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El apartheid de género: un crimen de lesa humanidad que el mundo no puede ignorar · por Isabel Ginés

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La lucha contra el apartheid de género es una lucha por la justicia, la igualdad y el futuro de las sociedades. Ignorar esta opresión equivale a ser cómplice de un crimen de lesa humanidad.

La opresión sistemática y deliberada contra mujeres y niñas en Afganistán e Irán no es solo una crisis de derechos humanos; es un crimen internacional que debe ser reconocido como lo que es: apartheid de género. Las leyes y políticas de estos regímenes no solo marginan a la mitad de la población, sino que buscan mantener un sistema de dominación institucionalizada basado en el género. El silencio o la inacción internacional ante esta brutalidad no solo perpetúa la desigualdad, sino que valida la impunidad.

¿Qué es el apartheid de género?

El término “apartheid”, históricamente vinculado a la segregación racial en Sudáfrica, describe un régimen de opresión sistemática de un grupo sobre otro para mantener el control. Este crimen de lesa humanidad está recogido en el Estatuto de Roma y la Convención Internacional sobre el Apartheid. Sin embargo, su aplicación debe trascender el ámbito racial y adaptarse a contextos actuales, como la discriminación generalizada contra mujeres y niñas.

El apartheid de género implica actos inhumanos cometidos bajo un sistema institucionalizado que oprime y domina a un grupo de género para perpetuar su subordinación. Afganistán es hoy el ejemplo más brutal de esta práctica, mientras Irán también enfrenta graves acusaciones de mantener políticas que restringen derechos fundamentales de las mujeres.

Afganistán: un régimen de opresión

Desde la vuelta al poder de los talibanes en 2021, las mujeres y niñas afganas han sido eliminadas de la vida pública. Se les ha prohibido estudiar, trabajar, desplazarse sin un acompañante masculino, e incluso acceder a espacios públicos como parques y gimnasios. Este régimen asfixiante ha institucionalizado su exclusión, atacando su libertad, derechos, dignidad y futuro.

El impacto de estas restricciones es devastador. Las tasas de depresión y suicidio han aumentado alarmantemente, especialmente entre adolescentes que no pueden continuar su educación. Las mujeres tienen un acceso casi inexistente a servicios de salud esenciales, lo que incrementa la mortalidad materna y amenaza con feminicidios masivos por la negligencia deliberada del régimen.

La violencia de género, los matrimonios forzados y la discriminación están normalizados en Afganistán. Las mujeres no tienen acceso a la justicia: quienes intentan divorciarse son humilladas, y las denuncias de violencia doméstica son desestimadas con comentarios que culpabilizan a las víctimas. Este ambiente legal e institucional perpetúa un sistema de terror para mantenerlas sometidas.

Irán: una lucha constante por la dignidad

Aunque el caso afgano es extremo, las mujeres iraníes también enfrentan un sistema institucionalizado de opresión. Tras la muerte de Mahsa Amini en 2022, las protestas masivas evidenciaron cómo las leyes iraníes restringen la libertad de las mujeres y buscan controlar sus cuerpos y sus vidas. La represión violenta de estas protestas demostró el nivel de brutalidad de un régimen dispuesto a mantener su dominio a toda costa.

Reconocer el apartheid de género como crimen de lesa humanidad es un imperativo moral y legal. El Derecho Internacional no puede seguir ignorando esta realidad. La comunidad internacional tiene el deber de presionar a los talibanes e insistir en que las restricciones impuestas sean eliminadas. Más aún, debe apoyar activamente a las mujeres iraníes y afganas, tanto a nivel político como humanitario.

Sin las mujeres, no hay futuro

Permitir la opresión sistemática de mujeres y niñas no solo destruye vidas, sino que condena a Afganistán e Irán al fracaso. Sin educación ni derechos, la mitad de la población queda excluida de contribuir al desarrollo y la recuperación económica. Un Afganistán que margina a sus mujeres no será capaz de superar la pobreza y ser un país prospero y justo, y un Irán que las silencia nunca alcanzará una verdadera estabilidad social.

La lucha contra el apartheid de género es una lucha por la justicia, la igualdad y el futuro de las sociedades. Ignorar esta opresión equivale a ser cómplice de un crimen de lesa humanidad. El mundo debe actuar ahora, antes de que la opresión sistémica borre por completo a una generación de mujeres y niñas.

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