Pancarta de Vox negando la Violencia de Género en el minuto de silencio de una víctima mortal de la violencia machista. EP
Desde 2003, año en que vergonzosamente se empezó en España a registrar y computar estas muertes, han muerto 1028 mujeres por violencia de género, aunque Vox y algunos otros nieguen que exista. Es un dato que asusta, que da miedo y que por sí sólo justifica el feminismo. Porque, aunque el feminismo es un movimiento difamado, denostado y tratado de radical por los que abanderan la violencia contra las mujeres, simplemente defiende, parafraseando a Cheris Kramarae (académica e investigadora norteamericana especialista en estudios de género, lenguaje y comunicación), “esa idea tan radical que sostiene que las mujeres somos seres humanos”.
A día de hoy, en lo que va de año ya han muerto 52 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. De ellas, cerca de la mitad, exactamente el 47%, eran madres de hijos menores de edad, algunos de los cuales, como los dos hijos de cuatro y ocho años de la mujer que fue asesinada el pasado septiembre en Valga, un municipio pontevedrés, presenciaron el crimen que cometió su padre. Es decir, las muertes por violencia de género, lejos de descender, no sólo se mantienen, sino que han aumentado en los últimos años. ¿El motivo? Pues, como todo en la vida, no existe una causa única, la explicación de casi todo lo que sucede es multifactorial, y en el caso del terrorismo machista el asunto se complica porque habría que remontarse a muchísimos siglos atrás para poder entender el engarce tan profundo del odio a lo femenino en la conciencia colectiva; por supuesto, la ideología neoliberal y el auge de las extremas derechas y de los fundamentalismos están tras ese aumento.
52 mujeres muertas en menos de un año en un solo país, el nuestro, es un dato escalofriante que nos debería a todos convertir en feministas, si es que somos personas que defendemos la vida y los derechos humanos. Insisto siempre en algo que es, creo, fundamental entender. El feminismo no es un radicalismo, es pura y simplemente humanismo. Defender a las mujeres no es atacar a los hombres. Y siempre digo que el machismo no es un comportamiento masculino, como algunos nos venden. El machismo es una ideología propagada por algunos sectores, muy especialmente las religiones monoteístas, en nuestro caso el cristianismo y la Iglesia católica, para anular y someter a las mujeres, e invalidar el poder de lo femenino. Y, en el fondo, lo que hay detrás es una pugna contra la afectividad, contra la sensibilidad y contra la libertad, porque, como decía Carole Pateman en El contrato sexual (1988), la construcción patriarcal de la diferencia entre la masculinidad y la feminidad es, en esencia, la diferencia política entre la libertad y el sometimiento.
Y siempre insisto también en algo muy importante: la ideología machista perjudica enormemente a las mujeres, las mata, las anula, las somete, las convierte en enemigas, porque el machismo también promueve la competencia y el enfrentamiento entre las mujeres, y las relega a un plano marginal. Pero a los hombres les roba algo fundamental para cualquier ser humano, la afectividad y la capacidad de expresar su vida emocional (“los hombres no lloran, las emociones son propias de las mujeres y de los débiles, la sensibilidad es debilidad, los hombres no sienten, …”), haciendo que la carga de represión en los hombres sea tremendamente pesada; de tal manera que el machismo busca enfrentar a hombres y mujeres, además de alejarnos a todos de la felicidad, y, desde luego, de la libertad.
Considero importante que tengamos muy claro que los hombres no violan, ni matan, ni maltratan, ni humillan; violan los violadores, matan los asesinos, maltratan los canallas y humillan los malvados. Los hombres de verdad, como algunos dicen, son feministas, porque no buscan someter a las mujeres, sino convivir con ellas de igual a igual. También considero necesario, por tanto, que se reconozca que el compromiso contra la misoginia y el machismo debe ser un compromiso de todos, de hombres y mujeres, contra un ideario totalitario, misógino y represor; aunque desgraciadamente Vox ha dinamitado el consenso institucional contra la violencia machista y se opone frontalmente a la Ley de violencia de género, algo fácilmente comprensible, por otra parte, si tenemos en cuenta la adhesión a la violencia de la extrema derecha.
Y considero imprescindible fijar la vista en la Educación. Pocos días después de la celebración del Día Internacional contra la violencia machista, miremos un poco el origen ideológico de la cuestión, puesto que para superar algo previamente hay que saber el origen de ese algo; y el origen del machismo está en las religiones y el patriarcado que sustentan y propagan. Por eso, mientras en la escuela se siga adoctrinando a los niños en la idea absurda e incierta de que las mujeres somos las culpables del primer pecado que dicen que es el origen de todos los males de la humanidad, y aprendiendo en la escuela el desprecio contra lo femenino que promueve la religión, no podremos extrañarnos de que haya hombres que sigan odiando, despreciando, humillando, maltratando o matando a las mujeres. Por ese motivo, y por muchos motivos más, necesitamos una Educación pública libre de creencias, una Educación racional, científica y laica, basada en el conocimiento, no en la fe, eso tan irracional y tan oscuro que comienza justo donde acaba la verdad y la razón.
Coral Bravo es Doctora en Filología