La vestimenta de algunas mujeres musulmanas, que cubren su cuerpo de la cabeza a los pies con un burka o un niqab, ¿es compatible con los valores laicos de la República francesa? Esta es la caja de pandora que ha abierto un puñado de diputados de la izquierda y de la derecha, unidos para pedir que se constituya una comisión de investigación sobre tan espinoso asunto ante la utilización, cada vez mayor, de este signo religioso en el territorio .
Cinco años después de la ley del velo, que prohibe la ostentación de símbolos religiosos en la escuela pública de primaria y secundaria, el uso del burka reabre el debate sobre la frontera entre el ámbito privado y la preservación de la laicidad en la esfera pública.
Los 58 diputados –43 conservadores, 7 socialistas, 3 comunistas y 2 centristas– que han suscrito la solicitud razonan el problema en su exposición de motivos: «Si el pañuelo islámico constituye un signo distintivo de pertenencia a una religión, aquí estamos en un estadio extremo de esta práctica. No se trata solo de una manifestación religiosa ostensible, sino de un atentado a la libertad de la mujer y a la afirmación de la feminidad».
Los parlamentarios concluyen que la mujer «vestida con el burka o el niqab, está en una situación de reclusión, de exclusión y de humillación insoportable. Su existencia es incluso negada». Además de la cuestión moral, el velo integral –el burka tapa todo el rostro y el niqab solo deja ver los ojos– genera inconvenientes en la vida cotidiana.
«En las bodas o en el momento de hacer un pasaporte, los alcaldes y los agentes se encuentran ante mujeres que se niegan a levantar este velo, a menudo bajo la presión del marido», ilustra el diputado comunista André Gerin, impulsor de la petición. El mismo se negó a casar en el Ayuntamiento –trámite obligatorio en Francia– a una mujer totalmente cubierta.
EN CENTROS PÚBLICOS / Algunos cargos electos plantean la prohibición de este signo en centros públicos como la Administración, las dependencias de la justicia o la universidad. Otros van más allá, cuestionando el derecho a adquirir la nacionalidad. La asociación Ni Putas ni Sumisas, que aglutina a mujeres musulmanas del extrarradio parisino, también abogan por la prohibición del burka.
La iniciativa parlamentaria pretende «definir las proposiciones a fin de luchar contra los métodos que constituyen un atentado a las libertades individuales”. Una cuestión altamente sensible en un país donde viven cerca de cinco millones de musulmanes.
Para el presidente Nicolas Sarkozy constituye, además, un motivo de roce con la política de Barack Obama. En su discurso al mundo islámico, el presidente estadounidense consideró que los países occidentales no deben inmiscuirse en la forma de vestir de las musulmanas. Dos días mas tarde, Sarkozy matizó que Francia no acepta la ostentación de signos religiosos en la escuela y la Administración pública y que, fuera de este ámbito, las mujeres pueden llevar el velo siempre que no sea una imposición de su entorno.