1807 – El Parlamento británico aprueba la ley que prohíbe el comercio de esclavos. Durante el dominio absoluto de Inglaterra sobre las Antillas, el comercio de esclavos ha recibido un impulso enorme para hacer frente a los productivos cultivos de caña de azúcar y café. Pero, al no tener ya el dominio, la continuación de la trata de negros ha estado beneficiando a las regiones occidentales que ya no son británicas, en detrimento de las antiguas colonias. Por eso Inglaterra decide prohibir el comercio de esclavos, después de que Dinamarca, en 1792, decretara su abolición para el año 1803. Como Inglaterra domina casi por completo el negocio de la esclavitud, la prohibición equivale virtualmente a la supresión total de la misma, supresión que hará valer Inglaterra cuando, después de 1813, Francia y España intenten restablecerla. Será así, gracias a la lucha por la hegemonía política, como los ideales de los abolicionistas se verán realizados. Estados Unidos también la prohibirá, pero la disposición cobrará vigencia a partir de 1808.
1409 – Para tratar de poner fin al cisma de Occidente, tiene lugar la ceremonia de apertura del Concilio de Pisa en la catedral de dicha ciudad. Al final, todo saldrá mal y en lugar de obtener el resultado deseado, las cosas se complicarán hasta el extremo de que la cristiandad quedará dividida en tres en lugar de en dos, al elegir este Concilio a un tercer Papa, Alejandro V, que será sucedido por el antipapa Juan XXIII.