con distintas creencias religiosas.

Por último, quiero señalar que, según mi opinión, el tema de los valores se ha venido utilizando de un tiempo a la fecha como pretexto para el retorno de la educación religiosa a los establecimientos de educación oficial, una pretensión clerical y conservadora que es contraria al artículo tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual establece que la educación que imparta el Estado «será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa».

En anteriores entregas lo he dicho y hoy lo repito: La moral, al igual que la religión, pertenece al ámbito de lo estrictamente personal, y debe realizarse mediante la persuasión, no a través de la imposición de las leyes.

Al respecto, Carlos Javier González señala en un texto crítico de la Constitución Moral que propone el Jefe del Ejecutivo Federal:

“La moral es un elemento subjetivo que se define y se vive de manera personal, por lo que es prácticamente imposible que existan valores absolutos con los que comulgue la totalidad de la población, y por ello, se corre el riesgo de imponer los valores de los constituyentes morales sin importar si la gente está o no de acuerdo con ello».

Armando Maya Castro

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