El Tercer Comando Puro de Río de Janeiro es una de las principales organizaciones criminales del país y una de las más grandes de Sudamérica. Sus vínculos con la iglesia evangélica y la ultraderecha brasileña
Nacidos en los años ‘80 en la populosa Río de Janeiro, el Tercer Comando Puro (TCP) es el primer grupo de narcotraficantes abiertamente evangélico pentecostal. Se formaron como una escisión del Comando Vermelho (CV) que hoy por hoy actúa en tándem con el principal grupo de narcotraficantes del país, los paulistas del Primer Comando de la Capital (PCC).
Tras una división interna con el grupo de narcotraficantes más grande de la ciudad carioca, el TCP logró disputar el dominio en favelas como Morro dos Macacos y el Complejo de Israel, que incluye comunidades como Parada de Lucas, Cidade Alta, Pica-Pau, Cinco Bocas y Quitungo. Las grandes disputas entre el CV y el TCP generaron una escalada de violencia en Río en los últimos años, que incluyeron secuestros, quemas de automóviles, cierres de escuelas y centros médicos y tiroteos como el ocurrido en agosto de 2024.
El surgimiento del evangelismo narco
Los vínculos entre la iglesia evangélica neopentecostal y el narcotráfico no se inauguran en Brasil con el TCP. El PCC creció al calor de la década de los ‘90, al igual que el fenómeno evangélico. Ambos grupos se hicieron fuertes dentro de una misma base social, las favelas de las grandes ciudades, brindando protección y contención espiritual y material a muchos pobres en contextos de avanzada neoliberal. De hecho, Aaldeci Alves dos Santos, un importante narco de la banda paulista que se apoda el “Colorido”, fue acusado recientemente por el Ministerio Público de Sao Paulo de blanquear 23 millones de reales utilizados para abrir siete iglesias neopentecostales en la ciudad. El hecho de que el protestantismo, a diferencia de la iglesia católica, permita a cualquier individuo fundar un templo que puede funcionar en cualquier lugar – como garajes o patios interiores, incluso en la propia vía pública – se tradujo en una mayor inserción en la vida cotidiana y una interacción constante con los grupos narcos.
Al respecto, el antropólogo Vital da Cunha observa que la perspectiva teológica de los pentecostales que sostiene una concepción de la sociedad dividida entre el Bien y el Mal y al mundo terrenal como un lugar de guerra espiritual donde hay un claro enemigo a destruir, se conecta a la perfección con el ethos bélico del universo criminal, en pocas palabras, practican el mismo lenguaje. En este aspecto, en Brasil se produjo una clara aproximación de los traficantes a la liturgia evangélica y al conocimiento de su doctrina, más precisamente, a la Teología de la Prosperidad que, a diferencia de la católica, propone a sus fieles un culto a la riqueza individual y la esperanza de que si uno cree en dios puede volverse rico en este mundo. La Teología de la Prosperidad así, deriva en un móvil y obsesión por la abundancia material, deseo compartido tanto por las bandas criminales como por muchos fieles de la iglesia neopentecostal.
El complejo de Israel, la tierra narcoprometida
Hacia finales de la década de 2010 el TCP asumió el neopentecostalismo como doctrina de fé, lo que muchos llaman el ‘narcopentecostalismo’. Fue a partir de la consolidación del liderazgo de Álvaro Malaquias Santa Rosa, alias “Peixão”, quien afirma haber tenido una revelación por parte de dios como la tuvo Lutero, mientras estaba en prisión. En 2019 fue liberado y desde ese momento en adelante el TCP adoptó la simbología religiosa como la estrella de David en banderas y paquetes de drogas. Como otros líderes mesiánicos en Brasil, Peixão se declara un elegido de dios para ejercer el liderazgo del narcotráfico y consolidar el Complejo de Israel. Allí el autoproclamado ‘Ejército de Dios vivo’ logró hegemonizar su poder en cinco favelas: Vigário Geral, Parada de Lucas, Cidade Alta, Cinco Bocas y Pica-Pau, que sumam un total de más de 130 000 habitantes. Peixão decidió bautizar este conjunto como “Complejo de Israel”, en alusión a la tierra prometida.
Las referencias simbólicas y litúrgicas al estado de Israel por parte del neopentecostalismo no son una exclusividad de esta banda narco. Para algunas de estas corrientes, el regreso del pueblo israelita a “su tierra” a través de la formación del estado de Israel es una señal de la segunda venida de un Cristo guerrero quien libraría una batalla final contra el Mal y los seguidores del Anticristo, preludio del juicio final y la salvación de los verdaderos creyentes. Peixão adhiere a esta teología, y se erige como un líder religioso además de narco. Es por ello que envió a construir una estrella de David – recientemente removida por la policía – en el punto más alto de la Ciudad Alta que puede observarse en algunos tramos de la avenida Brasil, principal vía de acceso a Río de Janeiro.
La batalla contra el Mal: la intervención en política
En su concepción apocalíptica milenarista, este grupo narco cree estar del lado del Bien, es decir, de los que encarnan una batalla final contra los seguidores del Anticristo en Brasil. Para los neopentecostales el Mal se corporiza en la ‘izquierda’ política y todos sus derivados ‘culturales’, entre ellos la propia iglesia católica. Es por ello que ‘El Ejército de Dios Vivo’ decidió incursionar en política de forma activa por primera vez en las elecciones municipales del año pasado. Lo hizo a través de la intervención y persecución de las parroquias católicas dentro del territorio que controlan. Es que en los últimos años, el TCP comenzó a acercar posiciones con el bolsonarismo debido a su afinidad ideológica. Así fue que se convirtieron en un ‘brazo de acción’ para acallar a muchos curas católicos que expresan ideas propias de la Teología de la Liberación y simpatía con el PT. Fue en el mes de octubre del año pasado donde Peixão decidió restringir las misas de las parroquias católicas dentro de las favelas más grandes de Río de Janeiro, con el fin de silenciar posibles mensajes contrarios a su sistema de creencias y que puedan influir en el voto de la gente.
El matrimonio ideológico entre el evangelismo, el narco y la ultraderecha parece consolidarse en los últimos tiempos en Brasil y es parte del paisaje cotidiano en los barrios de menos recursos. El primero ofrece la doctrina, el segundo el financiamiento y el último pilar, la plataforma política.




