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El Estado laico, conquista humana

El doctor Humberto Belli, en su último artículo de opinión en el Diario LA PRENSA, me invita a debatir con él sobre el matrimonio.

La tolerancia y la tutela legal que asiste como derecho constitucional a todas las formas de familia es una importantísima conquista para la humanidad. No hay, por ello, argumento alguno que pueda demostrar que una forma de familia (basada en el matrimonio cristiano o basada en la indisolubilidad del vínculo conyugal) sea superior a las demás alternativas de convivencia familiar, como pretende obstinadamente el doctor Belli.

En realidad, la posición del doctor Belli radica en su interés manifiesto de incluir el tema de la familia en el diálogo entre los obispos y Ortega, con el fin que se promulguen leyes que discriminen, incluso con cargas fiscales, las uniones de hecho estable, y que se dificulte legalmente el divorcio unilateral.

El doctor Belli intenta disminuir, aún más, los derechos democráticos, con el pretexto que el Estado debe privilegiar el matrimonio cristiano. Políticamente, le resta por explicar cómo es que Ortega —que ha destruido la institucionalidad como nunca antes en nuestra historia— se convierta, ahora, en el vehículo adecuado para fortalecer la familia.

Es más simple comprender que Ortega se avenga, con gusto, a conceder a los obispos la ulterior restricción religiosa de los derechos ciudadanos, que propone el doctor Belli.

En este caso, el diálogo con Ortega —necesariamente, un acontecimiento político— pudo servir de escenario para levantar una consigna que debilitase el monopolio político de la dictadura orteguista. Había que atacar de raíz la corrupción (cuyo adalid es el principal interlocutor del diálogo con los obispos). Es Ortega quien propicia la impunidad, la independencia hegemónica permanente de la burocracia estatal y la nula rendición de cuentas.

Sobre cómo arrestar el absolutismo creciente, los obispos debieran dialogar. Pero, con la ciudadanía, para acompañarla en sus luchas contra el régimen corrupto de Ortega.

“Mi posición —escribe Belli— es que el matrimonio estable es socialmente más beneficioso que otras alternativas”.

Lo esencial es que la estabilidad conyugal no se consigue con leyes represivas o con privilegios al matrimonio cristiano. En el intento de darle un sustento “científico” a la susodicha superioridad de la unión matrimonial, respecto a la unión de hecho estable, Belli insiste:

“Los casados gozan de mejor salud física, emocional y psíquica, y están más estimulados a aumentar sus ingresos, que los que viven solos o cohabitan. Igual sus hijos”.

La salud física, emocional y psíquica en el seno de la familia es una consecuencia de la correlación estadística entre variables económicas y sociales con la salud. Dependen de variables tales, como el desempleo, el desgaste por el trabajo físico, la desnutrición, los bajos salarios, la informalidad, las deplorables condiciones habitacionales (falta de agua potable, de letrinas, la exposición a químicos tóxicos), la falta de acceso a la atención médica en centros de salud (a vacunas, antibióticos, diagnóstico, etc.), la tasa elevada de embarazo adolescente, la exposición a la incidencia de enfermedades endémicas (paludismo, Vibrio cholerae, dengue, etc.).

De modo, que para mejorar la salud familiar es sobre esos elementos sociales que se debe actuar, no sobre el contrato matrimonial.

Por desgracia, el doctor Belli cita fuera de contexto a las Naciones Unidas:

“Las Naciones Unidas ponían de manifiesto que sin una familia fuerte la sociedad se va debilitando cada vez más”.

La pobreza y las desigualdades desintegran cada vez más la familia, por la marginalidad social. Basta comprobar que el 17 por ciento de nuestra población ha emigrado del país.

La familia no es el contrato matrimonial. Fortalecer la familia no pasa por el matrimonio (ni las Naciones Unidas han planteado semejante cosa). La familia, en todas sus formas, con matrimonio o sin él, es la célula básica de la sociedad. Es una forma indispensable de solidaridad humana y de economías de escala que debe extenderse a la comunidad, con formas organizativas de participación directa, social y política, que recojan la prevalencia del interés colectivo.

Sin embargo, la unión conyugal es un convenio que admite causales de separación, distintas a la muerte. Inevitablemente habrá causales unilaterales, dada la complejidad del ser humano, cuya libertad individual es una responsabilidad existencial ineludible.

Fernando Bárcenas

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