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¿El Estado laico en cuestión?

A pesar de que Felipe Calderón y otros funcionarios han reiterado su adhesión al Estado laico, en la práctica ellos y sus correligionarios se comportan en sentido inverso ya que sus "usos y costumbres", sus convicciones profundas, se oponen rotundamente al significado del laicismo.

Una lucha que parecía ya ganada vuelve a librarse. Lo cual nos convence que la batalla por resguardar las conquistas de la Reforma y de nuestro pasado ha de repetirse incansablemente, como ocurre con frecuencia en la historia en que no se cancelan definitivamente los ciclos sino que regresan neciamente.
El Estado laico ha corrido parejo a las grandes revoluciones victoriosas del pasado (Independencia, Reforma y Revolución de 1910), pero más allá de su alcance institucional el laicismo ha sido la transformación más profunda del pueblo mexicano a través del tiempo, ya que se trata de una verdadera revolución cultural que modificó de raíz las relaciones sociales, convirtiéndose para la mayoría de nosotros en forma de vida y hasta en "segunda naturaleza". Revolución cultural porque la secularización significa autonomía respecto a la religión, y comprende los ordenamientos políticos y sociales, la cultura, los modos de pensar y vivir, las ideas y costumbres de la mayoría.

La polémica sobre el aborto ha actualizado viejas pugnas entre mexicanos, entre liberales y conservadores. Pero vemos en estos últimos las viejas marrullerías de la mentira y la distorsión, y la movilización de un clero que abiertamente presiona en materia política y que no se abstuvo de invocar otra vez instancias del extranjero, como la carta del Papa Benedicto que los apoya simplemente por sostener el dogma sin conocer las circunstancias del país en que se invoca la despenalización. Sí a la vida en abstracto, sin la mínima piedad para la vida concreta de las decenas de miles de mujeres que mueren por una práctica que para muchas resulta inevitable en las peores condiciones.
Sobre el laicismo permítanme citar a Mario Vargas Llosa, tan gran novelista y tan distante del que esto escribe en muchas materias de carácter político, social y económico. Escribió no hace tiempo: "Requisito primero e irrevocable de una sociedad democrática es el carácter laico del Estado, su total independencia frente a las instituciones eclesiásticas, única manera que tiene aquél de garantizar la vigencia del interés común por sobre los intereses particulares, y la libertad absoluta de creencias y prácticas religiosas a los ciudadanos sin privilegios ni discriminaciones de ningún orden".
Se ha dicho que la crisis actual del Estado mexicano tiene como causa principal la destrucción conceptual y material del sistema educativo, fundado en principios laicos, democráticos y de "bien público". En México, al menos desde hace 25 años, ha ido avanzando una filosofía de lo público que, en verdad, resulta la exaltación de lo privado y minimiza a lo público propiamente dicho. Enfatiza la preeminencia del mercado, abandonándose la responsabilidad pública de educar y representar realmente el interés general.
Para invocar una figura literaria conocida: el principio orwelliano del "Gran Hermano" se interpreta como la presencia omnipotente del Estado totalitario que destruye la intimidad y controla al individuo: el "Big Brother", amo de voluntades y conciencias. Ahora, en vista de la creciente educación en manos privadas y del monopolio de los más importantes canales de comunicación, la situación se modifica de raíz, hasta llegar a su contrario: es el interés privado el que condiciona, informa, orienta e impone. El "Big Brother", nada caritativo, ya no es el Leviatán público en que pensó Orwell, sino que es el interés privado y mercantil: el criterio de lo privado es hoy el elemento determinante de conciencias y conductas.
Desde hace varios sexenios las políticas educativas han estado subordinadas a los requerimientos sexenales del poder, sin una idea de conjunto y del largo plazo y, peor aún, han sido sometidas a los intereses de la burocracia sindical corrupta y criminal, enquistada en la organización gremial de los trabajadores de la educación. El hecho es que la educación dejó de ser un componente central de las estrategias de construcción nacional. Pero el abandono estatal de la educación no fue accidental sino que fue parte del proyecto de privatización del sistema educativo, de su subordinación al mercado. El resultado ha sido el de una mayor polarización y estratificación del acceso a la educación, y un componente fundamental de la creciente desigualdad en nuestro país.
La defensa del Estado laico y la reconstrucción de la educación pública son responsabilidad esencial de la sociedad mexicana. Resultan aspecto estratégico del futuro de México. Ha de rescatarse la laicidad y por consiguiente la democracia como fórmula de convivencia que hace de la ciudadanía, y no de la sangre o la fe religiosa, su piedra fundamental.
Pero hay que decirlo fuerte: en México se ha desatado nuevamente el ataque al Estado laico por parte de partidos políticos, responsables gubernamentales, grupos fascistas que se esconden tras el disfraz religioso y, ahora se ve claramente, por la alta jerarquía católica y grupos afines.
Que exhiben un pensamiento "único" y una "moral única" y que en su intransigencia se empatan con los poderes económicos y políticos del neoliberalismo. ¿Casualidad?

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