El movimiento que en 2011 ganó las primeras elecciones libres tiene ahora, tras el autogolpe de Kais Said, a sus principales líderes en la cárcel. El partido fía la recuperación de la democracia a un hipotético estallido social de descontento
La trayectoria del histórico movimiento islamista tunecino Ennahda es toda una metáfora de la evolución de Túnez en la última década, la más convulsa de su historia reciente. De la euforia por la caída del régimen de Zine el Abidine Ben Alí en 2011, que llevó a Ennahda a ganar las primeras elecciones libres, al lento marchitar de la esperanza revolucionaria que desembocó en el autogolpe del presidente populista Kais Said en 2021. Si el partido islamista fue el actor que cosechó los mayores frutos de la revolución, es también el que ha pagado el mayor precio por el fin de la transición democrática: una treintena de los líderes están en la cárcel, incluidos su presidente, Rached Ghannouchi, y sus dos lugartenientes, Ali Larayed y Nurredin Bhiri.