Para los que participamos en el I Congreso de la AILP, allá en la lejana Escandinavia, en la ciudad de Oslo, no podemos no estar satisfechos con este V Congreso, esto demuestra que nuestra institución se ha fortalecido, a recorrido diferentes ciudades, países y continentes.
Hoy nos reunimos en esta hospitalaria ciudad de Montevideo.
Voy a comenzar como Pablo Neruda en “España en el corazón” explicando algunas cosas.
Esto que voy a presentar ha sufrido modificaciones, hace 15 días atrás era una ponencia para el congreso pero, los acontecimientos político religiosos en mi país en los últimos días me han obligado a cambiar la orientación de mi participación y hacer una propuesta al congreso que espero sea aprobada por unanimidad y para ello voy a justificarlo explicando algunas cosas.
En Chile, como en todos los estados invadidos por el imperio español en América durante los siglos XV y XVI, se utilizó como pretexto razones religiosas, la así llamada “evangelización” que, en la práctica, significó la conversión forzosa al cristianismo y la educación en la fe cristiana, destruyendo templos y monumentos que recordaran otras creencias y cosmogonías.
La religión y toda su simbología era considerada por la monarquía invasora como un instrumento fundamental para materializar sus fines político-estatales toda vez que el poder del monarca era considerado de origen divino en una simbiosis entre el estado y la fe en el cual ambos se apoyaban y fortalecían mutuamente.
La unificación religiosa forzada brutalmente era necesaria para el control masivo de la población aborigen en la dinámica de la conquista y evangelización del continente estimulada por Roma y Madrid. La espada y el pillaje se utilizaron como elementos de la fe para “salvar” almas de las idolatrías exóticas.
En esta nueva cruzada se utilizaron métodos que ya habían sido practicados en la península cuando la expulsión de judíos y moros por los así llamados reyes católicos.
En el proceso de evangelización forzada se tuvo cuidado de no ordenar sacerdotes de origen ilegítimo, es decir no europeos, para asegurar la pureza de la fe y la sumisión al monarca del otro lado del mundo. Lo anterior confirma que junto con la evangelización el objetivo era la imposición de nuevas formas culturales y religiosas, el debilitamiento del patriotismo de los pueblos sometidos y como consecuencia aminorar la resistencia al invasor.
Por lo anterior proponemos al V Congreso de la Asociación Internacional del Libre Pensamiento que, tomando en cuenta los siguientes antecedentes:
1) Que la Iglesia Católica Romana fue cómplice de la monarquía española en la dominación colonial en América.
2) Que la Iglesia Católica Romana se opuso a la lucha independentista de las colonias españolas en América.
3) Que esta oposición se manifestó en dos encíclicas de los papas Pio VII y León XII: “Etsi Longissimo Terrarum” y “Etsi Iam Diu” llamando a los católicos de América a no colaborar con lo que llamaron “tiranía de los demonios” pidiendo sumisión a las autoridades españolas oponiéndose por lo tanto a las luchas independentistas.
4) Que, como consecuencia de lo anterior, los curas, monjas y funcionarios de la Iglesia Romana colaboraron con la monarquía y se opusieron al movimiento patriótico.
5) En los primeros años después de la Independencia la institución de la Iglesia conspiró contra las nuevas repúblicas y traicionó la causa patriótica.
6) Que, como consecuencia de la oposición monárquico clerical a la causa de la Independencia, murieron cientos de miles de personas en todo el continente.
7) Que, recién, entre los años 1840 y 1890, la Iglesia Romana reconoció la Independencia de todas las repúblicas americanas.
Por todo lo anterior, el V Congreso de la AILP acuerda exigir al Papa y, a las autoridades de la Iglesia Católica Apostólica Romana en el continente americano, pedir perdón por su oposición a la justa causa de la Independencia Americana con todas las consecuencias que esto significó.
Consideramos que reconocer, aunque tardíamente, el haber apoyado el colonialismo español y no la causa de la Independencia, sería un acto de grandeza, de reivindicación histórica, que ayudaría a la mejor convivencia entre los seres humanos.