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El Arzobispado de Paraná afirma que los elementos de tortura forman parte de «la manera de vida» de las monjas

El vocero del Arzobispado de Paraná, Ignacio Patat, aseguró que el convento de monjas de la ciudad entrerriana de Nogoyá donde se encontraron elementos de tortura y autoflagelación «tiene dependencia directa de la Santa Sede» y que los elementos forman parte de «la manera de vida» de las internas.

«El monasterio es de Derecho Pontificio. Si bien tiene jurisdicción en la Diócesis de Paraná, tiene dependencia directa de la Santa Sede. Por lo que su funcionamiento depende de las reglas aprobadas por la Santa Sede», afirmó Patat.

En diálogo con la prensa, explicó que el monasterio «se rige con la Regla de Santa Teresa, con la vieja manera de vivir de las Hermanas Carmelitas». «Aunque para el lenguaje social puede sonar a castigo, en la regla interna es la manera de la vida de la disciplina, y [los elementos encontrados] están permitidos».

El funcionario del arzobispado de Paraná dijo que no se trataría de «castigos ni de torturas: las reglas del monasterio hablan de elementos de disciplina personal».

Por otra parte, criticó el accionar policial y judicial al considerarlo «poco grato» y aseguró que se habla «sin conocer ni saber cómo es el funcionamiento del monasterio».

El convento está ubicado en la ciudad entrerriana de Nogoyá, a unos 100 kilómetros de la capital entrerriana.

El lugar fue allanado tras una denuncia periodística por torturas. Se hallaron «ciertos elementos de tortura y autoflagelación», como látigos y cilicios, informó el fiscal que lleva adelante la causa, Federico Uriburu.

El obispo no descarta problemas diplomáticos ante le allanamiento del convento

El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, cuestionó el allanamiento al convento de las monjas carmelitas de Nogoyá, realizado en la madrugada de anteayer -donde se secuestraron 14 látigos y cilicios-, luego de que una publicación periodística denunciara el durísimo método interno de disciplina y autoflagelación que se practica habitualmente en esa institución religiosa.

Puiggari cuestionó la decisión judicial de realizar el allanamiento: «Fue desproporcional y desubicado el despliegue de policías sobre el convento». Agregó que con la irrupción de la fuerza pública dispuesta por el fiscal Federico Uriburu viola convenios bilaterales entre la República Argentina y el Vaticano.

Puiggari insistió en que el fiscal desconoció acuerdos bilaterales al disponer la requisa del lugar. Ante una consulta de LA NACION, no descartó que pudiera haber algún planteo diplomático, pero aunque deslizó esa posibilidad, evitó luego explayarse sobre el tema. El prelado añadió que tomó contacto con la Santa Sede para informar «sobre todo lo que estaba pasando en Nogoyá».

La Justicia ordenó un allanamiento en el convento de las carmelitas descalzas, en la ciudad de Nogoyá -a 110 km de Paraná- horas después de que la revista Análisis, de Paraná, publicara una nota en el que hablaron ex monjas, con nombres reservados, que dieron cuenta de que eran sometidas a fuertes castigos o autoflagelación. Según el informe, las mujeres entraban en el convento, en muchos casos siendo menores de edad, y eran aisladas del mundo exterior.

En conferencia de prensa, el obispo justificó las medidas de autoflagelación y negó que se traten de torturas: «Son prácticas que las religiosas realizan libremente y que ofrecen a Dios. Las carmelitas -dijo- mantienen tradiciones que son corporales, no son torturas, no son obligatorias. Libremente, los que quieran pueden usar el cilicio», aseguró, y más tarde volvió sobre el tema al admitir que ese elemento es usado «los viernes, un ratito».

Sobre lo secuestrado en el convento, Puiggari dijo: «Son unas pequeñas fustas que no lastiman sino que dejan un poquito roja la piel. Ustedes vieron por televisión los cilicios que están mostrando y no es verdad. Esos no son los cilicios que usan ellas. Lástima que no tengo acá uno para mostrar. El cilicio es un alambre, con unos pinchecitos que se ponen alrededor de la pierna, que no lastiman ni sacan sangre, pero molestan».

Se quejó de que la delegación oficial haya roto la puerta para ingresar. Cuando los periodistas le dijeron que esa instancia se dio porque las religiosas se negaban a abrir las puertas, Puiggari dijo: «Había miedo entre las monjas y dijeron que antes de abrir iban a hacerme una consulta a mí, que soy el obispo. Pero no alcanzaron a llamarme, que ya estaban adentro los policías».

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