Después de semanas de expectativa, de Recep Tayyip Erdogan hablando cada vez más sobre ella, al final, el sueño de todo islamista turco se ha cumplido: Santa Sofía, primero —durante casi 1.000 años— una catedral cristiana y luego, tras la conquista de Constantinopla por el sultán Mehmet Fatih, una mezquita, volverá a serlo. En 1935, Atatürk, el fundador de la República de Turquía, la hizo museo para mostrarle a Occidente que los días de animadversión habían terminado. Pero eso ya es historia: a partir de este viernes, Santa Sofía será de nuevo una mezquita.
Tras una petición de una asociación islamista —uno de cuyos líderes es el hijo del presidente turco, Bilal Erdogan—, el Consejo de Estado turco, el más alto tribunal administrativo del país, ha decretado que la conversión en 1935 fue ilegal y que, por lo tanto, Santa Sofía puede volver a ser lo que era hasta hace 100 años. Erdogan, se espera, lo confirmará este viernes por la tarde en un discurso televisado.
Se espera que el primer gran rezo multitudinario moderno en Santa Sofía sea la semana que viene, concretamente el 15 de julio: el día en que se celebrará el aniversario del golpe de Estado fallido contra Erdogan en 2016.
Esta reconversión, además, no llega sin polémica ni divisiones. Según una encuesta de la empresa Türkiye Raporu, el 46% de los turcos quiere que Santa Sofía se convierta en mezquita. El número coincide casi exactamente con el de los votantes de Erdogan. De los demás, el 38% cree que tendría que seguir siendo un museo, lo que era hasta ahora, y un 13%, que Santa Sofía tendría que albergar rezos cristianos y musulmanes.
Y desde el exterior tampoco han faltado críticas: EEUU, la UE, Grecia y Rusia le pidieron al presidente turco que recapacitase y diese marcha atrás. La UNESCO ha dicho que a un edificio que es patrimonio de la humanidad no se le puede cambiar el estatus tan facilmente.
El patriarca de la Iglesia ortodoxa de Constantinopla, Bartolomé I, fue más allá: “En vez de unirnos, el patrimonio de hace 1.500 años nos divide. Estoy triste y consternado: la conversión de Santa Sofía en mezquita hará que muchos cristianos del mundo se pongan en contra del islam”, dijo la semana pasada el patriarca.
Jugada política
Abrir Santa Sofía de nuevo a los rezos no es una petición nueva: los islamistas en Turquía llevaban años reclamándolo. Entonces, ¿por qué Erdogan, que lleva a los mandos del país desde 2003, se ha decidido a hacerlo justo ahora?
La respuesta, según los expertos, está en las encuestas de opinión. “Mientras el apoyo de Erdogan en los sondeos continúa bajando por la crisis económica y la mala gestión de la pandemia del Covid-19, la conversión de Santa Sofía podría impulsar su imagen liderazgo y popularidad entre los sectores de población más islamistas y ultranacionalistas”, dice Aykan Erdemir, director del programa de Turquía de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD) y exmiembro del parlamento turco.
“Sin embargo, esto sería una flor de un solo día, y no ofrecería ninguna solución real a los problemas de Turquía. Mirando al futuro, Erdogan espera que esto sea uno de los momentos definitorios de su legado. Aunque falle política y económicamente, sus seguidores podrán alardear de la conversión de Santa Sofía”, continúa el analista.
La UNESCO considera que fue declarada Patrimonio Mundial como museo
La UNESCO se ha pronunciado este viernes por primera vez sobre la polémica para recordar que Santa Sofía está inscrita en su lista patrimonial como museo y que esto lleva asociado “compromisos y obligaciones”, en la medida en que corresponde a cada Estado determinar que no hay “ninguna modificación” en sus monumentos.
La agencia ha explicado que ha compartido todas sus preocupaciones con las autoridades turcas en “varias cartas”, por lo que les ha instado a iniciar un diálogo “antes de adoptar cualquier decisión que pueda afectar al valor universal del lugar”.
Según el Gobierno la situación no cambiará y se mantendrán la simbología cristiana
Santa Sofía, como museo, está registrada en la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Es una de las atracciones turísticas del país. En los últimos años ha alcanzado las tres millones de visitas anuales, una situación que la reconversión en realidad no cambiará, según el portavoz presidencial Ibrahim Kalin: «Abrir Santa Sofía al culto no privar a turistas locales o extranjeros de visitar el lugar», ha asegurado Kalin en una entrevista a la agencia semioficial turca Anadolu.
«Está fuera de toda duda que se trate de una pérdida del patrimonio mundial», ha añadido, subrayando que se preservará la simbología cristiana, que actualmente se combina en el interior con cuatro grandes medallones que representan los cuatro primeros califas del islam suní. Poniendo como ejemplo otras mezquitas icónicas de Estambul abiertas al turismo en las horas que no son de rezo, y señalando a la catedral de Notre Dame o al Sacre-Coeur, ha insistido en que Santa Sofía podrá mantener dos funciones.
Entonces, ¿qué motiva la controversia? Para muchos analistas, la razón es la fuerte carga simbólica que representa el hecho de islamizar lo que antaño fue secularizado. «Pocos conceptos simbolizan mejor las reformas laicas emprendidas por Mustafa Kemal ‘Atatürk’, orientadas en hacer de Turquía un país a imagen de los países europeos, como la secularización de Santa Sofía, la más significativa de las mezquitas de Estambul», recuerda Soner Çagaptay, experto del Washington Institute.
Un problema de política y economía
«Lo que Erdogan tiene entre manos», prosigue, «es la revolución de la religión, con la que intenta hacer retroceder el legado de Atatürk y sus valores. Reconvertir Santa Sofía en mezquita, devolver la religión a la política, significan la prevalencia de su propia revolución y el fin de la revolución de Atatürk. Erdogan es un populista», concluye Çagaptay. «Convertir el museo en una mezquita que devolver a los piadosos, revirtiendo lo promocionado como una injusticia, es la última de las herramientas de su maletín».
Una encuesta local, hecha por Metropoll, ha arroja una respuesta curiosa: el 44% de quienes respondieron creen que la cuestión de la reconversión de Santa Sofía se introdujo en los temas del día a día para desviar la atención de los problemas económicos que sacuden el país, escaso de liquidez en los últimos tiempos. La inflación interanual se situó el mes pasado en el 12,6%, desatando temores a una renovada debilidad de la lira. El paro, aunque en el último registro experimentó una ligera caída, se mantiene en el 12,8%.
Muchos observadores apuntan a la economía como el talón de aquiles de Erdogan y su islamonacionalista Partido Justicia y Desarrollo (AKP), heraldos, durante más de una década, del espectacular crecimiento y modernización del país. No en vano, el AKP perdió las alcaldías de Estambul y Ankara el año pasado. Según una encuesta de Turkiye Raporu, el 46,9% de los turcos cree que Santa Sofía debería habilitarse como mezquita. Las urnas decidirán si el poder rezar en ella supondrá un espaldarazo para las aspiraciones de Erdogan de rebasar 2023, cuando Turquía cumpla un siglo, erigiéndose en faro de su refundación islámica.
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Con información de: El Periódico – El Mundo – Huffington Post