El germen del terrorismo islámico crece en los barrios conflictivos de la ‘banlieue’ francesa
La imagen de soldados del Ejército patrullando, fusil ametrallador en ristre, en las estaciones de tren, el metro o la explanada de la Torre Eiffel sorprende, e incluso inquieta, a muchos turistas. Para los parisinos, en cambio, no tiene nada de excepcional. Forma parte del paisaje. En alerta terrorista desde el 2005 por las amenazas de Al Qaeda debido a su implicación en Afganistán, Francia sabe que tiene al enemigo dentro. Como Mohamed Merah, nacido en Tolouse y educado en la escuela laica de la República. ¿Cuál es el germen que alimenta la fábrica de terroristas que se vuelven contra su propio país?
La veintena de franceses que se estima que han pasado por los campos de entrenamiento de organizaciones afines a Al Qaeda en Afganistán o el norte de Pakistán tienen en común un proceso de fanatización influenciado por el islam radical. Aunque no todos -alguno procede de una familia católica y francesa de pura cepa-, la mayoría son descendientes de inmigrantes de religión musulmana y surgen de los barrios desfavorecidos de la banlieue. Barrios con más de un 40% de paro juvenil, mal comunicados, formados por inhóspitos edificios de viviendas sin comercios ni trama urbana, donde la ley la hacen los llamados caids, cabecillas de bandas de delincuentes vinculados con frecuencia al tráfico y consumo de drogas.
Merah se crió en uno de estos barrios, la Cité de Izards, en las afueras de Toulouse. Adentrarse a la brava por sus calles puede salir muy caro. Lo pudo comprobar estos días un equipo de la CNN que quiso visitar los escenarios de la infancia del terrorista. Los periodistas toparon con la agresividad de un grupo de jóvenes y tuvieron que salir por piernas.
Como sucede en muchos guettos de las grandes urbes, los extranjeros no son bienvenidos. En Francia, estos barrios llamados eufemísticamente «zonas sensibles», se han convertido en un terreno abonado para el fundamentalismo islámico. «La primera influencia data de los atentados del 11-S. Muchos jóvenes se sintieron fascinados por esta forma de virilidad musulmana», apunta Bernard Rougier, especialista de movimientos radicales. A su juicio, internet ha jugado un papel importante, así como «la interiorización del sentimiento de menosprecio por parte de la sociedad francesa».
ZONAS ESTIGMATIZADAS / Según un estudio realizado en el 2011 en dos ciudades de Seine-Saint-Dennis, el departamento donde en otoño del 2005 estalló la revuelta de las banlieues, la religión se ha erigido en un elemento de cohesión en detrimento de la cultura laica. «Es un universo que no solo está estigmatizado sino relegado e ignorado por el discurso político dominante», argumenta el autor del estudio, el profesor de ciencias políticas Gilles Kepel.
Mientras los inmigrantes lo que querían era integrarse, sus hijos y nietos reivindican la religión musulmana como una forma de afirmar su identidad. Eso explica el fenómeno de expansión de la comida halal en los supermercados. Un indicador del avance del fundamentalismo es la proliferación del velo integral, que el Gobierno quiso frenar hace un año con la ley que prohíbe cubrirse el rostro en todo el espacio público. La medida le valió a Francia nuevas amenazas de Al Qaeda.
«Se dice del fanatismo de algunos que es el árbol que oculta el bosque del islam pacífico, pero ¿cuál es el estado real del bosque para que semejante árbol eche raíces?», se pregunta el profesor de filosofía Abdennour Bidar en Le Monde. A su juicio, esta cuestión «ha sido aplazada demasiado tiempo» por una religión «encerrada en sí misma e incapaz de hacer autocrítica». Bidar abre un delicado debate al denunciar una «degeneración de la religión musulmana», cangrenada por una mezcla de «ritualismo, dogmatismo, sexismo, antisemitismo, intolerancia e incultura». En este clima, y en nombre del derecho a la diferencia, la tolerancia y la libertad de conciencia, considera que han crecido «algunos espíritus enfermos».
EL CALADERO DE LA PRISIÓN / Parte de los jóvenes de la banlieue que han caído en la droga y la delincuencia encuentran en el islam la fuerza para salir del círculo vicioso. En este caladero pescan los salafistas y las redes de reclutamiento de yihadistas. Detenido 18 veces por delitos comunes, Merah es un ejemplo de este proceso.
«El clásico discurso fundamentalista en la prisión es: tienes una oportunidad de redimir ante Alá tu pasado no creyente y vas a reinventarte bajo la forma de un combatiente del islam», explica Rougier. «El yihadismo considera que el verdadero musulmán practica la guerra santa. La consigna que pudo recibir Merah es que para defender el islam hay que atacar a sus enemigos en Francia».
Según Mathieu Guidère, especialista en terrorismo, «la muerte de Bin Laden y la presión sobre las infraestructuras de Al Qaeda» han obligado a regresar a algunos combatientes franceses. Y prevé que «la nueva situación geopolítica puede desestabilizarles y provocar reacciones muy radicales». Inquietante conclusión.
Una manifestante se queja de que la policía impida una marcha hacia la casa de la madre de Merah, en Toulouse, ayer. REUTERS / ZOHRA BENSEMRA
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