Algunas obras de arte han llegado incluso a ofender a colectivos religiosos, entre ellos al actual Papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires.
La última edición de ARCO constató una vez más que la religión ha desaparecido de la creación artística contemporánea. La temática que ha llenado la mayoría de las páginas de los libros de Historia del Arte, la gran inspiración y, casi única durante siglos, de los más reconocidos creadores, apenas está presente hoy en el mercado. Y no sólo en ARCO, los artistas actuales ya no crean obra para iglesias, mezquitas o sinagogas mientras que el contenido religioso ha quedado reducido a la provocación o la polémica. Avanzado el siglo XXI se hace realidad el planteamiento que sostenía el profesor José Jiménez en su ‘Teoría del Arte’, publicada en 2003, para quien, en contraposición a lo que ha ocurrido a lo largo de la Historia, en la actualidad en vez de concebirse “la obra de arte como un medio de expresión de contenidos espirituales, la deriva laica de la cultura moderna, la secularización del mundo que afecta también al arte, lleva a concebir las obras como propuestas conceptuales de carácter mundano”
Y para los creyentes, quizás sea mejor así. Porque cuando la religión ha entrado en la escena de ARCO lo ha hecho con tono provocador, irreverente, incluso considerado blasfemo para quienes profesan alguna religión. Ocurrió en 2010, cuando el madrileño Eugenio Merino presentaba ‘Stairway to Heaven’, una escultura hiperrealista que reproducía a un rabino de pie, encima de un sacerdote arrodillado, que a su vez estaba sobre un imán en oración. Además, el mismo stand acogía otra obra de Merino: una menorá (el candelabro ceremonial judío de siete brazos) que tenía como base una metralleta Uzi, creada y utilizada por el ejercitó israelí. La muestra provocó la protesta oficial de la embajada de Israel en España, que consideraba que las obras incluían “elementos ofensivos para judíos, israelíes y, seguramente, para otros”. Y añadía que “valores como la libertad de expresión o la libertad artística sirven en ocasiones de simple disfraz de prejuicios, de estereotipos o de la mera provocación por la provocación”. “Un mensaje ofensivo no deja de ser hiriente por pretender ser una obra artística”, sentenciaba la nota emitida por la legación israelí.
Aunque la Iglesia católica no se manifestó en aquel momento, en la práctica ha sido la mayor destinataria de este modelo de creaciones artísticas. Tal vez por ser la confesión mayoritaria o por, como explica Pablo López Raso, director del grado de Bellas Artes de la Universidad Francisco de Vitoria, por la “sólida relación histórica que el arte y artista occidental han mantenido con la religión cristiana, y más concretamente la católica, ya que es la única religión de las monoteístas que no sólo conserva la imagen, si no que supo defenderla en el siglo VIII de los iconoclastas en Bizancio y la convirtió en una espectacular herramienta devocional en la Contrarreforma”.
Desde el mundo académico, López Raso también confirma esa ausencia del fenómeno religioso en el arte contemporáneo. “Desde la modernidad, hemos vivido un grandísimo proceso de secularización, no sólo en el arte, si no también en el pensamiento, que ha llevado al rechazo de Dios y del hecho religioso”, explica. Aunque, por contra, también percibe la aparición, en algunos artistas de “un modelo abierto a la trascendencia, empiezan a mirar más allá de sí mismos y encaran de alguna forma el misterio, lo absoluto, en una forma de espiritualidad, ciertamente no religiosa, pero sí abierta a la contemplación y la meditación”. Así, “en ARCO nos encontramos con artistas provocadores, pero también con obras que están haciéndose preguntas sobre lo trascendente, aunque no sean propiamente un arte religioso”, explica el profesor de la Francisco de Vitoria.
La obra le valió el León de Oro y la repulsa del Papa Francisco
Crispación católica
Sin embargo, el escaso uso de la simbología religiosa, se ha convertido en una herramienta que ha generado controversia. Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en la retrospectiva que el Museo Reina Sofía dedicó a finales del pasado año al artista argentino León Ferrari, fallecido en 2013. Entre la obra expuesta, se encontraba ‘La civilización occidental y cristiana’, una escultura de 1965 que representa un Cristo crucificado sobre un avión militar norteamericano, como los que usaban en la guerra de Vietnam. Años después de su creación, la obra le valió el León de Oro en la 52 Bienal de Venecia, pero también la repulsa de Jorge Mario Bergoglio, el actual Papa Francisco, entonces arzobispo de Buenos Aires, cuando fue expuesta en la capital Argentina.
«Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el Centro Cultural Recoleta con motivo de una exposición plástica. También me apena que este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que el pueblo cristiano y personas de buena voluntad aportan con sus impuestos”, afirmaba en 2004 el entonces arzobispo de Buenos Aires en una carta pastoral dirigida a sus fieles. Algunos exaltados llegaron a irrumpir en la muestra y dañar algunas de las piezas. Ante las reclamaciones, una orden judicial clausuró temporalmente la exposición aunque, más tarde, otro juez ordenó la reapertura. Pese a las protestas, Ferrari no cejó en sus críticas al catolicismo y contestó a Bergoglio que «si algo avergüenza a nuestra ciudad no es esta muestra, sino que se sostenga que hay que torturar a los otros en el infierno”.
Sin embargo, en la España de 2020, la obra de Ferrari resultó indiferente a la jerarquía católica, que no se pronunció sobre la posible blasfemia. La respuesta vino desde la Asociación de Española de Abogados Cristianos que presentó una querella contra el director del museo, Manuel Borja Villel, ante el juzgado de instrucción por un delito contra los sentimientos religiosos y otro de incitación al odio. La entidad solicitaba la destitución de Borja-Villel y su inhabilitación para ejercer cargos públicos alegando que “se trata de un comportamiento reincidente y que va en contra del propio código deontológico de los museos”. La entidad alegaba que el director del Reina Sofía ya había autorizado en 2014 una exposición “vejatoria para los cristianos en la que se veía una iglesia con una caja de cerillas y un mensaje que decía La única iglesia que ilumina es la que arde”.
Una entidad, la de Abogados Cristianos, muy activa en la denuncia de este tipo de hechos, que también reaccionó en parecidos términos, aunque esta vez secundados por la jerarquía católica, ante una performance de Abel Azcona. En 2015, en Pamplona, en una capilla desacralizada, el artista aparecía desnudo ante la palabra “pederastia” formada por 242 hostias consagradas que había sustraído en otras tantas misas. Mientras el arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, convocaba una misa de “reparación” ante este “atentado contra la fe”, Abogados Cristianos solicitaba también el cierre de la muestra por un “ataque a la libertad religiosa”. La demanda no fue atendida por los juzgados locales, ni más tarde por el Tribunal Constitucional que no admitió a trámite el recurso de amparo, lo que llevó a la asociación a elevar la queja al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. La demanda, admitida a trámite, se encuentra pendiente de resolución, según informó a El Confidencial, la presidenta de Abogados Cristianos, Polonia Castellanos.
El peligro no está en leer el Corán, sino en conectarlo con otros libros
También el Islam encuentra críticas de este tipo, aunque en menor medida. El artista marroquí mounir fatmi -él mismo quiere que su nombre aparezca escrito en minúsculas-, que también expuso este año en ARCO, presentaba hace unos años, fuera del certamen, su obra ‘Connexions’. El trabajo consiste en una serie de libros, entre los que se encontraban ejemplares del Nuevo Testamento y el Corán, unidos por cables que simulan una bomba. “La cuestión religiosa es siempre un asunto de conexiones. Mi obra juega con una paradoja: el peligro no está en leer el Corán, sino en conectarlo con otros libros ¿Existe un riesgo de explosión si haces esas conexiones? Hay una transmisión entre los libros: tienes la impresión de que la energía pasa de uno a otro”, comentaba entonces el artista.
Unión de fe contra la »profanación»
Este tipo de ofensas ha llevado incluso a un acuerdo insólito entre las confesiones religiosas de notorio arraigo en España. En 2018, representantes judíos, musulmanes, católicos y evangélicos firmaban un comunicado expresando su «preocupación y tristeza por las constantes y reiteradas ofensas a los sentimientos religiosos de los fieles de distintas confesiones”. Los portavoces de estas confesiones religiosas firmaban por primera vez un documento conjunto denunciando la tolerancia y complicidad” con las ofensas religiosas. “Se profanan templos y símbolos; se hace burla y escarnio público de los referentes más sagrados de la fe religiosa de millones de personas, con total impunidad y tolerancia”. También consideraban “inaceptables” que esas “ofensas religiosas” pretendieran “ampararse en la libertad de expresión” que “no puede invocarse para vulnerar otra libertad ni otro bien jurídico protegido por las leyes, como son la libertad religiosa y los sentimientos religiosos vinculados a esa libertad”.
Pero, si la presencia de simbología religiosa ya es conflictiva, no menos exentos de polémica están los escasos intentos de que artistas consagrados dejen su obra en iglesias cristianas. Este mes de julio debían instalarse en la catedral de Burgos, con motivo del 800 aniversario del inicio de la construcción, unas nuevas puertas para la fachada gótica que Antonio López está preparando desde hace años. La polémica suscitada, en la que se ha posicionado incluso la UNESCO, ha retrasado la instalación, aunque el arzobispado sigue convencido de la intervención si finalmente logra los permisos de Cultura. Para el cabildo de la catedral, los portones que sustituyen a las puertas actuales de finales del siglo XVIII y de “escaso valor artístico” tienen todo un “valor social, cultural y evangelizador” e implican la “mayor intervención en la catedral en los últimos 200 años”. Esta vez, la oposición al arte contemporáneo en el entorno de la Iglesia llegó desde sectores de la sociedad burgalesa, encabezada por el pintor Juan Vallejo, que ha llegado a recoger 30.000 firmas en la plataforma Change.org.
El hecho de que se declarara agnóstico suponía un impedimento para su intervención en un espacio sagrado
Parecido rechazo suscitó hace unos años la intervención de Miquel Barceló en la capilla de Sant Pere de la catedral de Mallorca. El pintor y escultor mallorquín recibió el encargo de revestir la capilla gótica por un monumental retablo cerámico, pero para algunos creyentes, el hecho de que se declarara agnóstico suponía un impedimento para su intervención en un espacio sagrado. Barceló respondió afirmando que había “crecidO dentro de un ámbito judeocristiano y toda mi imaginería procede de ese mundo. Las iglesias me han perseguido toda la vida”. Además, el espacio presenta un programa eminentemente eucarístico, con un retablo cerámico que representa el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Pasada la polémica inicial, el espacio se ha convertido en uno de los más visitados del monumento y ha supuesto un aumento de visitas a la catedral.
Se trata de una circunstancia que es evidente y, sin embargo, apenas citada
Bien por su uso como provocación, por la acusación de blasfemia cuando la simbología religiosa o por el rechazo suscitado por quienes no conciben la creación contemporánea junto a la histórica, la temática religiosa ha ido desapareciendo de la escena del arte contemporáneo. Una circunstancia de la que ya se hacía eco el catedrático del Art Institute de Chicago, el agnóstico James Elkins, quien en 2004 señalaba que “si se ama el arte, más tarde o más temprano uno se topa con un hecho insólito: apenas hay arte religioso moderno en los museos o en los libros de historia del arte. Se trata de una circunstancia que es, al mismo tiempo, evidente y rara, conocida por todos y sin embargo, apenas citada”.Últimas noticias