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El autogolpe de Benedicto XVI

Joseph Aloisius Ratzinger pasará a la historia por ser el primer pontífice en seis siglos que deja el trono de Pedro en vida. El verdadero motivo de su renuncia aún es un misterio.

La frase “puede que haya valorado los problemas de gobernabilidad, pero sobre todo el papel de la Iglesia en el mundo” que el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, deslizó ante los medios cuando se hizo oficial el retiro anunciado por Benedicto XVI, dejó la puerta abierta para las especulaciones sobre las verdaderas razones de la dimisión. La interpretación más cercana a sus declaraciones es sostenida por especialistas que minimizan las consecuencias. “La Iglesia no sólo la gobierna el Papa, no pasa nada porque falte una persona, se le puede pasar el testigo a otra y no se hunde”, sostiene casi bucólicamente Pablo Blanco, profesor de la Universidad de Navarra y biógrafo del Santo Padre renunciante, aunque de este modo también le esté dando la razón a quienes sospechan que se sintió abrumado por motivos más prosaicos y menos predecibles que la salud.

Desde que el ex infante del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial Joseph Ratzinger fuera colocado por Juan Pablo II en la cumbre del poder eclesiástico al frente de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, demuestra que siempre ha tenido que salir a barrer bajo la alfombra las impudicias que se fueron sucediendo a lo largo de las últimas tres décadas.
El misterio dentro de las cuarenta hectáreas en el corazón de Roma donde se levanta el Estado más pequeño y uno de los de mayor poder en el mundo, ha alimentado las páginas de textos prontos a convertirse en best sellers o crónicas periodísticas con visos conspirativos y entramados cercanos a la criminalidad. En la novela La piel del tambor, del español Arturo Pérez-Reverte, un hacker introduce un alerta en la computadora del Papa sobre lo que acontece en una pequeña parroquia sevillana: “Amenazada por los mercaderes, abandonada a su suerte, mata para defenderse", dice el mensaje y su proximidad con la realidad actual podría ser una primicia muy temprana ya que el libro data de 1995.

Así, la publicación el 9 de febrero del 2012, en el diario Il Fatto Quotidiano, de un documento que acreditaba la existencia de un complot para asesinar a Benedicto XVI en el plazo de 12 meses, habla en el mismo sentido que el relato de ficción. El plan ya había sido comentado en privado por el cardenal Paolo Romeo, arzobispo de Palermo, Italia. Quienes recibieron esos dichos, alarmados, elevaron un informe al prelado colombiano Darío Castrillón Hoyos, presidente emérito de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y éste lo presentó a la Secretaría de Estado, que conduce Tarcisio Bertone, y a monseñor Georg Gänsewin, secretario personal del Vicario de Cristo.

Estas informaciones que resultaron filtradas por el mayordomo papal Paolo Gabriele, detenido y luego absuelto por Benedicto, se sumaron a otras difundidas por la prensa y que fueron bautizada como “Vatileaks”. Su conocimiento público generó una situación de desconcierto en el interior de palacio porque por primera vez quedaron a la vista de todos los mortales las evidencias de fuertes tensiones en el seno de la Santa Sede. El tembladeral ocasionado por la violación de los asuntos internos afectó a la Cabeza de la Iglesia de tal modo que ya en ese entonces comenzó a evaluar su paso al costado que ahora efectiviza.

Por estas horas han salido a la luz nuevas razones para el alejamiento de Benedicto. El 17 de diciembre, el Papa había recibido información de que aparecerían nuevos "Vatileaks" en los que se revelaban las resistencias dentro de la Curia Romana a sus pedidos de mayor transparencia en los asuntos religiosos y también económicos. La revista italiana Panorama, propiedad de Silvio Berlusconi, dio a conocer esta noticia y señala que la fragilidad en el resguardo de sus cartas demostraría hasta dónde las luchas intestinas se atreven a llegar. En ese contexto, el Papa confesó a su hermano Georg lo "impresionado" que se hallaba y la decisión de resignar el cargo.

La versión de que en estos ocho años de reinado sus esfuerzos por poner en orden la casa de Dios y la virulencia de las peleas políticas en su entorno fueron minando su voluntad, se afianza con el correr de los días, aún cuando el propio Papa desmiente esa teoría en cada oportunidad que puede.

"Pienso en particular en los atentados contra la unidad de la Iglesia y en las divisiones en el cuerpo eclesial" expresó contradictoriamente en una de sus últimas misas, siempre tomando en cuenta que la decisión de "jubilarse" según dice se debe a cosas del cuerpo y la edad, la referencia a lo que se vive en los pasillos de la Basílica de San Pedro no pasa desapercibida. La charla en privado que mantuvieron luego del anuncio, Tarcisio Bertone y el presidente de la Confederación Episcopal Italiana, Angelo Bagnasco, llamó la atención de quienes siguen la vida política vaticana porque la enemistad manifiesta que los distancia incluía el no dirigirse siquiera la palabra. La tregua que se avizora entre ambos prelados teñirá el cónclave de la Curia que elegirá al nuevo jerarca máximo de la Iglesia Católica y augura un reparto de poder entre los sectores que representan.

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