BRUSELAS. Ha sido el debate de la temporada en el Parlamento Europeo. Un ateo militante, de origen judío para más señas, contra un teólogo musulmán «de moda», debatieron ayer sobre el futuro del Islam en Europa. Daniel Cohn-Bendit, alias «Dany el Rojo» contra Tarik Ramadán, el filósofo nacido en Suiza,que promueve la adopción de los valores europeos por los musulmanes que viven aquí, pero al que muchos consideran como el caballo de troya del integrismo en Occidente. Y de hecho, el moderador, el periodista belga Pascal Fenaux, presentó el encuentro como si se tratase de un combate de boxeo: «A mi derecha….» y ya no pudo hacer prácticamente nada más, porque el debate encontró enseguida la velocidad de crucero, civilizadamente.
«Quiero hablar -empezó Ramadán- del problema de la emigración. Hay unos musulmanes que vinieron aquí hace años y que son ya tercera y cuarta generación. Esos son ciudadanos y sus problemas son problemas sociales. Hay otros que vienen ahora y que son emigrantes y que tienen problemas de emigrantes. mezclar ambas cosas es un error».
«La ciudadanía europea no se estructura solo por vivir en Europa -le respondió Cohn-Bendit-. Cuando yo digo que tengo problemas con el Islam lo que estoy diciendo es que tengo problemas con las religiones, porque en todas ellas ha habido intentos de imponer a través de una ética particular una visión de la política y en nuestras sociedades ha habido un largo combate para emanciparse de la religión».
Ramadán es muy hábil con los sermones, pero insistía en darle vueltas a la misma idea de que la solución de todos los problemas consiste en reconocer a la religión islámica como un componente propio de la sociedad europea: «Yo soy suizo, de cultura europea, de memoria egipcia, de religión musulmana e internacionalista» y Cohn-Bendit, que también puede presumir de identidades múltiples entre Francia y Alemania y entre la extrema izquierda revolucionaria y los Verdes actuales, le contesto: «Lo que me pasa es que con los años me vuelvo desconfiado. Y la negociación sólo funciona si ninguno cree que su ética es la verdad absoluta». «Muchos musulmanes logran negociar su inserción europea en su vida privada», replicó Ramadán, mientras que para Cohn-Bendit «muchos más no lo hacen».
Fuera de Europa
El debate salió de Europa y se fue a los países de origen de los musulmanes, donde para Ramadán «los regímenes laicos han sido siempre una imposición colonialista», y para el eurodiputado «no hay más que ver lo que pasó en Irán, como en tantos lugares del mundo árabe, donde cada vez que se han logrado emancipar de las dictaduras totalitarias, han caído en un totalitarismo religioso aun peor». «¡Usted es un agente del Mosad!», le espetó un iraní que estaba entre el público, lo que sirvió de pretexto para que los dos combatientes dialécticos se pusieran curiosamente de acuerdo inmediatamente en algo: «El antisemitismo es inaceptable».
El ejemplo saudí
La cuestión de señalar a Arabia Saudí como un mal ejemplo también les puso de acuerdo, porque de todos modos, ni siquiera Ramadán está bien visto por los guardianes de los santos lugares. También se dieron cuenta de que el color verde es a la vez la bandera de los ecologistas y la del Islam. Y de que pueden discutir civilizadamente, aunque eso tenga que suceder en Europa y no sea posible todavía en países como Afganistán. Ramadán pasó sobre ascuas por el caso del afgano convertido al cristianismo al que quieren ejecutar. «Yo le he defendido y por eso me tratan a mi de apóstata», aseguró. Y al final, una mujer cerró la discusión con una pregunta simple pero reveladora de la distancia entre las dos posiciones: «Yo soy holandesa, ¿cree que puedo decir libremente que soy musulmana y que necesito a Dios?». «Sí señora -le contestó Cohn-Bendit- tan libre como de decir que necesita ir al cuarto de baño».