El alcalde de Pozoblanco, Santiago Cabello (PP), que vive su primera romería como primer edil del municipio, también muestra una enorme satisfacción por «el buen ambiente que hay en el santuario de la Jara pese a la preocupación que había por el mal tiempo». Además, Cabello considera que «vivir la Romería de la Virgen de Luna como alcalde de Pozoblanco es una experiencia muy emocionante».
Cerca de las tres todo está dispuesto para emprender el camino. Los portadores de las andas, pertrechados con un chaleco preparado para la ocasión, salen de la ermita y paran, para regocijo de los romeros, cerca de la cruz que corona la gran explanada del recinto. Allí, los hermanos se despiden con una gran descarga del santuario de la Jara hasta que, dentro de unos meses, emprendan el camino de vuelta hasta el mismo lugar. Pero eso será otra historia.
Ahora comienza un recorrido de poco más de catorce kilómetros hasta Pozoblanco. Todos con la vista puesta en el cielo y con algo más de prisa que en otras ocasiones, la imagen de la Virgen de Luna se adentra en la dehesa de Los Pedroches a hombros de sus fieles. Muchos romeros la siguen y otros, algo más rezagados, apuran la aparcería en las tascas antes de emprender el camino para estar en otro de los momentos más esperados: la llegada al Arroyo Hondo. El momento llega en torno a las seis de la tarde, cuando la silueta de las andas de la Virgen de Luna se empieza a divisar desde Pozoblanco. Cientos de personas la esperan a ambos lados del camino para acompañarla hasta Santa Catalina. Comienzan entonces otra serie de tradiciones que, como tantas otras cosas, se repiten año a año. Primero, los más pequeños, después, ya en el Arroyo Hondo, la patrona de los pozoalbenses recibe las llaves de los sagrarios de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba.
Después, acompañados por los feligreses, que permanecían junto a la Virgen pese a una persistente aguanieve, la comitiva se dirige hasta la puerta del Ayuntamiento, lugar en el que el alcalde, hace entrega a la Virgen el bastón de alcaldesa perpetua de la ciudad. Quedan entonces los últimos metros de un largo día: los que separaban el Consistorio de la parroquia de Santa Catalina, lugar en el que la imagen entra cuando ya es de noche mientras los fuegos artificiales anuncian a todos los pozoalbenses que la Virgen de Luna ya está en casa.