Los alumnos tienen derecho a recibir clase de religión. Lo dice la Constitución: «Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Según el acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales de 1979, es a la Jerarquía eclesiástica, la Conferencia Episcopal, y no a la educativa, a quien le corresponde señalar los contenidos de esta materia y quiénes serán sus docentes, que no pasan una selección ni oposición para ocupar sus puestos de profesor. El primer contenido del currículo de Educación Infantil, es: «El cuerpo humano obra de Dios Creador con la colaboración de los padres. La diferenciación sexual (niño-niña) como don recibido de Dios». Aquí, «al principio», no hubo verbo.
Mi hijo me ha preguntado qué es la religión. Todos los jueves, la mitad de sus compañeros se separa para dar religión. No supe explicarle. Por qué hablarle de un concepto tan complejo y abstracto a un niño pequeño. Lo intenté y no lo conseguí. Hay gente que cree en un señor, empecé. ¿Cómo que un señor?, interrumpió el padre. Me incomodó que fuera el colegio el que me ha puesto en esta tesitura innecesaria a sus cuatro años. No podemos obviar la tradición que arrastramos, a ver de dónde nace todo esto de «salvar la Navidad», pero en los colegios no se habla de historia de las religiones que nos ayuden a entender nuestra cultura, se imparte doctrina católica.
Estos días, con la aprobación de la octava ley de educación de la democracia española, se acentuó el debate sobre la asignatura, ya que, al fin, dejará de contar para la nota media de los alumnos y no tendrá una alternativa no confesional. Además, esta ley prohibirá a los concertados la segregación por sexo. Siglo XXI. En España, un 62% de los alumnos están matriculados en Religión, el porcentaje más bajo de la historia, en lugar de ética o valores o en el caso del ciclo de educación infantil, lo que sea que hacen mientras, plastilinas, jugar o cantar. Según la última memoria de la Conferencia Episcopal, en España hay 34.658 profesores de Religión Católica. Le cuestan al Estado y comunidades 700 millones de euros.
Las religiones, sus doctrinas, sus prácticas, deberían pertenecer únicamente al ámbito privado. ¿Qué puede haber más íntimo? Porque, aun con carácter voluntario, ¿qué lugar ocupa una religión, sobre todo, en una escuela pública no confesional? Y los profesores, designados por la Iglesia para impartirla, también para la pública, ¿por qué tienen que ser pagados por el Estado y tener la condición de profesores oficiales sin haber pasado ningún trámite público de selección? ¿Quiénes son?
Mientras, las leyes educativas continúan siendo una batalla que no supera el cambio de signo de la política española, como si la educación en ciencias y humanidades o la educación física y las artes no pudieran trascender más allá de los intereses ideológicos de los partidos. Cualquier persona que crea en la enseñanza integral de los estudiantes entiende que el colegio no es lugar para creencias.
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Aroa Moreno Durán
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