Educar es un asunto de toda la tribu. Ni de los políticos, ni de los enseñantes, ni de las familias, sino de todos y cada uno.
Ala Educación nos remitimos cada vez que alguna fractura en nuestro sistema de convivencia y de valores enseña las vergüenzas. Desde el egoísmo consumidor del primer mundo -que no se baja del estatus ni con el planeta con señales de alarma- a la violencia contra las mujeres o el uso de los menores de las redes. No estamos educando bien, nos decimos. Para, inmediatamente después, tumbar aquellas leyes que donde pone valores algunos señalan adoctrinamiento. El hoy feliz reincorporado profesor de latín Antonio Maíllo, en una de sus últimas apariciones públicas en televisión, puso el dedo en la llaga de ese histórico disenso sobre la Educación y la tendencia a usarla para dividir y nunca para llegar a acuerdos. En España una muy buena parte de la educación pública, mediante los conciertos, se gestiona en las manos privadas de la Iglesia católica. (No ha quedado obsoleto el estupendo ensayo de Ángel Munárriz publicado hace un par de años: Iglesia S.A). Esa institución, a la que no se le puede negar sin mentir su papel en la articulación del antifranquismo, sirvió, como es también una obviedad, de soporte doctrinario a una dictadura que no quería parecer fascista tras la victoria aliada. Que es la religión mayoritaria en nuestro país también resulta obvio, pero su papel en asuntos de Estado nos separa (sobre todo, a la derecha) de la gran parte de las democracia europeas que prefieren la religión, cualquiera, lejos de las aulas. Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, parece la manera más sensata de proteger, precisamente, la libertad de los sentimientos religiosos.
Dejemos a Alá, Yahvé y la Santísima Trinidad en los lugares de culto y fe y convengamos una serie de valores indispensables e indiscutibles: la igualdad, el respeto, el derecho al conocimiento y al pensamiento crítico. Con lo clarito que lo tenía nuestro paisano Giner de los Ríos y su más que centenaria Institución Libre de Enseñanza.
A Rosa Bendala(mente preclara y abierta como pocas) le gusta repetir una frase de Ignacio Vázquez Parladé: “La educación de un niño empieza cien años antes”. La educación como tarea de generaciones. Que viene a reforzar otra escuchada en los estupendos cursos de la UPO en Carmona este verano. La pedagoga Nélida Zaitegui recordó (hablando de Igualdad) que educar es un asunto de toda la tribu. Ni de los políticos, ni de los enseñantes, ni de las familias, sino de todos y cada uno. Y que se educa, sobre todo, con el ejemplo. Que Freire, Piaget y Freinet nos cojan confesados.