El burkini, un traje de baño de cuerpo entero usado por algunas mujeres musulmanas, ha puesto al descubierto tensiones religiosas en Francia desde que la ciudad de Grenoble autorizase su uso en las piscinas municipales en plena recta final de la campaña de las elecciones legislativas. «Un símbolo del integrismo y la sumisión de la mujer» para sus muchos detractores; una insignia de la «libertad individual y respeto religioso» para sus múltiples defensores. La famosa prenda no ha hecho más que sacar a la superficie las diferentes interpretaciones del concepto de laicismo, una de las piedras angulares de la Francia moderna. Y ha entrado de lleno en la disputa electoral de los 577 diputados de la Asamblea Nacional para ladécimo sexta legislatura de la Quinta República francesa, que no se resolverá al menos hasta el próximo 19 de junio.
Desde que el lunes el Ayuntamiento de la ciudad alpina de Grenoble, aprobó por un ajustado margen –29 votos a favor y 27 en contra– un nuevo reglamento de las piscinas que abre el uso de prendas de cuerpo entero, la campaña electoral ha resultado polarizada por el asunto. El Gobierno francés –que se encontraba en funciones hasta el nombramiento del nuevo Ejecutivo anteayer viernes– se opuso rápidamente a esa autorización, con el telón de fondo de las inminentes elecciones a la Asamblea Nacional, cuyas dos vueltas tendrán lugar el 12 y el 19 de junio. En todo caso, no es la primera vez que el tema genera una intensa polémica. El pasado año, el Ayuntamiento de Grenoble –ciudad de unos 160.000 habitantes ubicada en el sureste del país– multó a varias mujeres por llevar este tipo de traje de baño. Esa medida provocó un tenso intercambio de pareceres entre el alcalde de la citada ciudad, el ecologista Éric Piolle, y el Gobierno del Hexágono de Emannuel Macron. No en vano, la laicidad es una cuestión capital en el Hexágono. El Estado galo se considera neutro desde un punto de vista religioso y se prohíbe cualquier injerencia en la vida de las distintas religiones presentes.
ENÉSIMA POLÉMICA El ministro del Interior galo, el derechista Gérald Darmanin, acusó a Piolle de «cometer una provocación sectaria inaceptable» y solicitó la suspensión del nuevo reglamento municipal, que debe entrar en vigor el 1 de junio. El propio presidente Macron, recientemente reelegido y quien busca con la coalición Juntos una mayoría en el Parlamento que le permita aplicar su programa, también entró en la polémica atacando a su principal adversario en las legislativas, el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, al que relacionó con el asunto acusándolo de elegir «el sectarismo antes que el universalismo».
Mélenchon, líder de la coalición progresista Nupes y quien aspira a ser primer ministro ganando la mayoría del Parlamento, ha denunciado los últimos años actos de discriminación contra los musulmanes y las poblaciones de origen magrebí. El líder izquierdista respondió a Macron saliendo por la tangente: «Yo no soy el candidato a ser el primer ministro de las piscinas. Entremos en razón y discutamos de asuntos con contenido». Para los partidos de extrema derecha, la autorización del «burkini» es otro ejemplo de lo que consideran penetración de la ideología radical islamista en la sociedad francesa. De nuevo, la polémica entra de lleno en campaña.
No es la primera vez que el burkini capta la atención mediática en Francia. De hecho, el asunto viene de largo. En el verano de 2016, en pleno quinquenio del socialista François Hollande, varios municipios del sur de Francia, donde la ultraderecha está muy implantada, lo prohibieron en sus playas con ordenanzas locales. El asunto llegó al Consejo Constitucional –la máxima instancia administrativa de Francia–, que censuró esas medidas municipales al considerarlas «una afrenta grave y manifiestamente ilegal contra las libertades fundamentales». En agosto de 2016, la oficina de la ONU para los Derechos Humanos respaldó ese dictamen. La decisión del Ayuntamiento de Grenoble acaba de ser recurrida ante los tribunales administrativos por el Gobierno, aunque los juristas dan como improbable una suspensión, teniendo en cuenta la jurisprudencia sobre el caso. l
UNIÓN DE MUJERES MUSULMANAS
«COMPATIBLE CON EL ISLAM»
lll Atentados de 2015 y 2016. Amel es una joven de 20 años, casada recientemente, estudiante de tercero de Derecho y musulmana. Ella integra la Unión de Mujeres Musulmanas, una organización civil que impulsó la petición para abrir la puerta al uso de la prenda integral de baño en las piscinas de Grenoble. Asegura que le disgustó mucho ver cómo algunos concejales de la ciudad de 160.000 habitantes habían asociado el burkini con los atentados terroristas yihadistas que asolaron Francia entre 2015 y 2016. ¿La religión islámica es compatible con los derechos de las mujeres? Totalmente, antes no pensaba así, pero ahora que he hecho muchos cursos de religión puedo decir que lo es», explicó.
LAICIDAD EN FRANCIA
Precepto
DE LA REPÚBLICA. El artículo 1 de la ley de 9 de diciembre de 1905 estipula que «la República francesa garantizará la libertad de conciencia. Garantizará el libre ejercicio de los cultos con las únicas restricciones dictadas a continuación en interés del orden público». Esto implica que se protegen numerosas libertades fundamentales, como la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de manifestación pública, la libertad de asociación o la libertad de culto.
Separación
IGLESIA-ESTADO. La República no reconoce, ni paga salarios ni subvenciona ningún culto. El Estado no tiene ninguna confesión religiosa, las iglesias se administran libremente. Todas las iglesias son iguales en derecho.
Símbolos
RELIGIOSOS. Asimismo, los empleados públicos franceses no pueden, mientras ejercen sus funciones, llevar un símbolo o una vestimenta que sea una marca de pertenencia o de alguna creencia en particular. Es una circunstacia que se cumple a rajatabla entre los funcionarios franceses.